jueves, julio 28, 2016

¿JAQUE AL REY?

Alfonso XIII fue victima de chantaje de la izquierda española tras el final de la Dictadura de Primo de Rivera. La alteración o suspensión de las garantías constitucionales que el Directorio militar trajo consigo se justificaban ampliamente por la crisis de confianza que atravesaban el sistema político y la sociedad española de resultas del Desastre de Annual, una de las grandes catástrofes de nuestra historia contemporánea. Se le exigieron responsabilidades políticas de aquello al monarca vía las elecciones, y al ser eso insuficiente, a través del golpe insurreccional que trajo a la República. Un escenario comparable mutatis mutandis al de “la cuestión monárquica” en Bélgica (1950) que tuvo de desenlace la abdicación del rey Leopoldo III acusado de colaboración con el Nuevo Orden por la izquierda belga (socialistas y comunistas) que desataron una agitación callejera insurreccional tras haber perdido el referéndum, como perdieron los partidos republicanos en España justo antes del 14 de abril. ¿Jaque al Rey como entonces, el chantaje guerra civilista -léase el bloqueo y la amenaza de ruptura institucional (y constitucional) por parte de la izquierda- a lo que ahora estamos asistiendo? ¡Vivir para ver fantasmas míos!
Dentro de unas horas a lo sumo, cuando estas lineas vean la luz lo más tardar, se sabrá la respuesta de Mariano Rajoy -no exactamente, cabe apostar, la del pastor a la pastora, como los franceses dicen (de despecho a la vez y de impotencia)- a una eventual demanda del rey Felipe VI con vistas a la (nueva) sesión de investidura. En la situación de bloqueo total en la que nos encontramos todo parece posible. Rivera le ha pedido al Rey un gobierno de consenso amplio (sic) y limpio (sic), léase sin Rajoy, y Sánchez a seguir, seguro que hará lo propio (y en el momento de cerrar estas líneas, los ecos de su reunión con el Rey nos lo confirman) Tiene lógica su cerrazón aparente que tanta irritación produce (y nos produce, seamos francos), no deja de ser no obstante una lógica implacable y aplastante de signo guerra civilista, faltaría.

El argumento subliminal por detrás del ultimátum de los dos líderes de la oposición mencionados lo es que hay una mayoría absoluta de españoles que no han votado al partido más votado, lo que exige según ellos -al contrario de la costumbre imperante en la mayoría de los países occidentales- que el partido más votado se vea puesto en minoría, léase renuncie a formar gobierno, lo que daría fatalmente paso un gobierno escorado a la izquierda, con lo que, primo, parecen postular una mayoría de izquierdas (inexistente hoy por hoy) en el conjunto del electorado en la España actual y secundo, vienen a destapar el secreto a voces que lo de Rivera -y su partido de Ciudadanos, que nos vendieron al nacer como estando situado a la derecha (léase en el centro derecha)- de centrista o transversal tiene poco, en lo que a él se refiere quiero decir y a los que manejan el cotarrodel partido,  no a una gran parte de su (incauto) electorado, mayormente de derechas.
Y por ahí viene a salir a relucir otra de las secuelas de esa guerra civil interminable del 36 que vengo denunciando en estas entradas sin pausa ni descanso desde ya hace un rato. Partidos aparentemente transversales, como lo fue -¿sigue existiendo?- la UPyD de Rosa Diez, una mujer político, de aparato (del PSOE), en su primera época, o como Ciudadanos lo son sólo en apariencia, tal y como nos lo viene demostrando un líder tan mediático como Riviera desde que se abrió la crisis política por la que atravesamos y como no dejó de destaparlo la ex-socialista vasca -dejando aparte sus cualidades personales de valor y de credibilidad que no le discutimos- el pasado año en la elección de presidente del gobierno del principado de Asturias decantándose con sus votos decisivamente a favor del candidato socialista, como cabía prever por cierto.

Una escora flagrante (a la izquierda) que viene de los tiempos de la transición política y que se vería acentuada en el sistema político español actual tras el desenlace de la tentativa de golpe de estado del 23-F. En la desnazificación rampante e interminable del régimen surgido de la victoria del 36, sobreviviente de una manera u otra a la muerte del anterior jefe de estado gracias a una transición sin ruptura o al menos sin ruptura formal y aparente, estaba claro que ese proceso irreversible -de un innegable signo izquierdista- debía proseguirse despacito y buena letra, y está claro que el partido de la derecha (o derechona como decía Umbral) va -desde su fundación- de malo de la película, léase de supervivientes del régimen tan denostado, y ofreciendo como tal un perfil de obstáculo a eliminar a mas o menos corto plazo. Eso es así, tan evidente ademas como un teorema o como un axioma indemostrables sin  necesidad de mayores abundamientos, si la historia de cuarenta años de democracia a la española no estuvieran ahí para ilustrarlo y corrobarlo. Por mas que se vea rodeado de un tabú insuperable hasta hoy en los análisis de los medios.

Y la ventaja de la situación actual -¡bendita fatalidad! O felix culpa!- lo sea tal vez precisamente que esta crisis interminable cada día que pasa a cada lance que se sucede entre los protagonistas de la clase política, parece poner ese tabú un poco más al destape todavía. Y la eventualidad -caveat Rex!- de una nueva oportunidad a Zetapedro que se viera coronada esta vez por el éxito lo dejaría todo claro de una vez por si dudas había, a saber la actitud intratable, intransigente, de una oposición de izquierdas (y centro izquierdas) que apuesta por la confrontación ideológica -no quieren a Rajoy por razón (ellos mismos lo dicen) de ideología, o si se me apura, de un a priori anti-corrupción que tiene todo de una posición sectaria y puramente ideológica, se mire por donde se mire- y vienen propiciando la ruptura institucional a toda costa, en resumidas cuentas. ADDENDA No acabé aún de redactar este articulo cuando se nos anuncia que Mariano Rajoy ha aceptado el encargo del rey de formar gobierno, sin garantizar no obstante (sic) -así rezan los despachos de los medios- que vaya a presentarse a la investidura.

Esta frase habrá desatado la histeria y la baba como con el perro de Pavlov en las filas de la oposición y en el sector (mayoritario) en los medios que le secundan, que se han puesto esgrimir todos unánimes el articulo 99 (par.2) de la constitución y a interpretarlo todos unánimes igualmente, como si no cupiera interpretarlo de otra forma. Caja de sorpresas la constitución española, esta del 78 como todas las que le precederían. Un juguete peligroso con el que se no juega impunemente sin atenerse a las consecuencias, como jugaron interpretándolo tendenciosamente los juristas irresponsables -de los que (por lo que sea) no reza la historia- que prepararon el terreno a la llegada de la II República, que acabo con aquella constitución como no cabía menos esperar, por monárquica y obsoleta, sacándose de la manga su mentores e instigadores otra nueva.

El articulo ahora enarbolado en plan de hacha de guerra por algunos indica y explica los tramites a seguir para la formación del nuevo gobierno tras el desenlace electoral, pero de ninguna forma -cotra lo que pretenden estos exégetas y la interpretación tan integrista (sic), léase literal, que es la suya- obliga a un candidato a presentarse a una votación de la que conoce el resultado (desfavorable) de antemano, como ocurre ahora tras el anuncio de Sánchez de que votarán en contra (sic) él y los suyos a una investidura de Rajoy. Puro sentido común, seny, que le dicen los catalanes, esa interpretación -no normativa- de un texto constitucional que algunos nos están tirando ahora a la cabeza como si fuera. ¿Era eso acaso lo que estaba insinuando Mariano Rajoy, si no se siente en verdad obligado -ni en virtud de la constitución ni en conciencia- a someterse a la votación? Si fuera así, si volviese a renunciar a presentarse a la investidura ¿que sucedería pues? ¿dejaría paso a otro candidato de su partido? ¿Y si este -o esta- a su vez declinasen la responsabilidad?

Como sea, el abanico de hipótesis o posibilidades no nos ofrece un panorama muy risueño que digamos en el horizonte inmediato. Al contrario, el fantasma del chantaje guerra civilista -de la ruptura institucional (y constitucional)- al que hice alusión al comienzo de estas lineas cobra más fuerza si cabe y se presenta ahora, tras el desenlace de la jornada de entrevistas egregias, más espectral y amenazante que nunca. ¿Cederá el monarca al chantaje institucional de la izquierda? Jaque al Rey, el plante guerra civilista anti-Rajoy al que atónitos asistimos

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