La candidatura de Donald Trump se habrá visto reprochado el guardar silencio ante el apoyo que se habrá visto ofrecido de sectores supremacistas blancos (léase el Klan) Barak Obama no habrá guardado menos silencio ante el auge, los años de su presidencia, de grupos supremacistas negros. Como sea, es un hecho que el auge de la candidatura de Trump traduce un respingo colectivo de ese segmento demográfico de la sociedad norteamericana compuesto por los blancos (de origen europeo)Los Estados Unidos son -o siguiendo oficialmente al menos- la primera potencia del planeta. Lo que ocurre en ella promete o amenaza pues seriamente con despejarnos el futuro o hipotecárnoslo (seriamente) en cambio y merece por lo tanto nuestra atención a costa aunque sea de tener que vecer esa imposibilidad moral (¿invencible?) que arrastran muchos españoles de interesarse (poco o mucho) en lo que ocurre en el mundo, o simplemente de puertas afuera.
¿Te doy las gracias señor de no ser como ellos? (parodiará aquí tal vez alguno) Hay de todo por cierto -en la viña del señor- pero la tónica dominante de antiguo fue la que aquí apunto, que me hizo sentirme (un poco) un bicho raro desde muy joven, porque mis próximos, mis amistades no comprendían los pollos a pelar que yo me tomaba por lo que sucedía de puertas afuera en el extranjero, por ejemplo por culpa del mayo del 68, que nadie o casi nadie -en los ambientes universitarios que yo frecuentaba por entonces- siguió con la misma aprensión y la misma actitud de puesta en guardia que yo, y menos aún los de una generación un poco mayor de edad que la nuestra.
La victoria de Donald Trump en Indiana que anuncié ayer de madrugada en mi blog -una primicia informativa estoy seguro en Internet (en lengua española)- les trae al fresco (con perdón) a muchos, estoy seguro, tanto entre los que simpatizan (potencialmente) con él y con sus posturas como entre los que de él abominan. No son unas elecciones presidenciales USA no obstante como otras cualquieras.
El fenómeno Trump, por el radicalismo de sus posturas -y también el de las oposición que fatalmente levantan-, por su calado -a nivel de mobilización de masas-, y por las expectativas y esperanzas que despierta o hace nacer de un lado, y las presiones y miedos y fobias que suscita en el lado opuesto, conforma uno de eso signos mayores de los tiempos que nos invitaba a escrutar con la mayor atención el concilio vaticano segundo aunque en el espíritu de los padres conciliares aquella admonición no fuera más que una simple coartada afín de llevar a sus ovejas y borregos a la izquierda que era el lado del que soplaba -o parecía soplar- el viento en aquella época.
Los Estados Unidos son una sociedad en estado de postración y de crisis profunda. Como lo ilustra un estudio reciente de un nobel (norteamericano) de Economía que sale ahora a relucir al socaire del fenómeno Trump y que habrá sacado a la luz la amenaza de extinción que planea de pronto sobre todo un segmento sociológico y demográfico de la sociedad norteamericana, el de los blancos pobres, de mediana edad -en los cincuenta- y sin instrucción, que habrán visto su tasa de mortalidad crecer de modo alarmante, quinientos mil muertos (quinientos mil) en los últimos quince años. De resultas -conforme a lo que se desprende del estudio mencionado- de una desmoralización profunda -tal y como lo ilustran las tres causas principales de mortalidad entre ellos, suicidios, alcoholismo y sobredosis (de drogas)- y a la vez de una perdida (sic) de sus señas de identidad como grupo.
El fenómeno habrá coincidido en gran parte nota bene -aunque en el reportaje sobre el referido estudio se cubra de un tupido velo- con los años de la era Obama, que a los ojos del mundo entero -y sin duda al interior de la propia sociedad norteamericana, venia a encarnar el auge o ascenso social de los demás miembros de su propio grupo demográfico (y racial) Unos ascensos colectivos (¡ay dolor!) que no van nunca ayunos -ya lo dijo Darwin- de consecuencias en otros grupos rivales o concurrentes. En otros términos, el ascenso de los unos solo lo es a costa del declive de los otros.
Y en esa perspectiva, el auge de la candidatura de Donald Trump se reviste de todos los visos y de todas las trazas de un respingo colectivo (“sursaut” le dicen los franceses) Respingo salvador o estertor de agonía apenas, el tiempo lo dirá. De entrada no obstante se admiten apuestas. Mi apuesta por Trump en las elecciones USA- -desde el comienzo (nota bene) de la campaña por las primarias-, aquí todos ya la conocen, como sea
http://infovaticana.com/2016/05/09/la-conversion-trump-defender-aborto-declararse-provida/
ResponderEliminarDesde todos los sectores se está vomitando basura contra Trump porque cada día que pasa se afianza más como futuro Presidente de EEUU, y eso no lo digiere el “establishment” a las órdenes de la élite financiera angloamericana del NOM. Donald Trump tiene un antes y un después, creo que como todo el mundo sin excepción. Los cristianos seguimos las enseñanzas de San Pablo, no las de Saulo; esto mismo aplica a Donald Trump, él tiene su historia como Saulo: un magnate que ha sabido moverse como nadie en las aguas de los negocios, las donaciones, las influencias, los lobbies, etc, pero que HOY no sirve al dios dinero sino a Jesucristo y al pueblo estadounidense. Hoy Donald Trump no está actuando dentro de la esfera de los negocios ni sosteniendo posiciones contrarias a postulados cristianos, sino que ha dejado todo eso atrás para rescatar a su país y a la humanidad entera del abismo al que nos esta llevando el Nuevo Orden Mundial de la Sinagoga de Satanás.
Yo no tengo dudas: Donald Trump, con todas sus virtudes y defectos, es la única persona que hoy tiene la capacidad y los apoyos necesarios (incluso dentro de las estructuras de poder, me refiero en particular a los militares) para frenar e incluso llegar a derrocar al gobierno globalista en la sombra que mueve los hilos de lo que acontece en EEUU y en el planeta entero (INCLUÍDA NUESTRA IGLESIA). Todos los cristianos del mundo deberíamos ir a muerte con Trump y defenderlo de los ataques que le esperan. El Señor bendiga y nuestra Madre del Cielo proteja a Donald Trump, soldado de Cristo.
Por cierto, en la postura de firmeza de Trump de querer reforzar la frontera sur mi opinión es que tiene más que ver la infiltración de elementos del Estado Islámico que cualquier otra razón, algo de lo que sabemos muy poco y se nos dice menos.