Un taurino de pro, Falangito -como le apodan las izquierdas-, tal y como lo registran este y otros documentos graficos. Esa foto -en la Monumental de Barcelona- llegó a ser portada en buena parte de la prensa nacional en su momento. Hasta que se dio la vuelta como se la acaba de dar ahora otra vez tendiendo la mano al candidato socialista. Un oriundo ante el/altísimo (como los franceses dicen) el catalán Albert(o) Rivera. “Oriundo soy Señores, oriundo y muy formal, más vale ser un ch...aunque a ustedes les sepa mal" Lo que me parece estar oyéndole cantar estos últimos días. Y lo que se me antoja que explique (en gran parte al menos) su personalidad, su trayectoria y también esa pasion (incontenible) por el habla catalana que le habrá llevado -como a tantos oriundos- a catalanizar su nombre de pila, y al memorable abucheo que le brindaron el pasado miércoles en la cámara cuando se puso a examinar (por sorpresa) a sus señorias de reválida catalanaColosal. Monumental. Fiasco grandi-o-so. Me refiero al estruendoso abucheo -cuidadosamente silenciado en los medios-, que se llevó Falangito, al final de su intervención anteayer miércoles enn la camara, antes de la votación de investidura, contra todas las previsiones. Pitos y abucheos par el “diestro” oriundo -fundador y dirigente de partido Ciudadanos- que se estrenaba en “la maestranza de Sevilla” (por asi decir) de la política española, interviniendo en una sesion de investidura.
Y utilizo aquí adrede el símil taurino refriéndome a él por tratarse de alguien aficionado a la Fiesta de antiguo -de notoriedad publica (por llegar a salir, en el 2010 a hombros de la Monumental de Barcelona)- y que reniega ahora abiertamente de aquella afición prohibida entretanto en Cataluna y marcada (para los restos) -en aquella región- del estigma de lo políticamente incorrecto. Los toros. Signo de contradicción dentro y fuera de Cataluña. No me gustan los toros, me curo en salud de inmediato.
Y sólo asistí -de muy joven- a una corrida en mi vida (que me dejó grosso modo indiferente) No me gustan pero los defiendo frente a sus detractores, fuera de España sobre todo. Sin llegar nos obstante hasta los extremos de Fernando Savater que se presentó hace ya algunos años -doy fe de ello de ello- en un debate de la Feria del Libro de Bruselas -coincidente con la edición dedicada aquel año a España y a la literatura española- luciendo ufano (sin el menor complejo) una vistosa corbata de toros estampados en un debate sobre la corrida dentro del recinto de la Feria.
Savater es (por lo que tengo entendido) originario de Granada por ascendencia familiar al menos, y su caso -de taurino de pro- es botón de muestra inmejorable de una tradición ancestral como la tauromaquia que divide a la sociedad española de antiguo -desde los inicios de la era contemporánea me refiero y al mismo tiempo se salta a la torera todas las líneas divisorias de tipo ideológico (entre izquierdas y derechas) Toros y cante flamenco, las dos principales piezas de convicción en el cuaderno de agravios de los catalanistas contra España y el resto de los españoles.
Como tuve ocasión de apercibirme con ocasión de la conferencia que di días pasados en la librería Europa de Barcelona al final de mi intervención en el turno de preguntas y respuestas cuando se me antojó perfectamente audible e inteligible (y cargada de razones, aparentes) la Voz -personificada en la practica totalidad de las intervenciones entre los intervinientes, en unos tonos pacíficos (y amables) y a la vez beligerantes e irreductibles, de lo que convengo en llamar un catalanismo no/separatista (o dentro de un orden), de tipo étnico o identitario (sic), catalán y como tal, más catalán o catalanista que los propios catalanistas/separatistas.
Y de caballo de batalla o signo de contradicción algo se erguía un tanto espectralmente en medio de de la sala y era sin lugar a dudas la postura beligerante, que tengo suficientemente explicado y defendido tanto en estas entradas como en mi reciente libro de “Cataluña en guerra”- en relación con el habla catalana, exactamente contra un bilingüismo corruptor -apoyado e impulsado por los poderes fácticos de la Generalitat- que están poniendo en trance de agonía, léase de muerte por asfixia a la lengua castellana, a saber la lengua de todos los españoles en Cataluña, y pari passu sirviéndose de aquel de arma principal o ariete subversivo a la hora de seguir llevando adelante contra viento y marea el proceso en curso de desmembración territorial que entre tormentas y bonanzas sigue irreversiblemente su curso en Cataluña.
Signo de contradicción el habla catalana en la vida cotidiana en Cataluña, en sus ciudades y en un sin fin de pueblos y localidades de la región, y también en la vida política española como el fiasco con el que soldó la intervención de anteayer del líder de Ciudadanos vendría a ponerlo tan clamorosamente de manifiesto. ¿Y por qué? (me preguntarán aquí algunos)
Pues porque -por más que el detalle se haya visto cuidadosa y implacablemente silenciado por los medios- el abucheo apoteósico que se llevo al final de su intervención Alberto Rivera lo fue por culpa del detalle todo menos anodino que rematase su intervención con una encendida declaración de amor a España, proferida en la lengua que me diga en el habla catalana
Y sn duda alguna un interesante estudio de introspección psicológica colectiva estaría por hacer (de urgencia) tratando de descifrar y de auscultar las razones y motivos manifiestos o subliminales, subyacentes en la reacción de rechazo visceral, ardorosa, a la intervención de aquel en la Cámara el pasado miércoles por una parte de los asistentes.
Sin duda que el lance aquél venia a hacer cristalizar una actitud de rechazo y reprobación previsibles -por parte de la bancada del PP- ante el comportamiento parlamentario errático que en los últimos tiempos habrá venido observando el líder de Ciudadanos en particular por su actitud de mano tendida al candidato socialista, pero había mucho de escondido y de espontáneo a la vez y de irreprimible por detrás de ese desplante colectivo.
Y a fe mía que no creo pecar de presuntuoso ni ir de profeta por la vida si me permito el tratar de interpretar ese gesto tan ruidoso y tan clamoroso, más aún sin duda en la medida que se habrá visto (tenazmente) silenciado por los medios. Y es el que se trate de una reacción de profundo despecho y resentimiento.
De noble resentimiento, por cierto, como lo habría defendido Fancisco Umbral -ducho (de palabra y de obra) en el tema- que es lo que viene despertando en muchos espñoles -al menos de fuera de Cataluña- ese fenómeno que la crecida separatista a que venimos asistiendo desde hace varios años en Cataluña habrá venido a poner al destape y que convine en llamar en mi último libro de “Cataluña en guerra”, “la Revancha de los Oriundos”, léase de un sector o porcentaje (considerable) de la población de Cataluña originarios por la vía de la ascendencia familiar de otras regiones españolas mayormente de Andalucía- y que viene sirviendo de punta de lanza o de agentes principales de propulsión de la escalada separatista.
Y que me perdone por lo que precede Esperanza Aguirre que confesó el haberle gustado muchísimo (sic) la intervención de Rivera en la cámara, en particular -precisó como poniendo un broche de oro a las palabras del de Ciudadanos- por haberse expresado en catalán. ¡Qué de extrañar pues!, cabría decir de una político madrileña tan obcecada u obsesionada con implantar el bilingüismo -y por lo que cabe deducir, el trilingüismo en el caso de Cataluña- pretendiendo el meternos a toda costa por los ojos y los oídos el inglés al conjunto de los españoles? ¿Habría que ir todavía mas lejos en el juicio (diagnóstico) que nos merece su reacción de ahora, discordante, en verdad de la de la inmensa mayoría de sus correligionarios?
Apostaría a que sí, a que haya que ver en esa actitud atípica y a la vez un tanto discordante de Esperanza Aguirre -Gil de Biedma- el fracaso (histórico) individual y colectivo a la hora de frenar o de aminorar siquiera el proceso de desmembración territorial rampante en Cataluña -como lo ilustra el triste papel que en aquél habrá venido viéndose adjudicado la Vanguardia, el primer diario de Cataluña en lengua española- de toda una nobleza y gran burguesía catalana bilingüe por propia definición (por así decir)- que Esperanza Aguirre no habrá dejado de reivindicar por los lazos que a aquella le unen de simpatía, sintonía o afinidad cultural y temperamental y de la más diversa índole, amén de los del parentesco (...)
Como lo hizo en su intervención ante un auditorio socialmente selecto no hace mucho con ocasión de una gala celebrada en la Ciudad Condal. Y no otra es la glosa que se merece la actuación (o la faena) -en la Cámara el pasado miércoles- de Naranjito de Hospitalet, el catalán de nombre (de pila) catalanizado y de apellidos catellanos que quiso (por sorpresa) examinar a sus pares de la cámara de diputados como lo hubiera dicho Francisco Umbral – de reválida catalana.
“Oriundo soy señores, oriundo y muy formal, más vale ser un ch...aunque a ustedes le sepa mal” Es lo que parecía al que esto escribe estar oyendo cantar estos último días al diestro (aficionado) metido en política. Como un eco de aquella vieja canción del Madrid de principios del siglo XX, de otros oriundos -repatriados de Cuba en el 98- que ellos sí que acabaron haciéndose perdonar sus orígenes (de fuera, de expatriados) por el conjunto de los habitantes de la península.
Alberto Rivera, o el veneno disgregador (y anti-español) del habla catalana, más aún si cabe en boca de oriundos de otras regiones españolas) Y que me perdonen mis (buenos) amigos de Barcelona, de los de ocho apellidos catalanes, que seguro que hablan un castellano más puro y más castizo -y por ende catalán de lo que lo pueda ser el mío.
Y no creo, con esta postura mía en relación con el habla catalana estar -en expresión (castiza) que oi, la primera vez, a Ana Caballé- estar apuntándome a un bombardeo. O eso espero
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