miércoles, septiembre 09, 2015

¿MORIRÁ LE PEN COMO LEFEBVRE?

22 de marzo de1978. Jean Marie Le Pen durante los funerales por François Duprat –de cuerpo presente en la foto, muerto en un atentado unos días antes- en la iglesia de San Nicolás de Chardonnet, de París ocupada por tradicionalistas en la órbita de Monseñor Lefebvre ya entonces en ruptura con el Vaticano. Tras la excomunión del arzobispo francés en 1988, la inmensa mayoria de sus seguidores partidarios del Frente Nacional se reconciliaron (canónicamente) con Roma. Y un rumor persitente da cuenta que Moseñor Lefebvre moriría -poco tiempo después, tras verse condenado por islamofobia ante un tribunal de París- en una soledad casi absoluta, enfermo y  abandonado o desatendido de sus fieles y partidarios. ¿La misma suerte le espera a Jean Marie Le Pen, convocado por un tribunal acusado de delito de negacionismo? Su condición de seglar como sea le dan otras bazas de las que la condición de eclesiástico privaban en cambio a Monseñor Lefebvre
No he hablado nunca aquí mucho de Monseñor Lefebvre al que conocí bien como aquí todos ya saben, sólo en evocaciones fugaces, de la época de mi vida en la que me encontré -voluntariamente por completo, lo reconozco-, bajo su órbita o en algunas de mis entradas (más bien raras) sobre política religiosa. Porque Monseñor Lefebvre como buen obispo –arzobispo que me diga- y como francés todavia más, fue un hombre muy político en el sentido que le da justamente a la palabra la política religiosa, una noción que acuñó Maurras y que hice mía como todos aqui ya saben. Marcel Lefebvre fue una gran figura (eclesiástica) –y un hombre de su época- que me hace pensar un poco a alguien que estuvo sin duda muy cerca de su trayectoria en un momento dado, mucho más tal vez de lo que se piensa, en el periodo del posconcilio inmediato que pillaria sin duda aquél, a tenor de la actuación y de la actitud que habia sido la suya en aquella magna asamblea, no poco desarbolado.

Y me estoy refiriendo al escritor e historiador y publicista suizo Gonzague de Reynold que ya evoqué aquí en una entrada reciente, y al que es difícil no imaginar en aquellos años –él como su entorno- cerca del arzobispo francés, como ya lo insinué en mi entrada anterior, a menos que sus vidas y trayectorias se cruzaran sin rozarse (lo que dudo) habida cuenta que el escritor suizo –católico conservador y uno de los padres fundadores del movimiento (de restauración litúrgica) « Una Voce Helvetica » , falleció el mismo año (de 1970) en que Monseñor Lefebvre daba inicio a la singladura en solitario –del punto de vista eclesial quiero decir- que le llevaría a la fundación del seminario de Ecône del que pondría las primeras piedras por decirlo así con la acogida que brindó a un grupo de seminaristas franceses en ruptura con la linea conciliar triunfante por todas partes y que habían acabado recalando en la universidad pontificia de Friburgo y para los que abrió una residenca en aquella ciudad suiza, patria chica de Gonzague de Reynolds con todo lo que esa expresión -de patria chica- comporta en un país como lo es Suiza, confederacion de cantones y micro/universos a la vez en el que confluyen varias lenguas y culturas y mil historias locales y cantonales de trayectos seculares -e incluso milenarios- a menudo divergentes.

Me he leído recientemente la obra tal vez más difundida de Gonzague de Reynold, « Cités et paysages suisses » -que a fe mía que no sé como haya que traducir en español, si villas o ciudades por « cités » y por «pays», si países o paisajes (que no es lo mismo)-, una obra suya de juventud de las primeras décadas del pasado siglo XX (convertida con el paso de los años en una especie de biblia nacional del país alpino), sobre la Suiza, su historia y su geografía, sus paisajes y tradiciones cantón por cantón y de repente, acabando de leérmela, caigo en la cuenta de una ausencia más que ruidosa clamorosa en el texto, a saber la de Lausanne.

Ni una palabra –si se exceptúa la breve mención de su nombre una sola vez en todo el libro- sobre una de las ciudades de mayor relieve –la que más sin duda, tras Ginebra- de la Suiza francófona, algo todavía más ruidoso si cabe, comparado a las páginas extensas que se dedican en la obra al cantón de Vaud -y a algunas localidades enclavadas en él-, del que Lausanne es la capital administrativa (eso y mucho más) ¿Rivalidad de una urbe de pasado protestante con otra (como Friburgo) de insobornable e indómito catolicismo? Es posible, se me antoja no obstante que una laguna tan ruidosa esconda algo de íntimo y de personal en el autor de la obra, y pienso en particular en la expulsión de la que Gonzague de Reynd se veria objeto de la universidad de Berna en el periodo de entreguerras con ocasión de la publicación de una de sus obras de marcado cariz anti-protestante en la que algunos en la capital federal (y protestante) de un pais religiosmente dividido como lo es la Suiza vieron una provocación sin duda alguna.

Ocurre que la historia contemporánea haría de Berna y de Lausanne dos ciudades más que hermanas –¿acaso una (Lausanne) vasallo de la otra (Berna)?- como lo ilustra el hecho que la sede del tribunal federal, órgano judicial supremo de la Suiza se encuentre no en Berna sino en Lausanne precisamente. ¿Achacó acaso Gonzague de Reynold su expulsión de una universidad germanófona a presiones de su consorte protestante (y francofona)?

Como sea, ilustra igualmente esa pista que liga con Friburgo (en Suiza) al seminario de Ecône lo poco que oi allí siempre hablar de Lausanne a donde nunca fui estando alli, en algunas de esas muchas excursiones por ejemplo, entre seminaristas, que se organizaron estando yo en el seminario, por el cantón del Valais y también –con exclusividad, me doy cuenta ahora- por el cantón de Friburgo.

Y viene a cuento esta evocacion de Monsenor Lefebvre y sus amigos y compañeros suizos de viaje –como sin duda lo fue Gonzague de Reynold- de la noticia que trae hoy la prensa francesa de la convocatoria judicial de Jean Marie Le Pen el próximo mes de febrero por sus palabras sobre las cámaras de gas que le valieron problema judiciales ya en el pasado (hace ya casi treinta años) y que habrá reiterado hace unos meses con las consecuencias al interior del Frente Nacional que aquí todos ya conocen.

Y es que los problemas judiciales de Jean Marie Le Pen me hacen pensar a otros de natura análoga que tuvo Monseñor Lefebvre hacia el final de su vida, cuando se vio condenado -por lo correccional- en un tribunal de Paris, acusado de racismo (o islamofobia) por haber denunciado prácticas de los dignatarios religiosos musulmanes en el Senegal –como el rapto (organizado) de mujeres jóvenes para evitar su conversion al catolicismo- de las que él fue testigo directo sin duda durante sus años de delegado apostólico en Dakar (con categoría de nuncio)

Es vox populi entretanto que Monseñor Lefebvre que para entonces se veía ya enfermo de cáncer, murió a poco de su condena en tribunal abandonado (prácticamente) de los suyos. ¿El mismo destino que algunos reservan a Jean Marie Le Pen, al que sin duda ven ya condenado por delito de revisionismo (y negacionismo)? Comparaciones odiosas. Monseñor Lefebvre se vio entonces preso –como un corsé que dificulta los movimientos, y los agarrota (y a esa edad mucho más)- de su condición eclesiástica, lo que se veia agravado por su enfermedad.

Jean Marie Le Pen en cambio y hasta prueba de lo contrario es un hombre libre y no creo que su condena en tribunal –que no seria algo nuevo para él, siempre por los mismos motivos (o parecidos)- le enfriase los animos ni le frenase en lo más mínimo. Antes al contrario. Al tiempo

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