jueves, junio 30, 2016

EJÉRCITO DEL PRIMERO DE ABRIL, RENDIDO PERO NO VENCIDO

En esta obra -"Depoimento", en español "Deposición"-, considerada el testamento político de su autor, exiliado en el Brasil en el momento de su publicación, se denunciaba el papel crucial en la incubación del Movimiento de las Fuerzas Armadas que hizo eclosión el 25 de Abril del 74 a cargo de los llamados oficiales “milicianos” -de complemento, de extracción universitaria- que según Marcelo Caetano habrían contagiado -por su labor de zapa y adoctrinamiento- a sus compañeros de armas (de academia) envueltos en la guerra colonial el espíritu marxista radioactivo que se respiraba -doy fe de ello- en las universidades de la metrópolis en vísperas del 25 de abril y que alimentaban en gran parte las instancias eclesiásticas de la iglesia portuguesa a favor de los vientos subversivos (del orden establecido) que propagó -particularmente en el mundo luso/hispano- el concilio vaticano segundo. El ejercito portugués -aún sin verse derrotado militarmente- se rindió de forma total y completa, tras el 25 de abril, no así el ejército español vencedor de la guerra civil que lo hizo de forma condicional -y honrosa- al final de la Segunda Guerra Mundial en el 45
Julio Rodríguez, general en retiro y ex-jefe de la JEMAD acaba de tratar a los votantes del PP -y en menor medida a los del PSOE- de gente peligrosa (sic) por carecer de ética (sic) o por no dejarse guiar por ella (o algo así) Ética es un palabra talismán que se empezó a oír mucho en España por vuelta de la mutación cultural que se produjo en la sociedad española y en particular en sus esferas intelectuales y en su estamento universitario en la segunda mitad de la década de los sesenta. Sin duda a modo de alternativa o con voluntad de remplazo de la palabra moral y de todas las connotaciones -en lengua española más sin duda que en otras lenguas extranjeras- que esa voz arrastraba desde el fondo de los siglos.

La ética era por propia definición de izquierdas, anti-capitalista. Irreductiblemente opuesta al mundo sin leyes, sin ética ni nada que se le pareciera del capitalismo salvaje que encarnaba a los ojos de muchos la potencia rectora a escala del planeta -entonces mucho mas que ahora- a saber los Estados Unidos, enfrascada en una guerra entonces en el Vietnam que consiguió movilizar en su contra a los universitarios del mundo entero (o casi) en nombre de la ética, léase por motivos de conciencia. Una ética anti-militar o anti-militarista contra la guerra era la de ellos.

Y ese espíritu estuvo a punto de propagarse y contagiar o contaminar por entero al ejército español por aquel entonces, en un secuela no cabe mas directa de la revolución (marxista) de los claveles en Portugal y de la desmoralización y del espíritu de derrotista que vendría clamorosamente a poner de manifiesto un ejercito portugués que daba asi por perdida la guerra colonial en la que se había visto enfrascado desde hacía mas de un década en los territorios del Portugal ultramarino en Africa o en el Océano Indico.

Los oficiales “úmedos” fueron una criatura del MFA (movimento das forças armadas) ariete decisivo del movimiento revolucionario del 25 de abril en Portugal. El MFA fue la puñalada por la espalda a un Portugal enfrascado en un conflicto exterior -contra fuerzas beligerantes claramente apoyadas por países colindantes de su imperio colonial y con la instigación directa de una de las grandes potencias del planeta entonces la Unión Soviética- y lo fue de donde menos se lo esperaba. El ejército portugués -”una espantosa maquina de matar”, como le calificó delante mía (y en tono admirativo) uno de sus antiguos suboficiales preso conmigo en la cárcel portuguesa, antiguo combatiente en Angola- se cansó de pronto de continuar la lucha en una guerra a la que no veía salida y en la medida que dejaron de creer en la victoria acabarían fatalmente viéndose derrotados.

Ley de guerra. Y así, por la misma lógica de su rendición abrazaron de golpe unánimes un espíritu izquierdista -y en algunos casos incluso de izquierda extrema- que seria detonante decisivo en la efervescencia revolucionario que se seguiría al 14 de abril y al derrumbe -como un juego de cartas- del Estado Nuovo. Otelo de Carvalho uno de los héroes del MFA y cerebro del golpe que desató el 25 de abril -y que acabaría encabezando el ala más radical del MFA- había sido un ferviente partidario del régimen anterior como pude percatarme por una foto que circulaba en la cárcel de máxima seguridad de Vale de Judeus -en donde estuve preso- en la que se le veía de uniforme muy joven, posando para los fotógrafos junto con todos los miembros de su promoción, rodeando al antiguo jefe de gobierno Antonio de Oliveria Salazar, en el centro de la foto. Y su caso fue la regla entre las figuras mas destacadas del MFA a sus mas altos niveles incluso.

Spínola que encabezó oficialmente el movimiento revolucionario -y que fue el primer presidente de la república tras el 14 de abril-, arrastraba un historial sin mancha y sin reproche al servicio del Estado Nuovo, de mucho antes incluso de la guerra colonial. Y de lo inequívoco de su compromiso (ideológico) de antiguo daría idea su participación –a título de observador- en la guerra civil española por el bando nacional y en la Segunda Guerra Mundial del lado alemán, en el frente de Stalingrado. El de Spínola fue ejemplo emblemático de perdida de fe en el triunfo final, de esa moral de victoria consustancial a un alto mando militar en situación de guerra. To be or not to be. Ser o no ser. Cuestión de vida o muerte -léase de triunfo o de derrota- la moral de victoria en el seno de un ejército y mucho mas aún en sus altos mandos.

Y Spínola a todas luces dejó de creer en la victoria a raíz del raid aéreo de noviembre de 1972 -quinientos kilómetros selva adentro- contra el palacio presidencial de Sekú Turé en Guinea-Conakry que contó con su alto patrocinio, y que dirigió y llevó a cabo -con gran intrepidez y en una muestra de heroísmo excelso- el mayor (comandante) Alpoim Galvao, uno de los pocos oficiales de prestigio que no se sumaron al MFA. La operación de alto riesgo aquello consiguió infligir grandes bajas al enemigo ademas de la liberación de militares portugueses allí encarcelados, pero fracasó en su objetivo estratégico (y político) supremo, a saber la persona (y la vida) del presidente guineano, que no se encontraba en el palacio presidencial en el momento del ataque. Y fue a partir de ahí, de aquel fracaso estratégico cuando Spínola se puso a buscar un futuro a Portugal, léase una solución política descartando toda solución militar a partir de entonces, y renunciando así a la victoria.

El ejercito español ¿sirvió acaso de modelo o causa ejemplar al ejército portugués, o de precedente al menos? Un hipótesis (no más que eso) que me viene de improviso a la mente en el plano de las comparaciones históricas (no menos odiosas) y que exige distingos y salvedades imprescindibles. El Estado Nuovo surgió de un golpe militar -la “arrancada de los generales” (Gomes da Costa, Mendes Cabeçadas, Carmona) del 28 de mayo de 1926 (durante la Dictadura de Primo de Rivera)- del que a creer declaraciones que leí hace ya bastante años del ex-jefe de gobierno (socialista) Mario Soares, fueron instigadores  directos los servicios de información del ejército portugués en la persona de un oficial de alta graduación, Sinel de Cordes, responsable supremo de aquellos, del que retuve el nombre pero del que no reza la historia, sin duda por el secreto que le rodeó en vida e igualmente después de muerto.

El régimen de Franco en cambio surgió de la victoria en una guerra civil, y eso explica sin duda que las rendiciones que operaron tanto uno como otro, tuvieron consecuencias y alcance tan distinto en un caso y otro. La del ejército portugués no fue propiamente hablando una rendición militar de resultas de una derrota -ya que no hubo tal- sino causada por factores de índole primordialmente político. En el caso español no hubo ni eso siquiera, el ejército español vencedor del primero de abril del 39, no se rindió, lo hizo el régimen, pero el estamento castrense permaneció fiel al espíritu de la Victoria. Hasta hoy. En otros términos, el ejército vencedor en la guerra civil no reconoció la derrota de las potencias del Eje aliados suyos durante la guerra civil española y que en esa misma medida fue también (en parte) al suya propia. No firmó -por parte de su supremo representante, Franco, ni de ningún otro-, ni paz ni armisticio ni acta de capitulación siquiera ante las potencias aliadas vencedoras en el 45 y firmantes del tratado de Yalta.

Pero la claudicación de Franco sirvió de causa ejemplar -y motriz-, de precedente o como se le quiera llamar sin duda a la capitulación de Spínola, compañero de armas de aquél desde los tiempos de la guerra civil española y del Pacto Ibérico. En el caso portugués, la rendición del mando (operacional) supremo trajo como consecuencia el derrumbe del régimen, en el caso español en cambio no, traduciéndose en cambio por un proceso de desnazificación o desfascistización o desfalangistización del régimen que no evitaría la prosecución de la guerra civil interminable en episodios sucesivos de guerra asimétrica que se irían escalonando hasta nuestros días. Y botones de muestra de la diferencia irreductible entre la rendición total e incondicional del ejercito portugués y la rendición condicional del ejercito español en el 45 lo son sin duda tanto el caso de los “úmedos” ya citado anteriormente, como el del ex-JEMAD que nos ocupa, que se metió en política (activa) solo tras pasar a la reserva.

Y lo ilustra también su trayectoria a la sombra de la anterior ministro de defensa Chacón que hizo de él su hombre de confianza, frente a una institución que ella desconocía por dentro y de la que sin duda desconfiaba, algo de lo que da muestras también el apodo -del Rojo- con que le apodaron sus compañeros de armas. El ex JEMAD Rodríguez, el ex-teniente Segura, la ex-comandante Cantera, el ex-coronel Martínez Inglés, los “úmedos” del tardo franquismo: una lista expresiva y elocuente de disidencias abortadas en el seno de la institución que ésta acabo arrojando de su seno.

Y por eso hablaban y seguirían hablando tanto sus protagonistas ante la indiferencia olímpica de una institución -el “coloso triste” le llamó no poco admirativamente Umbral- que les oye como quien oye llover. Un ejército triste y mudo pero invicto. Que evitó el morder el polvo de la derrota. Y fiel a un código del honor al que el ex JEMAD Rodríguez antepone a todas luces su propia ética

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