sábado, enero 09, 2016

PLANTE POLICIAL CONTRA CARMENA

Andrés Serrano (en el centro, en la foto), nuevo jefe de la policía municipal madrileña con la nueva alcaldesa Carmena. A su lado, el concejal de Seguridad del nuevo equipo consistorial (de izquierdas), Barbero. Uno y otro se encuentran en el ojo del huracan desatado en la policia madrileña por culpa de la destitución por la actual alcaldesa del hasta ahora inspector jefe de la Policía Municipal, acusado de haberse visto nombrado a dedo por la anterior alcaldesa Ana Botella. ¡A otro perro con ese hueso ! Mero pretexto o coartada del problema político de fondo que subyace en este asunto turbio y polémico. ¿Cuál sera la actitud de mandos policiales de notoria tendencia y trayectoria (indignada) –y republicana- como el actual jefe de la Policía municipal madrileña, en el caso de nuevos escenarios insurreccionales -como los que se vinieron sucediendo los últimos años- al socaire de la crisis política en curso y de la actitud de ruptura institucional in crescendo que vienen destapando algunos de sus protagonistas (Pedro Sanchez por ejemplo, o las marcas Podemos e Izquierda Unida)?
Ya no recuerdo de qué lado me gustaba ponerme a jugar de niño el juego aquél de policías y ladrones, que no sé si seguirán jugando los niños en España hoy. Era un simple juego, pero en algunos sería ya sin duda un signo premonitorio de la deriva o singladura (trágica) que fueran a tomar sus vidas, que les acabara llevando a situarse fuera de la ley y del orden establecido.

Como se ponía de manifiesto en aquella (gran) novela para jóvenes de « Sexta Galería » (de Torcuato Luca de Tena) que enfrentaba o decantaba ya desde la adolescencia a los dos principales protagonistas (de lo que recuerdo de su lectura), uno, futuro delincuente y el otro, un futuro director de prisiones (en la España de entonces) O témpora o mores !

Cuando en España la gente joven estaba en ese tipo de lecturas, justo antes de producirse la (gran) mutación cultural que trajo consigo el concilio y justo después mayo del 68. En la universidad tuve un periodo insurreccional (por llamarlo así) –por cuenta del falangismo puro joseantoniano como lo tengo ya aquí contado tan a menudo-, eran tiempos revueltos, de tumulto, de algaradas callejeras y tal vez lo anormal hubiera sido que no me hubiera dejado contagiar en lo mas mínimo por el ambiente de protesta reinante entonces en ciertos ambientes -como por ejemplo en la Universitaria madrileña- y por las movidas aquellas.
Pero fue por poco tiempo, y todavía me dura la desazón intima que me invadía en aquellas situaciones, un desasosiego indefinible que no era miedo -¿quién habló de eso ?-, o temor de lo que fuese, ni miedo a los grises ni a los rojelios que hacían la ley (y la trampa) en el campus y al interior de las facultades por aquel entonces en cuanto que los grises que tenían prohibido de lo alto entrar dentro de los recintos se alejaban un poco (…) Y era algo sin duda congénito en mí, de nacimiento –y también lo que mamé sin duda alguna- que me predestinaba a ser lo que en el fondo siempre me sentí, una persona de orden, irreductiblemente extraña al mundo de la marginalidad asocial, de la delincuencia y del crimen organizado.

Y si no lo tenía aún lo suficientemente claro en el plano de la conciencia, los tres años y medio que estuve preso en Portugal, obligado en permanencia -como un objetivo a alcanzar sometido a la mayor vigilancia (por dentro y fuera de los barrotes) en un caso tan atípico como sin duda lo era el mio- a una cohabitación forzosa con el micro/universo aquél tan hermético y cerrado (y agobiante) del interior de las prisiones y de los presos de derecho común, acabaría por despejarme todas las dudas de cuál era mi sitio en el mundo, del lado de la Ley y del Orden, con mayúsculas ambos por supuesto.

Fue así incluso en los momentos dramáticos en verdad –más aun por ese posicionamiento irreductible en el foro íntimo que era el mío- en los que tuve que situarme de propósito deliberado en una actitud de infracción de la ley y fuera del orden establecido. Como me ocurrió en Fatima y me volvió a ocurrir en Bélgica en alguna que otra ocasión (suficientemente noticiadas en los medios)

Y viene a cuento de la que tiene armada (otra vez) la ex jueza Carmena, a raíz de su decisión de destituir al inspector jefe de la policía municipal madrileña que habrá provocado un plante incluso entre una mayoría de los colegas del destituido. El pretexto esgrimido es que el ahora defenestrado había sido nombrado por la anterior alcaldesa Ana Botella. De lo que viene saliendo a la luz no obstante en los medios sobre el fondo de este (turbio) asunto, se deduce que no era así (como cabía esperarse) En España, tras cuarenta años pos transicionales, estamos todavía en mantillas de lo que es y cómo se practica la democracia/real, léase la que existe hoy por hoy en el conjunto de los países occidentales y en particular por cima de los Pirineos.

Y el de los nombramientos de cargos públicos por designación es un ámbito particularmente sensible y delicado y melindroso más allá de los protocolos y los reglamentos que los regulan, y en el que influyen más si cabe los criterios de tipo político (partidista) Como puedo testimoniar de los treinta años que llevo residiendo en Bélgica, algo por lo demás que aquí parece la cosa más normal del mundo. Como el requisito del carnet de un partido político por ejemplo léase del « buen » carnet (le carnet qu’il faut)-, a la hora de postular a cargos por designación, y cuanto mas encumbrados y de mayor importancia e influencia, más insoslayable el mencionado requisito.

Ocurre en el ámbito de las bibliotecas y de la enseñanza –que me pillaron de más cerca-, y por supuesto en infinidad de otros ámbitos como el la designación de responsables policiales. Una especie de « no man,s land », tierra de nadie, el de los nombramientos, donde reinan los sobreentendidos sin que nadie se inmute, ya digo ni se sienta obligado a dar explicaciones las que sean. Hasta los jueces, aún hace veinte o veinticinco años a lo sumo, bastante más tarde pues de mi llegada a Bélgica, lo eran por designación (léase por nombramiento político)- y el sistema de oposición análogo al que existía en España de antiguo (y no se si seguirá existiendo)- brillaba por su ausencia, y sólo más tarde se vería impuesto.

Era el caso también -por lo menos hasta hace no mucho- de otra función propiamente de derecho publico como la del notariado, un estamento puramente hereditario en Bélgica sin que nadie se escandalizase (ni se escandalice) tampoco por ello, ya digo. Por lo que vengo a querer decir que el fondo del problema que saca ahora a la luz la dimisión del inspector jefe de la policía municipal madrileña no lo es ese. Un simple pretexto o coartada más que otra cosa. El problema de fondo en cambio es de orden esencialmente político por supuesto, y podría resumirse por el lastre o el déficit (grave) en materia de orden público y de seguridad y tranquilidad ciudadanas que arrastra el sistema español en vigor tras cuarenta años de democracia parlamentaria. Secuela innegable de la guerra civil (del 36) interminable que llamé por mi cuenta y riesgo, de los Ochenta Años

Algo que se ve y se calibra sin duda mucho mejor desde fuera y que se habrá visto puesto particularmente de manifiesto los últimos años. Las manifestaciones violentas y huelgas salvajes y todo tipo de actos de protesta y de agitación y algaradas callejeras –que se habrán sucedido en España hasta extremos a veces de guerrilla urbana- desde las postrimerías del último gobierno Zapatero (otoño del 2010), habrán sido caso único en Europa occidental, y también aquí en Bélgica, aunque en materia de derecho de huelga, los belgas conocen una situación y una regulación más permisiva que otros países occidentales, resultante del escoramiento a la izquierda del conjunto de su sistema político, secuela principalísima del desenlace de la llamada « cuestión monárquica » (question royale) en 1950, como ya lo señalé en anterior entrada.

E ilustra la natura estrictamente política y no meramente profesional del reto que se permite ahora de nuevo la actual alcaldesa, la personalidad del nuevo jefe de la Policía municipal, Andrés Serrano, nombrado por el equipo que entró en funciones con la Carmena tras las elecciones del pasado mes de mayo. Una figura (controvertida) que arrastra una etiqueta ideológica (de republicano) de notoriedad publica, y que saltó a las primeras paginas de los medios, algo de lo que di cuenta en mi blog en sus momento (hace ya mas de dos años) con ocasión de los incidentes que salpicaron la llamada operación de un signo insurreccional indiscutible- de « Jaque al Rey » en la resaca de la eclosión del movimiento indignado (y del 15-M-), lo que le valió una denuncia por parte de dos de subordinados que le acusaron de ponerles en una situación de indefensión (sic) por su intervención -imprudente por lo menos- en apoyo de la actitud desafiante y la actuación violenta de uno de los manifestantes (republicanos) la jornada aquella.

El giro insurreccional, léase, posibles alteraciones (de la mayor gravedad) del orden publico, no se habrá alejado del todo, pese a la neutralización (no poco eficaz) a la que habremos venido asistiendo del movimiento de indignación callejera en los últimos tiempos –y otros fenómenos colaterales, como el de las protestas anti-desahucios, escraches y demás- gracias en parte a la actitud del actual gobierno y de su presidente que habrán sabido esgrimir sin arredrarse ante campañas mediáticas hostiles en la prensa, en internet y en las redes sociales la ley y la legalidad de su parte, en particular con la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (tan denostada por algunos) por poner el mas emblemático de los ejemplos. El peligro sigue ahí ya digo, más o menos latente y al acecho, ante el cariz insurreccional sobre todo que viene cobrando la crisis política en la que nos vemos inmersos, por la actitud de algunos de sus principales protagonistas (en particular de Podemos y el PSOE, en la persona de su actual secretario)

¿Cuál sería la actitud de mandos policiales de talante o tendencia « indignada » (y republicana) como Andrés Serrano- en el caso de la reuanudación, al socaire de la crisis política, de nuevos escenarios insurreccionales como vivimos los últimos años, en la operación « Jaque al Rey » ya mencionada, por ejemplo, y sobre todo en las que se sucedieron en torno al Congreso de Diputados ?

Ese y no otro es el trasfondo político de la mayor gravedad en la polvareda de protesta (y plante) levantada por la destitución del inspector jefe de la policía municipal madrileña. Y a buen entendedor pocas palabras sobran

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