miércoles, octubre 14, 2015

CAYETANA Y EL REY

¿Tancredismo, claudicación? Esta foto (escandalosa) que publica hoy -en muy segundo plano- el diario el País del apretón de manos ayer martes entre el rey Felipe VI y el “conseller” felón (léase traidor) en Barcelona –el primero entre los dos desde las elecciones catalanas del pasado día 27- dará sin duda hueso duro de roer a Cayetana Álvarez de Toledo, descendiente en línea directa del gran Duque de Alba, y que acaba de divulgar un pliego de cargos y agravios contra el actual presidente del gobierno que podría dirigir a fortiori –y con más razón y motivo- al monarca reinante. No solo podría sino que debería. ¿Dónde queda si no la función histórica de la aristocracia, si nos reservan a los plebeyos la carga ingrata y penosa –y superior a nuestras simples fuerzas- de levantar la voz, léase de darle la tecla en asuntos de transcendencia suprema como lo son las amenazas graves –e inminentes- a nuestra integridad colectiva provenientes de Cataluña? Atacar a Rajoy –en la picota de casi todos (también de los independentistas)- es relativamente fácil, levantar la voz en cambio delante del monarca reinante como se lo permite su posición y su alcurnia y abolengo a Cayetana Álvarez de Toledo es lo que tenemos derecho a esperar de ella todos los españoles
Cayetana Álvarez de Toledo –ascendencia familiar obliga- es una mujer de gran clase, y además de eso, una bella mujer de fuerte personalidad y de grande atractivo físico ( e intelectual), algo de lo que no dejé de dar testimonios en este blog dejando colgada su imagen –una de las fotos más difundidas de ella- en el portal de mi blog durante meses tras la divulgación del manifiesto Libres e Iguales sobre la situación del castellano en Cataluña, del que ella fue portavoz y a la vez presentadora, hasta que tras las críticas a sus posturas políticas –que no a su persona- de algún lector graciable de mi blog, llegué a la conclusión (como hubiera dicho Umbral) que no se me pedía tanto. Y dejé de seguir colgando su imagen (y la verdad que lo siento)

Políticamente, Cayetana Álvarez de Toledo viene a encarnar una postura que defiende con garbo y desenvoltura -como no podía ser menos- y que podríamos llamar de españolismo constitucionalista, de luces y sombras y con sus brillos y claroscuros, más visibles estos últimos que los primeros. Su diatriba de ahora contra el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, en tema catalán por la que viene a justificar su decisión -¿irrevocable?- de no participar en la prxima campaña electoral –¿porque no quiere contar ella con ellos o por que han decidido no contar ellos con ella (por las razones que sea)?- tiene también al lado de sus aciertos y sus puntos flacos.

Su crítica a la gestión de Mariano Rajoy referida sobre todo al problema catalán, es sin duda acertada, en parte al menos –aunque a mi juicio sujeta a reservas desde luego en el apartado “problemas reales de la gente”- pero coja e incompleta como sea, y por lo tanto parcial-y prestando el flanco a las acusaciones de parcialidad y e sectarismo- en la medida que no deja de traslucir una laguna u omisión flagrante viniendo sobre todo de quien viene la requisitoria, a saber de una miembro de la aristocracia española de la mayor alcurnia y abolengo por razón de su apellido, y de la familia a la que pertenece a saber la casa de Alba, a la cabeza –por su antigüedad- de la nobleza española como siempre se me inculcó en mi familia (plebeya) desde chico.

No soy aristócrata, no llevo título nobiliario, ni lo pretendo ni aspiro a tenerlo algún día, sí me considero en cambio con pleno derecho a partir una lanza a echar mi cuarto a espadas en los litigios que afectan, o en los que se ve envuelta esa ilustre rama de la aristocracia española en la medida que no deja de ser de puertas para afuera una rama o familia irredenta (como mutatis mutandis lo es la dinastía borbónica entre españoles) Y los casi treinta años que llevo residiendo en Bélgica me hacen sentirme en el derecho a afirmar cargado de razones lo que aquí afirmo.

Hace ya bastantes años -en mis primeros tiempos de estancia en Bélgica-, una universitaria belga de ascendencia familiar italiana y de una tradición de izquierdas –por parte de su padre una destacada figura del comunismo italiano de la época del fascismo refugiado entonces en Bélgica- en un libro sobre “los mitos de la historia de los belgas”, partía una lanza –en un gesto insólito y un tanto inaudito viniendo de quien venía- en defensa del Duque de Alba, el (más) ilustre antepasado de Cayetana, en el que veía un espantajo público (“repoussoir”) numero uno como así figuraba (injustamente al parecer de ella) en la historia como en la memoria colectiva de los belgas.

El Duque de Alba fue una de las figuras más destacadas -e insignes- del bando de los vencidos en la guerra de los Treinta Años, o de los Ochenta o como se quiera llamar a aquella fase final como el epílogo (y el desenlace) de las guerras de religión en territorio europeo. Y siempre me pregunté tras la lectura de aquel librito polémico el por qué que tuviera que ser una extranjera en las antípodas de lo que el Duque de Alba significó y sin duda sigue significando la que se permltiese reivindicar –o defender- en público una figura tan calumniada y denigrada en la historia belga y en la imagen –de leyenda negra- hondo sepultada en la memoria colectiva de los belgas.

En una conferencia hace ya mil años y diluvios -durante la era Aznar- del periodista Miguel Ángel Aguilar en el Cervantes de Bruselas, que presidió el entonces embajador de España, interpelé al final del acto a este último en relación con esa placa tan anacrónica que sigue luciendo en la Grand-Place de Bruselas en recordación acusatoria y denigratoria –y discriminatoria si se nos compara con franceses(…)- del ilustre antepasado de Cayetana, y tuve una respuesta –en tono embarazado a la defensiva- del embajador que me aseguró que tenia hechas gestiones cerca a las autoridades competentes belgas para su retirada.

Hasta hoy, cabe decir por descontado. Y es que sin duda tanto él como el que esto escribe estábamos pidiendo peras al olmo, el autor de estas líneas por pretender que podía solucionarse algo en esa materia a través de los conductos reglamentarios, y el embajador de España por pretender –sin duda sincero y de buena fe- que sus buenos oficios diplomáticos podían, algo contra el peso abrumador e irrevocable de la historia y de una historiografía adversa y calumniosa –y una memoria colectiva refundida en consonancia- que nos abruma y oprime  a los españoles (subliminalmente más que nada) nada más poner el pie por cima de los Pirineos y en particular en Flandes, desde hace ya más de tres siglos.

¿Que a cuento de qué vengo a exponer todo lo que precede en un artículo sobre tema catalán y con motivo de las declaraciones de la célebre político y aristócrata española? A cuento de la laguna clamorosa a la que aludí al comienzo de esta entrada, y es que la ambigüedad, la indecisión,el perfil cabizbajo que denuncia cargada de razones Cayetana Álvarez de Toledo en el actua jefe de gobierno -plsmado tdodo en la aparente decision de éste último de "aparcar" el tema catalán en la proxima campaña electoral- no son sino el reflejo de una indecisión, de una ambigüedad, de una inhibición y de un tancredismo en definitiva –si no de una flagrante claudicación- que vienen de más arriba, no (sólo) de la Moncloa sino de la Zarzuela.

Y si dudas cabían ahí está la foto escandalosa del diario el País en su edición de hoy para confirmármelo de Felipe Sexto saludando amable (y un pelín obsecuente, léase inclinándose un poco por demás) al “conseller” felón, quien para mayor inri aprovechaba la ocasión para infligir en pleno rostro un nuevo desacato al monarca -comunicandoles su no asistencia a la fiesta nacional del Doce de Octubre- y que sigue amagando con sus designios abiertamente secesionistas. Y ese el dilema trágico por lo irresoluble en apariencia de la aristocracia española, en su rama o fracción al menos –no hablo del conde de Godó- resueltamente anti-separatista.

Cayetana está sin duda en su derecho de discrepar y dar la espalda al actual jefe del gobierno pero falta gravemente a un deber sagrado de denuncia de algo que se reviste a ritmo in crescendo cada día que pasa de todos los visos de lo flagrante y clamoroso, y es de la responsabilidad egregia en los planos político e histórico –directa, personal del monarca, y de la Zarzuela, y de la Corona-, en relación con el proceso de desmembración en curso en Cataluña

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