jueves, abril 07, 2016

¿VETO DEL NUNCIO EL RECHAZO FALANGISTA A CALVO SOTELO?

Ángel Herrera Oria, uno de los personajes más influyentes en la política española durante la II República desde la redacción del Debate y de su puesto de dirigente máximo de la Acción Católica (que acabaría ordenándose sacerdote y nombrado cardenal por Pablo VI) Fue el principal artífice de la política religiosa del Vaticano en relación con España tras la proclamación de la II República y la expulsión por el nuevo régimen del antiguo Primado, el cardenal Segura. Y lo justificó en particular por cuenta de la distinción célebre (capciosa por demás y sibilina) entre la hipótesis (republicana) y la tesis (monárquico/tomista) que esgrimieron el Vaticano y el papa Pío XI buscando así legitimar el nuevo régimen ante las conciencias de sus fieles. No hay -o no recuerdo- la menor alusión (beligerante al menos) a Ángel Herrera en las Obras Completas, como si un pacto de no agresión hubiera sido sellado entre aquél y José Antonio. Significativo por demás si se piensa que Ángel Herrera -estrecho aliado (nota bene) de Gil Robles al que José Antonio profesaba abiertamente admiración en el plano personal- era en cambio el escándalo hecho carne para las derechas monárquicas que le acusaban -a él y a la CEDA de la que aquél era a no dudar uno de los principales mentores (en la sombra)- de apuntalar con la adhesión (en conciencia) que propugnaba en favor de las autoridades constituidas, al régimen republicano. Ángel Herrera era a su vez (nota bene) el hombre de confianza del nuevo Nuncio Tedeschini (aún mas abominado entre los monárquicos si cabe, que llegaron a poner su cabeza a precio) ¿Veto del Nuncio al pedido de ingreso de Calvo Sotelo en la Falange? ¡Vivir para ver fantasmas míos!
Calvo Sotelo y José Antonio. Una rivalidad personal aún hoy por elucidar en sus causas y motivos auténticos o verosímiles tan siquiera. En mi entrada anterior comenté -de oídas, sin haberle echado todavía la vista encima- el último libro de Stanley Payne donde a tenor de la presentación del mismo que hace su propio autor en unas recientes declaraciones, se realza la figura y el protagonismo de Calvo Sotelo en los meses que precedieron al estallido de la guerra civil (tras el triunfo del Frente Popular)

¿Desavenencias ideológicas, resumidas en el neo monarquismo (critico) de Calvo Sotelo -partidario no de una restauración pero sí de una instauración (sic), formula que le tomó prestada por cierto el régimen de Franco)- frente al filorrepublicanismo de José Antonio? ¿Rivalidad puramente personal, reacción de celos incluso de José Antonio tras el rechazo que le mereció el pedido de ingreso de Calvo Sotelo en la organización falangista?

¿O resentimiento hacia el antiguo colaborador de su padre -como lo sostuvo en su libro “Fascismo en España” Ramiro Ledesma- por haber escogido la vía del exilio? Todas esas hipótesis habrán sido barajadas por los más diferentes autores. Una sin embargo hasta ahora inédita se me antoja plausible de pronto, y me estoy refiriendo a un factor de política religiosa, y concretamente a los lazos (de notoriedad publica) que Calvo Sotelo había trabado durante sus años de exilio francés con Charles Maurras y su movimiento de la Acción Francesa, para entonces (desde 1926) objeto ya de una condena pontificia

En España el pensador monárquico y nacionalista francés y su movimiento tuvieron un eco e influencia restringidos y a la vez innegables. Eugenio Vegas Latapié -al que conocí personalmente y traté como aquí todos ya saben- se proclamaba maurrasiano sin ambajes, y citaba entre las figuras mas emblemáticas de la derecha monárquica de los tiempos de la República, a Víctor Pradera como un (raro) exponente de autores españoles de tendencia maurrasiana.

De Calvo Sotelo en cambio no recuerdo oírle evocar sus lazos con Maurras y con la Acción Francesa. ¿Un silencio todo menos trivial o fortuito? Así cabe pensarlo a fe mía. Eugenio Vegas era maurrasiano -o así le oí yo siempre pronunciarse, ya digo- y sin embargo en su revista Acción Española que en el titulo al menos parecía un calco de la revista fundada por Maurras -de la que acabaría surgiendo el movimiento del mismo nombre-, que me leí en la hemeroteca municipal madrileña de pé a pá en todos sus números (de antes de la guerra) en el periodo de tiempo que precedió inmediatamente a mi marcha al seminario de Ecône no recuerdo haber leído la meno referencia explicita a Maurras ni a la Acción Francesa. De convidado de piedra mas bien, así se me antoja que se veía convocado Maurras, entre algunos de sus adeptos españoles, tras su condena por Roma.

Con la Iglesia hemos topado querido Sancho, se debería haber dicho el líder y escritor monárquico francés caso de haberse leído nuestro Quijote de la Mancha. Para aquel entonces -los años de la II República en los que Acción Española tendría su andadura (que después de la guerra se vería convertida en simple editorial)- Maurras no era mas que un excomulgado para los católicos españoles, e incluso los maurrasianos o cripto maurrasianos españoles se cuidaban mucho de reivindicar su nombre de una forma u otra.

Fue el caso de Eugenio Vegas y fue el caso de Rafael Sánchez Mazas que en su libro prohibido -léase censurado y vetado por la autoridad eclesiástica- “España Vaticano” no menciona ni una sola vez a Maurras o a la Acción Francesa que no dejan de gravitar de cerca no obstante página tras página en el conjunto de esa obra.

¿Fue el caso también de Calvo Sotelo? La duda se permite. Y no conociendo a fondo la obra escrita de aquél ni su biografía a fondo tampoco no me arriesgo aquí a zanjar el tema, como sea es un hecho que esos lazos -que olían a chamusquina en la España de la República- entre el futuro proto mártir de la Cruzada (como así le honraría el régimen de Franco) y el movimiento “maldito” francés y su líder, de los que Calvo Sotelo nota bene nunca renegaría a su vuelta a a España le seguían a no dudar a sol ya sombra pisándole los talones tras su vuelta a España en la fase mas sobresaliente -tras su destacado protagonismo de (jovencísimo ministro de Hacienda) en la Dictadura- de su trayectoria política.

José Antonio heredero o legatario de una tradición familiar y de una educación innegablemente lastradas de un sello de liberalismo, y admirador notorio de intelectuales institucionistas (de una izquierda librepensadora y republicana) de lo más notorios como Ortega o Unamuno, al contrario que Sánchez Mazas (su amigo intimo) -o que el propio Ramiro Ledesma (en algunos de sus escritos menos divulgados)- no acusa influencias maurrasianas ni en su biografía ni en sus obras completas, y no dejaría que traslucieran en el movimiento falangista de modo alguno, como lo ilustra la alusión a León Daudet -alter ego de Maurras en la Acción Francesa- de Unamuno en un famoso encuentro con falangistas en Salamanca, lo que rechaza terminantemente uno de los participantes en el encuentro, Francisco Bravo, como rasgándose las vestiduras (“¡Don Miguel nosotros no somos reaccionarios!”)

Y todo eso en el contexto de la época con la condena pontificia y la excomunión de Maurras y de la Acción Francesa aún tan reciente -que no se vería levantada (sin retractación ninguna de su líder) hasta 1938, en plena guerra civil española- le daba al fundador de la Falange en su pugna con Calvo Sotelo un espacio de maniobra y una baza de más en el plano de la política religiosa, él que acabaría adoptando en el tema de las formas de gobierno una postura que le ponía “de oficio” en perfecta sintonía con la diplomacia vaticana y con la Nunciatura -y sus antenas y tentáculos y correas de transmisión en la política española- en relación con el nuevo régimen surgido del destronamiento de Alfonso XIII, que se habían apresurado a desmarcarse del régimen anterior y de su titular el monarca destronado.

¿Era republicano José Antonio? Digamos que había sido morárquico -fervorosamente incluso- y que se prohibió así mismo -a partir de un momento dado de su vida publica, el proclamarse tal como así se lo pedían el Vaticano y la iglesia española a los católicos tras la proclamación de la república. En conciencia Lo que aquél acabó haciendo publico -en una famosa fase de su discurso del cine Madrid (19 de mayo de 193)- ya en una fase un tanto tardía pues de su trayectoria.

¿De excluir pues, un más que plausible veto -en proveniencia de la Nunciatura- a una entrada de un Calvo Sotelo maurrasiano en una Falange pseudo republicana -como lo seria la CEDA de Gil Robles, y como lo que quería el Vaticano para los católicos españoles-, que no tuvo problema nunca, ni siquiera por razón del controvertido punto 25 -de un sello (nota bene) innegablemente maurrasiano- con la autoridades eclesiásticas?

Todo lleva a pensar así. Hasta prueba de lo contrario

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