martes, julio 05, 2016

SAINT-EXUPÉRY Y EL MADRID EN ZONA ROJA

Vista del barrio de Argüelles, zona de Moncloa, en la posguerra, línea de frente durante gran parte del transcurso de la guerra civil española. Una zona emblemática en extremo de ese Madrid reconstruido -renacido de sus ruinas- que Agustín de Foxá cantó en uno de sus mejores poemas (en prosa), “Arquitectura hermosa de las ruinas” Y es altamente simbólico que el cantor del Madrid reconstruido se viera sumido en el olvido y el ostracismo a seguir al 45, y prevalecieran en cambio otros testigos de la guerra civil (del otro bando) -como lo fue Saint-Exupéry testigo de aquel Madrid (en zona roja) derruido por la guerra y marcado por la derrota. Una prueba (más) de la derrota española en el 45, el olvido (progresivo) de la Victoria en la memoria colectiva de los vencedores
Antoine de Saint Exupéry ¡válgame un santo de palo! que hubiera dicho uno de los personaje de Valle Inclán. España perdió la guerra mundial en el 45, o puesto en otros términos, el régimen de Franco se rindió a los aliados y los españoles (hablo de su inmensa mayoría) que estaban aun ensimismados en su tragedia (propia e intransferible) de la guerra civil ni lo notaron. Hubo no obstante grandes cambios si no en sus vidas de todos los días si en su horizonte inmediato, y en las estrellas que habían plagado hasta entonces -desde la Victoria del Primero de Abril- el cielo de su memoria que a partir de entonces se vieron sustituidas por otras estrellas y otros astros.

En mis años de universidad en los que viví sin darme plena cuenta del todo un episodio de guerra asimétrica de prolongación de la guerra civil del 36, que hacía estragos en la Complutense madrileña, asqueado del guerra civilismo aquél operé a partir de un momento dado un enroque o repliegue psicológico -e ideológico también- del que aquí ya hablé que me llevo a entrar en contacto con un grupo ajeno -a años luz- del ambiente que se vivía y respiraba en el campus de la Universitaria y en sus facultades, que arrastraban una etiqueta o imagen a fe mía dura y pesada ya por entonces a portar y era la de católicos pre conciliares, o en terminología que el caso Lefebvre pondría de actualidad apenas algunos años más tarde, integristas.

Verbo -pantalla de los amigos españoles (sic) de la Ciudad Católica (un grupo francés sobre el que gravitaba la sombra de haberse comprometido en la Colaboración sus dirigentes durante la segunda guerra mundial)- contaba con dos figuras de innegable relieve en la España de aquellos años y de su pasado inmediatamente anterior, y eran Eugenio Vegas Latapié, ya para entonces un tanto distanciado del grupo por razón de sus problemas de salud sin duda ligados a su edad, ya no tan joven, y el otro lo era Juan Vallet de Goytisolo al que ya evoqué (críticamente) en alguna ocasión en estas entradas, como lo hice también en mi penúltimo libro dedicado a Cataluña. Vallet era un católico apostólico romano (y catalán) fuera de toda sospecha, tanto en el plano religioso como en los planos político e ideológico. Más católico no creo que los hubiera en la España de entonces.

Y como es lógico en un hombre tan devoto, tenía sus devociones particulares que profesaba y difundía a través de la revista que animaba como de los libros y escritos de su cosecha. Las devociones de Vallet eran ya digo política y religiosamente escrupulosamente correctas, conforme a los baremos imperantes en el mundo surgido del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, léase el orden de Yalta, y de las que el denominador común como no podía ser menos lo era un ambivalencia ideológica que les hacia gozar del níhil óbstat, léase de la aprobación del magisterio eclesiástico (de la iglesia católica) pese a haberse visto asociados algunos de ellos al bando de los vencidos de nuestra guerra civil gracias a la circunstancia todo menos trivial de haber figurado -post mortem aunque solo fuera- en el bando de los vencedores del 45.

Y me viene a la mente dos nombre sobre todo que no puedo dejar de asociar al recuerdo que guardé de Juan Vallet de los años aquellos cuando le conocí y le traté en el marco del grupo aquél y de la revista Verbo. que él animaba, y me figuro que financiaba también. Y eran los de Simone Weil, escritora judía, voluntaria (sic) del lado rojo durante nuestra guerra civil -en la columna Durruti (¡un respeto!)-, y testigo presencial como ella misma lo confesaría después del fusilamiento de un joven falangista en zona roja, que se distanciaría mas tarde de aquel capitulo de su trayectoria, y sobre todo, Antoine de Saint Exupéry, del que la obra mas conocida y divulgada "El Principito", venia a ser una especie de libro de horas para Juan Vallet por lo mucho que lo celebraba y difundía y publicitaba. Y el escritor francés -y piloto aviador a la vez, como lo fue- vuelve ahora al primer plano de la actualidad- tras el descubrimiento -como un aparición- de su carnet de corresponsal de guerra en el Madrid rojo, expedido por la Junta de Defensa de la capital, donde estuvo por dos semanas en Abril del 37 y desde donde efectuó una visita a la primera línea del frente, en compañía de anarquistas que lo traían y lo llevaban desde su lugar de residencia en la capital asediada.

Y por ahí, por ese descubrimiento tan casual venimos a saber algo que hasta hoy se cubrió del mayor de los tabúes, desconocido del vulgo hasta hoy por lo menos, y que viene a resquebrajar no poco la imagen piadosa que el autor del Principito arrastro siempre hasta hoy entre los celadores de su memoria y de lo religiosamente correcto (y ortodoxo) de su figura , a saber, de alguien que se había descarriado como un pájaro perdido en la Cataluña de las primeras semanas de guerra, y que a la vista de tanto horror y tanta atrocidad de lo que había sido testigo presencial, había acabado huyendo chasqueado. No fue exactamente asi, sino que como lo venimos a saber ahora, el célebre aviador/periodista volvió -como el perro a su vomito (y con perdón)- a la zona roja, esta vez en un Madrid situado en primera linea de frente desde la ofensiva de Franco unos meses antes.

Y tal vez hubiera deseado pasar sin comentario alguno en estas entradas la noticia si nofuera por que en el reportaje que le merece al diario ABC fuera de toda sospechan se recoge una evocación que me habrá hecho dar un bote en el asiento por lo que me pilla de cerca. Y es la de las ventanas (sic) reventadas del barrio de Arguelles (sic) como cuencas vacías (sic) que miran a la Europa amenazada por Hitler. La frase -que transcribo aquí literalmente- figura con negrita en el texto del articulo, como si quisieran atribuírselas a Saint Exupéry, la que le sigue en cambio figura con las comillas propias de una citación textual en toda regla.

“En Europa hay veinte millones de hombres cuyas vidas no tienen sentido. Desde el fondo de los barrios obreros claman por el despertar” ¿Una referencia velada -en esa cita de Saint-Exupéry- al barrio de Argüelles mencionado en el reportaje, pese a la evidencia flagrante que no se trataba de un barrio obrero? No lo era por lo menos hasta estallar la guerra, si acaso lo fue después, por obra de las “okupaciones” y confiscaciones y apropiaciones que el dominio rojo trajo consigo, esa es otra historia.

Como sea, ese barrio de Arguelles el que yo nací y crecí -en una zona del mismo (Moncloa) que hoy ya no se llama así- renació después del Primero de Abril, completamente olvidada de los horrores de la guerra -y por ende de su experiencia en zona roja- es todo un símbolo del Madrid reconstruido (sic) renacido de la guerra que canto Agustin de Foxá en un poema celebre “Homenaje a las ruinas” de la posguerra inmediata (de antes del 45)

A Foxá, y a otros astros de las letras que brillaron como estrellas novas (o super novas) en la Victoria sucedería en cambio en el devocionario de Juan Vallet y de otros devotos como él, un Saint Exupéry, signo de los tiempos, de una rendición casi invisible, en el 45, a los aliados (por mediación vaticana)

2 comentarios:

  1. Anónimo9:50 p. m.


    he aquí un irónico artículo de Francisco Umbral con motivo de la caida de la Unión Sovietica en 1992

    http://urania89.blogspot.com.es/2016/07/la-caida-de-la-urss-vista-por-francisco.html

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  2. Umbral de nuestras culpas y pecados. Me he estado leyendo ese enlace que me indicas, y ese Umbral que se mostraba nostálgico del comunismo estaliniano o neoestaliniano un año apenas transcurrido de la caída del Muro y solo unos meses de la caída de Gorbachev y del desmantelamiento de la URSS me parece tan poco creíble -políticamente me refiero,- como cuando saludaba puño en alto -hay alguna foto así de él- que a Jaime Campmany le parecía que era como si fuera agarrado de la barra del tranvía o como cuando se metió en una manifestación comunista con Carrillo que los dejó tirados a él y a los demás manifestantes ya por las Rondas, y fue él el que tuvo que dar la arenga final en la plaza de Antón Martín (¡menudo cuadro, a saber lo que les diría!) Lo que nunca olvidaría -con su memoria de elefante- ni le perdonaría al marques de Paracuellos.

    Ese es el el Umbral de la movida madrileña, el que más se vendió siempre por ahí fuera, en particular en los ámbitos universitarios (sustancialmente en Francia) Yo prefiero quedarme con la parte mas válida y perenne de su obra escrita -tanto literaria como periodística- y también con la fase fina de su trayectoria, la de su largo viaje a la derecha (sic) que evoca en el ultimo de sus títulos “Amado Siglo XX”, que viene a ser el último de su testamentos literarios (que tuvo varios)

    Y este último se me antoja que es el Umbral que se ha puesto ahora de moda (sic), si hay que creer a un umbraliano del mayor relieve que así me lo manifestó esta última vez que estuve en Madrid, hace unas semanas. Saludos y gracias por el enlace

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