miércoles, julio 20, 2016

TURQUÍA Y EL 23-F

Instantánea célebre de la tentativa de golpe de estado del 23-F. En los análisis de la prensa global de los recientes aconteciientos en Turquía, en particular los del diario el País, el 23-F se ve atribuido las horas que corren un valor profético en relación con el fracaso del golpe en Turquía de la semana pasada. Como si fueran parábolas (orientales) -lo uno como lo otro- de la guerra civil española, y concretamente del Alzamiento militar del 18 de julio. Ejemplos y variaciones  los tres casos -en esa óptica sectaria-, del enfrentamientos de un ejercito (sic) contra su propio/pueblo, en Turquía como en España, entonces como ahora. Y esa visión maniquea tendenciosa, guerra civilista que es la que se nos está vendiendo ahora por cuenta del fallido golpe turco, serviría en su momento de coartada preciosa -en el caso de los fundadores del País y de algunos de sus redactores, la cosa no puede estar más clara desde luego- a la hora de renegar bajamente de la memoria histórica de la guerra civil del 36 que heredaron de sus mayores. Moraleja, en los anásisis de la prensa global en España en materia de política internacional, un factor de interpretación innegablemente guerra civilista -propiamente español, para uso y consumo interno- pasó siempre (aparentemente) desapercibido desde los tiempos de la transición política. Tanto dentro como fuera de España. Como viene a confirmarlo ahora el caso turco
Ciertos medios, en particular en España y entre todos el diario el País han venido vendiéndonos desde el pasado viernes un análisis tóxico y tendencioso -y guerra civilista- del fracaso del golpe de estado en Turquía, por culpa (eso es lo que ellos dicen) de la reacción del pueblo soberano. “El pueblo turco para en la calle el golpe” declamaba (melodramático) el diario de Prysa a primeras horas de la madrugada del viernes al sábado cuando la situación se estaba ya decantando.

Se notaba que lo estaban viviendo -de lejos o detrás de la barrera, por cierto-, como vivieron hace treinta y cinco años el 23-F que les pilló mucho mas jóvenes y que les sirvió -sino a todos a casi todos ellos (a los más veteranos me refiero)- de coartada preciosa a la hora de renegar de la memoria histórica de los suyos, hijos de vencedores de los mas emblemáticos algunos de ellos.

El Ejército contra el pueblo, eso fue -así reza la vulgata democrática- el 23-F, una parábola a penas de lo que fue la guerra civil en la visión maniquea, guerra civilista, de los vencidos del 36, y una profecía a la vez -en esa óptica- de lo que habría venido a ser el golpe fracasado en Turquía del pasado viernes. Ocurre que la situación en aquel país mediterráneo se esta desmadrando a ojos vista como no podían ni imaginárselo a algunos de esos exégetas periodísticos, y como dan idea las magnitudes propiamente asiáticas -no europeas- de la represión que se habrá seguido al fracaso de la intentona, ante la alarma de ciertos medios que aplaudieron el fracaso del golpe (extranjeros y no españoles por supuesto)
¿Ejército contra el pueblo? Convengamos, pero por qué entonces esa necesidad tan imperiosa de contar -uno a uno se de diría (para purgarlos y perseguirlos) a los refractarios y a los partidarios (secretos)- del golpe. Mas de ocho mil militares detenidos, otros tantos miles de policías, mil quinientos jueces (mil quinientos) destituidos y ahora otra bomba en el estamento docente y universitario, de quince mil funcionarios del sector (quince mil) depurados, y junto con ellos mil quinientos decanos de universidad (mil quinientos sí, como lo oyen) Todo ello con el telón de fondo de informaciones y rumores alarmantes de venganzas y exacciones de una crueldad extrema contra los militares envueltos en la tentativa de golpe que dan cuenta de decapitaciones incluso.

A manos del pueblo (sic) en la lógica del País y de la prensa global, cabe apostillar ¿Autogolpe como se viene insinuando insistentemente en los medios y en ciertas esferas influyentes? ¿Comedia turca que vaya a acabar fatalmente en tragedia griega? Todas las hipótesis y apuestas se admiten. El tiempo juega a favor de Erdogan, nos aseguran el País y consortes. En el plano internacional se diria justo lo contrario.

El pasado domingo cuando todas las miradas y reflectores de la prensa global seguían enfocados en Turquía las tropas gubernamentales sirias -del régimen de Asad- con cobertura de la aviación rusa terminaban de cerrar a la chita callando como quien no quiere la cosa el último corredor terrestre (la llamada “ruta del Castello”, y la autopista corrrespodiente) que ligaba con el exterior -léase el área territorial controlada por la rebelión y la frontera turca- las zonas de de Alepo -la gran ciudad del Norte de Siria- aún mantenidas bajo control (desde hace cuatro años) de los grupos islamistas.

Un mazazo a Erdogan y a su política de beligerancia en el conflicto sirio que habrá hecho de él -junto con la Arabia Saudí y el Catar- uno de los peores enemigo de Assad y de su régimen. Algo, como sea, de consecuencias a la larga tan fatales e ineluctables tal vez como lo pueda ser la purga “asiática" a la que (absortos) venimos asistiendo. ¿Las redes sociales las que salvaron a Erdogan en Turquía, como las que auparon en España a Zapatero tras el 11 de marzo? Menos lobo.

Los altavoces (más bien) de las mezquitas atronando los aires en medio de la noche y echando a sus fieles a la calle con sus llamadas a la guerra santa en auxilio de su presidente. Esa es la realidad -y a la vez el trasfondo -ideológico (de colusión escandalosa entre la gran prensa global democrática y el islamismo más retrógrado y radical) que aquella viene a dejar traslucir- que habrá pretendido ocultarnos la gran prensa global -y a la cabeza, el Pais, entre todos los medios españoles- en su versión de lo sucedido en Turquía, y en su análisis del fracaso del golpe.

No tema el Pais, no hay peligro de contagio de efecto llamada de la situación turca en la situación española como así fue en cambio en el 23-F. Al menos de momento. Ni tampoco quisiéramos hacer de casandras, buscando otear o auscultar eventuales ruidos de sables como lo hizo en su tiempo el colectivo Almendros. ¿Al abrigo del peligro golpista -o involucionista- el régimen democrático nacido de la Constitución del 78? Yo tocaría madera desde luego. El golpe en Turquía se habrá producido (nota bene) a escasos días a penas del atentado sangriento de Estambul que habrá puesto escandalosamente de manifiesto las fallas (graves) en materia de orden publico y de seguridad nacional del régimen presidencialista del actual mandatario turco.

En Francia, tras el tercer atentado islamista de grandes proporciones en el espacio de año y medio voces se alzan alertando en la emergencia de un situación de guerra civil (sic) en el horizonte próximo y el actual jefe de gobierno el socialista (oriundo) Valls parece darles la razón con unas declaraciones de ayer mismo en la que previene a los franceses que deben esperarse a nuevos atentados con lo que parece dejar a entender que lo peor (tal vez) aun esté por venir. ¿Estamos al abrigo los españoles de un nuevo escenario de atentado a gran escala como lo fueron los del 11 de marzo? La frustración guerra civilista de algunos podrían llevarles a imaginarlo y a propiciarlo como ocurrió (a todas luces) el 11 de marzo.

Como así parece indicarlo la radicalización anti-fascista de la alcaldía anti-sistema de la Ciudad Condal, concejales (y concejalas) y alcaldesa incluida, que estaban sin duda -los mismos sólo que con unos cuantos años más a cuestas- entre los que dieron el golpe de estado virtual que siguió al 11 de marzo. Los atentados de Atocha eran previsibles pero aparentemente nadie en España alcanzó a preverlos.

No así en el extranjero, en Bélgica por ejemplo, como lo dan a pensar las circunstancias extrañas que rodearon mi encarcelamiento (por uns horas tan sólo), precisamente en aquella fecha fatídica del 11 de marzo del 2004, a la siete y media de la maña -cuando entré por mi propio pie en la prisión de Forest, en el centro de Bruselas- en el preciso momento en el que empezaban a estallar las bombas en Atocha.

Más vale prevenir que curar. Y es de esperar y de desear que los militares españoles no echaron en saco roto -y mejor que los políticos, cabe también auspiciar- las lecciones del 11 de marzo. Y del 23-F

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