IGLESIAS Y RIVERA, UNA COMPARACIÓN ODIOSA

Tarde de quirófanos, tarde sangrienta el pasado domingo en la Monumental madrileña, Cogida gravísima (en la foto) del diestro sevillano Rafael Serna en el ultimo toro de la primera novillada de la temporada en las Ventas, que presencié -hasta el final, acompañado de mi hijo- desde una de las andanadas del tendido de sombra que se quedó casi desierta -sin duda de turistas extranjeros-, tras el primer pinchazo de estoque (en el segundo toro) de la tarde. Cincuenta años después (sic) de haber puesto yo el pie en una plaza de toros por vez primera y única en mi vida. En la vida hay momentos, situaciones en las que hay que definirse, como me ocurrió va hacer ahora tres años en tema catalán (que me costó mi blog de Periodista Digital) y más exactamente en relación con el habla catalana. Y como me ocurre ahora en tema taurino, algo en lo que nunca me sentí no obstante anti, y sí anti de los anti en cambio, sobre todo por cima de los Pirineos. La fiesta taurina -un arte marcial en sus prístinos orígenes- forma parte indisociable de la idiosincrasia española desde los tiempos de la Reconquista. Hay que rendirse a la evidencia. Y en ninguno de esos dos temas que aludo se definió verdaderamente hasta hoy el oriundo (descendiente de andaluces) Albert(o) Rivera, ni lo hará. Porque ni puede hacerlo ni le interesa

Rivera o Iglesias, Iglesias o Rivera. El dilema que se plantea a muchos en la crisis política por la que atravesamos los españoles. No me caso con nadie (una forma de hablar y no otra cosa) Ataqué (sañudamente incluso) a Podemos y a su líder de la coleta en un libro -“Guerra del 36 e Indignación Callejera”- que publiqué hace ahora un año antes o que me parecía una amenaza inminente -que sólo se confirmó de forma localizada en Madrid y en algunas otras (grandes) ciudades- de cara a las elecciones municipales de mayo del pasado año. Iglesias es vallecano, creo, así viene vendiendo desde luego su persona -quiero decir su perfil biográfico- y su mensaje ideológico en los medios desde sus irrupción fulgurante en la política española y justo antes en la el universo de los medios, y de las redes sociales.

Vallecas es un barrio populoso -y popular- de Madrid que arrastra de antiguo un problema de imagen entre el conjunto de los madrileños y también del resto de los españoles, tal y como lo dejé sentado en el libro mencionado, mutatis mutandis no muy distinto del que arrastra puertas afuera España y el conjunto de los españoles y a fe mía que tras treinta años (y más) residiendo por cima de los Pirineos sé un poco de lo que hablo. Un imagen guerra civilista remontándose a la guerra civil del 36 como en esa obrita ya lo dejé suficientemente explicado y como lo he venido haciendo regularmente en este blog desde hace ya tiempo.

¿Pura imagen de fachada, careta o disfraz que algunos se siguen empeñado en cultivar y en alimentar por todos los medios? Algo así me veo obligado a concluir tras la incursión (no se me ocurre llamarlo de otra forma) que allí hice -y no era la primera- hace unos días durante esta última estancia mía en Madrid, buscando distribuir mi último libro “Krohn, el Cura Papicida”, recorriéndome a ese efecto el barrio de une extremo al otro, desde el puente de Vallecas -junto a la M-30- hasta el barrio de Congostro, y desde el antiguo cerro del tío Pío hasta la zona de Palomeras Bajas junto a la Asamblea de Madrid. Y donde a mi gran sorpresa encontré librerías que aceptaron recibir ejemplares de mi libro en depósito.

Y en guisa de consecuencia me siento en condiciones pues de concluir también que ese Vallecas que dicen o parecen querer representar los de Podemos y su líder tan vallecano, es pura entelequia que funde rápido al sol de la realidad, léase de la aproximación sociológica (o politológica) mas allá de resultados electorales que de una elección a otra no dejan de confirmar lo cambiante, lo errático y lo volátil de los mismos. ¿Abocado acaso el líder de la coleta a a acabar rindiéndose a la evidencia, a emplear el lenguaje de las realidades demográficas, culturales y sociológicas? En la entrevista que le publica hoy el diario belga Le Soir da Iglesias muestras desde luego de una moderación sorprendente en abierto contraste con la imagen que daban de él todavía no hace mucho esos mismos medios belgas, lo que venía a dar también la tónica del conjunto de la francofonía.

Y esa es la tónica también que se desprende de su intervención en el debate a cuatro del pasado lunes. Como queriendo así desmentir y contradecir la imagen en negro -frente populista- que viene dando incansablemente de él los medios de la prensa global que a todas luces ya tiene su tapado, léase un candidato ya elegido de antemano. Y ese candidato contra lo que en estas paginas y en el libro que les dediqué creí deber defender y denuncia no parece que lo sea Pablo Iglesias -o si lo fue dejó de serlo-, sino su mas directo rival a saber el líder de Ciudadanos, Alberto Rivera. De veleta lo habrán calificado algunos representantes del partido en el gobierno (en funciones) Alguien no muy de fiar desde luego, políticamente me refiero.

Y esa es la imagen que habrá confirmado su intervención en debate a cuatro. Un oriundo (léase descendiente de no catalanes) nacido y crecido en Cataluña que alardea de defender el castellano y que no dijo hasta ahora (prácticamente) ni pío sobre el tema candente de la inmersión lingüística. Un taurino de antiguo como lo son mayoritariamente a no dudar en su medio sociológico de preferencia, que guarda un silencio enigmático y sospechoso desde hace ya un buen rato sobre el tema, buscando a todas uces no indisponer ni indisponerse con catalanistas.

Una trayectoria la suya pues de sentido contrario a la del autor de estas líneas, que acabo posicionándose contra el habla catalana, léase contra su imposición por la vía legal (léase autonómica) en todo el territorio (autonómico) de Cataluña, y también a favor de la fiesta taurina, como habré acabado consumándolo en mi reciente visita a Madrid tras la friolera de cincuenta años (de adolescente) sin haber pisando una plaza por mi asistencia en compañía de mis mas allegados a una novillada en la Monumental de las Ventas. Tarde de quirografarios, sangrienta, como la calificaron los cronistas madrileños, con dos corridas una grave y otra gravísima.

Sangre de toros y de toreros, que no desmerece en absoluto de la sangre fratricida -la que se vierte en una guerra civil y en sus secuelas- en valor expiatorio y propiciatorio, ante el Destino o ante la Historia Y a fe mía que no dejé de pensar la tarde de toros madrileña -sangrienta y bella y soleada al mismo tiempo- en el guerra civilismo de Pedro Sánchez y en ese comparsa suyo de excepción como se habrá destapado al final, que es Albert(o) Rivera