El tiempo pasa ¡Se fue!
y tú en cambio siempre igual
igual que cuando te crucé
por vez primera ¿te acuerdas?
Como una peonza o un ratón
como una niña de trenzas
y muñecas...y en tu mirar
y en tus risas, no tan crédula
Y ahora ya mujer ¡qué mujer!
bien bella, hecha y derecha,
me fijo en tus bellos ojos
¡créeme! por vez primera
La misma ¡tú y no otra!
que escondía su belleza
entre muecas y disfraces
como si estuviese alerta
en espera de ese encuentro
marcado al rojo en mi estrella,
de tus ojos y mis ojos
de mis sueños y quimeras
con los tuyos más realistas
de mujer sabia y experta
que se hizo mujer, Juan...sin ti,
¡del Amor dueña y princesa!
que sabe lo que puede hacer
pese a las apariencias,
más incluso más, créeme, Juan
de lo que tú en pensar te empeñas
Y que sabe o intuye ¡mujer!
la razón de tanta fuerza,
la que reflejan mis ojos
de una voluntad sin quiebra
sin roturas ni fisuras
fuerte, maciza y entera
como tu cuerpo de mujer
¡mujeraza! de una pieza
como el sueño que me inspiras
de acero (de acero y crema),
reina, duro (y más) con los duros
y tierno con almas tiernas
como la tuya mi amor,
de esa ternura materna
que yo te merezco también
¡tu bebé, mamá, ricahembra!
que ve escurrírsele el Tiempo
y se va detrás de él, no le deja
porque detrás de él te veo a ti,
diosa del Tiempo (que vuela)
¡Y me echo a volar contigo
diosa del Viento preciosa!
La noche hierve de fiebre,
en luces de candilejas
en el ritmo y en la marcha
de la música que aprieta
en el trasiego de copas
en la barra y en las mesas
y en el bullicio y en la farra
de clientes y camareras
como en los “cafés cantantes”
¡Qué bella época aquella
de aquellos Madriles de noche
bien anclada en la memoria!
que yo apenas conocí
ni vi siquiera de cerca
y tal vez fuera mejor eso
(equivocarme de época)
que lo que fue, lo fue “menos”
de lo que lo es ahora
viviendo "mejor" en la mentes
de aquellos que la recuerdan
y que vivieron los suyos
en sus noches de verbena
como las que yo me corro
con tus ojos dando vueltas
en mi mente (en mi retina)
y en mi alma calenturienta
¡una vez y otra y otra
hasta perder la cabeza
(casi)! que me salva al final
esa lucecita verdosa
que se alumbra siempre en mí
en las noches de Bruselas
donde te conocí a ti amor
en una tarde desierta
¡que el suspiro que di entonces
aún se oye en las estrellas!
(como un arrullo de pasión
o una melodía tierna
que me acaricia por dentro
cada vez que tú te ausentas)
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