Mausoleo en homenaje a siete aviadores de la Legión Cóndor caídos durante la guerra civil española –de veintisiete años de edad el mayor de ellos (…)-, en el cementerio madrileño de la Almudena, sin la placa conmemorativa que lo presidia mandada retirar por la embajada de Alemania en el 2012. El día que el monarca Felipe VI se permita un gesto –por nimio que sea- en memoria de aquellos o en homenaje a voluntarios de otras nacionalidades combatientes en la guerra civil española del lado de los nacionales –como los soldados italianos enterrados en diversos cementerios a lo largo de la Península- dejaremos de sentir un regusto amargo de discriminación (y de favoritismo) en los gestos de la actual dinastía iniciados por el predecesor del actual monarca en favor de los judíos sefardíes expulsados de España en 1492, y a los que se habrá devuelto ahora (por ley) la nacionalidad española¡Cuánto os hemos echado de menos! Con estas palabras Felipe VI habrá recibido a una delegación de judíos sefardíes en un almuerzo solemne en el Palacio Real donde presentó la nueva ley que concede la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados en 1492. ¿En nombre de quien hablaba el monarca, de su dinastía, del conjunto de la sociedad española? ¿Se puede decir acaso sin faltar a la verdad –y sin demagogia u oportunismo- que el conjunto de la sociedad española, sus antepasados en generaciones sucesivas desde aquella efemérides, echaron de menos a los sefardíes?
Si hay que creer a Francisco Umbral en textos y párrafos esparcido a lo largo de su obra escrita lo que hubo fue un olvido colectivo que el autor de Mortal y Rosa no dejaría de fustigar a su estilo y en la tónica culpabilizante que le era tan proverbial y característica. ¿Echó de menos a los sefardíes expulsados la rama española de la dinastía borbónica instalada en el trono de España tras el triunfo en la guerra de sucesión contra la Casa de Austria?
Es posible, si se tiene en cuenta que el judío de la corte era una institución de Antiguo Régimen en Francia, rodeada de privilegios y atada al mismo tiempo a mil lazos de sumisión y de servidumbre, en un reino que no contaba oficialmente con judíos nota bene desde su expulsión definitiva –a cazgo de monarcas capetos- a finales del Siglo XIV, y donde las comunidades judías a partir de entonces presentes –en el régimen de tolerancia (relativa) más arriba descrito- dentro del territorio del reino de Francia lo serian de resultas de la anexión de territorios colindantes (como la Alsacia y la Lorena, Saboya, Aviñón y la Provenza)
Y el anti-semitismo político –habrá que recordarle al monarca- arrastraba en la historia de España una factura innegablemente ultra pirenaica, léase francesa, que importaron a España los primeros Trastamara aliados de la monarquía francesa contra el rey Pedro I de Castilla que contaba entre sus aliados al rey de Inglaterra, en aquellos inicios de la Guerra de los Cien Años.
Digamos que los judíos tuvieron problemas en todos los países europeos desde tiempos inmemoriales y a través de la Edad Media y que los españoles colgarían –a titulo exclusivo- con el sambenito de perseguidores (y antisemitas) a raíz de la Guerra de los Treinta Años –y de las Guerras de Flandes-, por cuenta de la Leyenda Negra que se difundiría libremente mundo a través, a seguir al tratado de Westfalia y de nuestra derrota en las guerras de religión aquellas.
El monarca Felipe VI en sus bienvenida a los sefardíes habrá evitado (con cuidado) las palabras directamente culpabilizantes, no habrá sido el caso no obstante del ministro de Justicia -¿la voz de su amo?- que le acompañaba en la solemnidad referida, Rafael Catalá, quien habló de errores del pasado (sic) y de injusticia histórica. Lástima. Como sea, las palabras del monarca dejan en algunos –entre los que se encuntra el autor de estas líneas- un regusto a discriminación un tanto amargo, comparado con la falta de atenciones o de cualquier tipo de recordaciones laudatorias que se echaron de menos de antiguo hacia otras comunidades de ascendencia foránea presentes en la sociedad española o estrechamente ligadas a su pasado histórico (más o menos reciente o más o menos remoto)
Y a riesgo de verme acusado de provocación me permitiré evocar el caso de la comunidad (si se puede hablar así en el caso de grupos o individuos perfectamente integradas en el cuerpo social de la España actual, de antiguo incluso) de personas de ascendencia alemana (o germánica) o procedentes de otros países europeos también, como Francia o Italia.
La emigración de origen alemán o germánico en España se remonta a los tiempos de Carlos V que repobló con alemanes católicos ciertas regiones de Sierra Morena, localizables en tiempos recientes sobre todo en la localidad jiennense de Santa Elena. Y la ascendencia familiar alemana –como en el caso del que esto escribe (relativamente reciente)- se vería al contrario estigmatizada en décadas de posguerra -de forma si no declarada no menos opresiva por la vía subliminal aunque solo fuera, de resultas del desenlace de la Segunda Guerra Mundial y también por cuenta de la participación alemana –de la Legión Cóndor- en la guerra civil española.
Y así, al autor de estas líneas, portador de un segundo apellido germánico –de origen danés/escandinavo no obstante- de lo mas visible (y sonoro) le hicieron falta décadas para llegar al convencimiento que en el boicot –hipócrita e insidioso- del que se sintió víctima en sus años de la Universitaria madrileña que achacó siempre a motivos ideológicos, jugaba un papel nada despreciable el origen germánico de su apellido (materno) Como si aquellos indignados de izquierdas (tan furiosos) me acusasen –sin atreverse a decírmelo (nunca) a la cara- de los bombardeos de la Legión Cóndor durante la guerra civil española, que tanto contribuyeron dicho sea de pasada a la victoria final (en el 39) y a la consolidación de un régimen del que heredaría la jefatura del estado nota bene el padre del actual monarca.
Incluso la ascendencia italiana se ve puesta en entredicho en España como lo pone de manifiesto el caso de un célebre presentador televisivo que hace pasar por catalán –o así lo deja a entender- su apellido (Evole), en realidad de ascendencia italiana (lombarda) ¿Quien se acuerda por ejemplo de los italianos caídos en España durante la guerra civil combatientes en el bando nacional de los que dan constancia diferentes cementerios italianos esparcidos en suelo de la Península? Algo análogo se puede decir de la ascendencia francesa que se remonta a la ocupación napoleónica y la guerra de la Independencia.
Como sea, el monarca reinante entiende proseguir a todas luces los gestos –y actos- a favor de la comunidad sefardí, surcados de innombrables declaraciones de amor, de su predecesor. ¿De verdad que se sigue pidiendo tanto a un monarca español en el concierto de las naciones?
...de servilismo o halago hacia los poderosos...puede ser interpretada esa frase...
ResponderEliminarTambién hay que mencionar el cementerio o camposanto de Yuste, cercano al monasterio donde se retiró y murió el emperador Carlos V... Allí hay enterrados creo recordar militares y aviadores alemanes...que cayeron al mar durante la segunda guerra mundial.. y sus cadaveres fueron recogidos por las autoridades españolas....
Es de recordar que en un cementerio cercano a Madrid, en Alcobendas, creo, hay
un mausoleo donde descansan aviadores sovieticos que participaron en la guerra civil de 1936-1939 y bajo el símbolo de la hoz y el martillo. Y muy proxima hay una tumba de caídos falangistas... cuyo símbolo, el Yugo y las Flechas está salvajemente destrozado por manos hostiles...
Cuando uno ve como en Rusia coexisten símbolos comunistas junto a los cristianos e incluso del Zar, deberiamos tomar ejemplo de sabia convivencia y respeto a hechos históricos. Cabe recordar que las lineas aereas rusas, AEROFLOT, conservan la hoz y el martillo en su logotipo...