sábado, julio 02, 2016

PESTE (BI) SEXUAL

Cartelera del film Casanova (1927) El célebre aventurero veneciano fue un espíritu de su tiempo, hijo de las Luces -fiel nota bene al Antiguo Régimen-, y completamente emancipado de la moral sexual (judeo cristiana) que había heredado por su educación y su herencia familiar. Se le atribuyeron -verdad o leyenda- centenas de aventuras y conquistas amorosas. Casanova fue contemporáneo del barón d'Eon al que llegó a conocer personalmente -y que le pareció una mujer-, un caso insólito de travestismo para su época (se disfrazaba de mujer al vaivén de sus misiones de espía al servicio del rey de Francia Luis XV, cuando aquellas así se lo exigían) El travestismo, el bi sexualismo fueron un fenómeno excepcional y completamente atípico en la historia de la civilización europea. Nunca llegaron a ser la regla, ni la opción mayoritaria de la sociedad. Ni aún en las épocas de mayor decadencia. A lo sumo (como ahora) una epidemia
Marxismo/feminismo (m/f), un signo aciago de los tiempos que vivimos. Es lo que me venía a la mente a la vista de unos carteles de propaganda que aparecieron hace dos o tres meses en el barrio en que resido en Bruselas que me dejaron asi de entrada de piedra y era por tratarse de propaganda de un movimiento kurdo de lucha armada en el que se veían milicianas españolas de zona roja durante la guerra civil del 36 a toda plana. Las que a todas luces ese movimiento revolucionario kurdo marxista o neo marxista revindicaba y hacia suyas -léase correligionarias- con tantos años (décadas) de distancia.

La sexualidad -mal sagrado lo llamó Umbral-, se merece sin duda un estatuo (especial) de tolerancia por múltiples razones- el fenómeno de lobby en cambio que homosexuales, (incluidas sus variantes “bi-” o “trans-”) y lesbianas protagonizan en las sociedades occidentales y del auge que habrá venido cobrando en las últimas décadas se merecen no obstante una respuesta política, a la medida de la politización que ese movimiento o corriente de opinión o fenómeno de sociedad- todo junto y bien revuelto- desde hace años a esta parte viene experimentando. El bisexualismo (sic) -lema que preside este años la fiesta del Orgullo Gay- es la gran novedad, el nuevo talismán destinado a captar y a convencer incautos.

Son o se dicen bisexuales (sic), y quieren imponer su bisexualismo a todo el mundo, léase verlo reconocido (y celebrado) por todos, como aquel bisexual que me tocó en suerte en la prisión de Forest en Bruselas, en los días que me vi recluido en la celda colectiva de su anexo psiquiátrico (mayo del 2000), español residente en Inglaterra, en tránsito en Bélgica donde se vio detenido (con “su señora”, inglesa) por trafico de drogas -de una familia de derechas según él decía, hijo (para más inri, de un comisario de policía (sic)- que se reivindicaba a si mismo “draak queen” ("drag queen" que me diga), lo que tuve que traducir, que a fe mía que yo no sabia lo que era aquello, que cuando me fui de España bastante joven -en el 74 prácticamente hasta hoy- nunca oi hablar de eso, ni tampoco en Bélgica en los ambientes (normales) en los que mi vida habrá discurrido los años (treinta ya) que aquí llevo residiendo.

Y que -¡ingenuo de mí!- me permití ante el homosexualismo tan descarado de que aquel individuo daba muestras- una mirada, un palabra (escueta) de ironía discreta oyéndole hablarme de su mujer (sic) detenida a la vez que él, y presa en la cárcel de mujeres al lado de la nuestra, ante lo que me echó encima una mirada de amenaza (y de celos) sin el menor equívoco ni disimulo, acompañada de interjecciones vocales de lo más elocuentes y expeditivas. Matrimonio indisoluble por partida doble, así reza -tal y como me lo predicó el español aquél de pesadilla- el ideal, el sueño o alucinación que persiguen los adeptos y propagandista de lo que se puede denominar ideología bi sexualista, una variante del homosexualismo (como ideología) Maridos por partida doble -con marido y con señora a la vez- y que la sociedad se lo proteja y reconozca. Un paso más en la línea del matrimonio para todos versión francesa, en lo que cabe calificar de variedad “typical spanish”.

“¡España y yo somos así señora!", reza la pieza teatral “En Flandes se ha puesto el sol” ¡Y si aquellos viejos capitanes de Flandes tan machos y tan seductores levantaran la cabeza! El bisexual español aquel (¡vergüenza patria!) venía a darme a entender con su reacción de celos y amenaza aquella que como tal él tenía derecho al amor de un hombre (o de varios a la vez) y al amor de una mujer al mismo tiempo, y que todos los demás -a comenzar por el español aquél que le había caído en suerte allá dentro- se lo reconocieran, en la vida civil, en la profesional, como por dentro o por fuera de los barrotes aquellos. ¡Una de las experiencia mas duras y mas surrealistas de mi vida sin duda la cohabitación forzosa con el bisexual español aquél en la cárcel de Bruselas! ¡Y buenos aprendices de brujo los que le pusieron allí conmigo en la misma celda colectiva (junto con otros cuantos, hasta diez creo que llegamos a juntarnos allí dentro , en un espacio de dos metros por cinco o por seis que mucho más no creo que midiera el cuartucho aquél en donde pasé dos semanas preso)!

Lo que me da derecho o me reviste de fuerza moral (creo yo) a la hora de echar (modestamente) mi cuarto da espadas en este tema aún más polémico que escabroso. Doctores tiene la madre iglesia reza el refrán, pero está claro que en ella antes del concilio se había perdido ya hacía mucho la libertad de expresión de la que habían gozado en tiempos antiguos -pongamos desde la revolución francesa-, y que tras el concilio vaticano segundo se diría que perdieron en cambio (sin remedio) el arte de los distingos que tanto caracterizó y distinguió al magisterio eclesiástico y a la escolástica que inspiro aquél durante siglos. Lo que compromete fatalmente de entrada el éxito de su mensaje sexual en el seno de la sociedad y de cara a la opinión publica, y pone al descubierto el flanco mas débil de su estado eclesiástico, a saber la disciplina del celibato -un secuela, su supervivencia hsta hoy, de la derrota católica (y española) en la Guerra de los Treinta Años-, que les impide el ser hombres (de carne y hueso) en la acepción plena del termino, o en otros términos, condenados a ser impúberes (como quien dice) y a no alcanzar la madurez en todos los planos de su personalidad -incluido todo lo referente a la sexualidad- para el resto de sus días.

¿Qué de extrañar pues, que esa norma disciplinaiar se vea hoy en la picota -desde ya hace años- por razón de la plaga de abusos de menores que sigue sacudiendo a la iglesia/católica (aunque ahora se hable de ello un poco menos) desde que se declaró como tal (“urbi et orbe”) en los tiempos del pontificado del papa Juan Pablo II? Y muestra a la vez de lo inconfortable de la situación del magisterio en temas de sexualidad la atonía que parecen dar muestras ahora. ¿Por qué no levantan la voz si no -con palabras de esclarecimiento y no esgrimiendo (de nuevo) los interdictos y tabúes de siempre- en esta nueva ofensiva del movimiento gay en materia de bisexualismo?

De peste sexual (sic) calificó el régimen nazi al mensaje en materia de moral sexual que arrastraba la tradición judeo cristiana? ¿Y cómo calificar de otra forma -sin que se nos cuelguen ipso facto etiquetas o sambenitos- esa nueva epidemia sexual que nos cae ahora “en gracia”, como le tocó enfrentar -hace ahora diez y seis años al autor de estas líneas? Frente a la agresión de esta nueva epidemia (bi) sexual, artificialmente propagada: profilaxis, tanto en los planos político social como personal e individual. Y llegado el caso ¡la puesta en cuarentena! Sin trampa ni cartón en mis entradas

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