sábado, abril 25, 2015

¿GARCÍA LORCA HASTA CUÁNDO?

El autor de la obra “Rosas de plomo” sobre la pretendida amistad (estrecha) entre José Antonio y García Lorca viene ahora a evocar los mitos –incompatibles entre sí- construidos en torno a dos personalidades que le parecían perfectamente compatibles. Como una ilustración o corolario de la tesis que defender aquí pretendo del declive u ocaso simultaneo de los mitos erigidos en torno a uno y otro
Hace unos diez años, por vuelta del 2005, empezó en la opinión pública española a calentarse el tema de la muerte de García Lorca y de la búsqueda de sus restos. Decidí entonces recoger el guante del desafío aquél (tan tremendo) y redacté todo un trabajo que fui colgando por entregas en unos foros españoles de internet en los que yo intervenía con nombre y apellidos (ay dolor!) -el único de lo intervinientes que así lo hacía-, y que no conservé y debe andar vagando por el limbo de los textos perdidos o abandonados (como les llaman los lingüistas) En él denuncié una religión o pseudo religión garcía/lorquiana –con su correspondiente culto de martirologio-, y me refería también a la efemérides fatídica que se acercaba a pasos agigantados del Setenta Aniversario del inicio de la guerra del 36 como escenario previsible de una batalla de Armagedón (que así me lo parecía)

¿Fui un casandra (léase un profeta de calamidades) entonces por unas previsiones agoreras que de una manera u otra acabaron cumpliéndose? En realidad estaban en trance de cumplirse ya entonces porque como lo afirmo y lo pruebo e ilustro en mi libro de reciente aparición “Guerra del 36 e indignación callejera” las atentados del 11 de marzo y la subsiguiente llegada al poder de José Lus Zapatero marcaron el reencenderse de la guerra ivil del 36 en un enésimo capítulo de la misma y de la que uno de sus episodios más relevantes lo sería la elaboración de la ley de la memoria histórica a partir de un proyecto de ley promulgado precisamente el 28 de julio de aquel año efemérides (y aniversario) del 2006. Cualquier parecido con la realidad pura coincidencia.

La operación restos de García Lorca que ocupó tanto a la opinión pública española y encismó y crispó no poco a los españoles acabo culminando en las navidades del 2010 con el fiasco (estruendoso) que todos aquí ya saben. La guerra (del 36) interminable –de los Ochenta y Tantos Años- proseguía entretanto su curso inexorable no obstante, como lo demostraría la erupción de la movida de los indignados unos meses apenas más tarde, que vendría tras cuatro años de coletazos a dar sus últimas boqueada hasta que irrumpieron los de Podemos que vendrían a ser –como lo explico en detalle en mi libro- un nuevo soplo o aliento o impulso del 15-M. No es de extrañar pues que en el plano de la memoria histórica el guerra civilismo haya seguido en ascuas y echando llamaradas intermitentes, como ocurre de nuevo ahora con ese “descubrimiento” que dos de los diarios españoles de más difusión –¿hasta cuándo?- se encargan de airear ahora de nuevo, como obedeciendo consignas, o simplemente por la inercia de una guerra de propaganda de la que por voluntad propia (cómplice) se ven convertidos en simples engranajes o marionetas.
En “El rapto de Ganimedes” que me leí hace una veintena de años en Bélgica (en su versión original, en lengua francesa) se mencionaba ya ese informe -“de la Dirección General de Seguridad”- que algunos presentan ahora como gran descubrimiento y la última hora en el caso Lorca. Entre ellos, la sobrina del poeta que estuvo –ella lo mismo que los demás miembros de la familia- calladita como muerta durante la operación de búsqueda de sus restos. En esta obra -de un autor, Dominique Fernández notorio militante de la memoria (sic) homosexual- se recoge una historia de la homosexualidad en la era contemporánea. “Si Federico García Lorca –se puede leer en ella (y cito de memoria)- fue asesinado a manos de los franquistas o víctima al contrario de un ajuste de cuentas por motivos pasionales ligados a su condición de homosexual, la simple mención de esta última hipótesis se basta y sobra para desatar la ira entre los admiradores del poeta”
Echaron no sé cuántos millones los de la Junta (socialista) de Andalucía en el Barranco del Viznar para acabar dándose clamorosamente por vencidos tras no poder mostrar a la opinión publica expectante y a unos medios de la prensa global anhelantes de poder sacar en sus primeras páginas los restos del poeta granadino, más que unas latas de sardinas vacías, que eso fue todo. Y fue una operación llevada adelante contra viento y marea ante el mutismo sospechoso en extremo de la familia del poeta, que venían así a dar pábulo a rumores y especulaciones de antiguo conforme a las cuales los resto de Lorca habrían sido objeto de cambalache ya durante la guerra incluso, con sus propios familiares que habrían aceptado correr a cargo de la inhumación de los restos de aquel en la propiedad familiar (de la Huerta de San Vicente) a cambio de dejar el tema en paz, como así ocurriría durante décadas.

El desenlace de la operación “restos de Lorca” se saldaría con un triunfo clamoroso en la opinión publica de la tesis según la cual el poeta granadino habría sido víctima de un ajuste de cuentas entre miembros más o menos próximos) de su propia familia en el que habría jugado un papel determinante la homosexualidad (de notoriedad pública) del poeta. Esa fue una tesis mantenida de antiguo entre la opinión publica de expresión francófona como lo ilustra una obra del escritor francés de ascendencia mejicana Dominique Fernández en donde se recogía una historia de la homosexualidad (“el rapto de Ganimedes”)- en clara infracción de ese dogma histórica y políticamente correcto que reinaba entonces –hace ya una veintena de años- conforme al cual insinuar siquiera que Lorca hubiera podido ser víctima de un ajuste de cuentas por motivos de índole personal ligados a su homosexualidad levantaba de inmediato una polvareda de escándalo y de protesta entre la bien pensancia (de izquierdas) a escala del planeta.

Y ahora se diría -tras el enmudecimiento progresivo del que el tema Lorca viene siendo objeto estos últimos años-, llegada la hora del desenterrar (de nuevo) el hacha de guerra (civil) en el tema lo que viene a protagonizar un miembro de sus propia familiar –la sobrina del poeta- no buscando ahora el relanzamiento de una nueva operación de busca de sus restos si no otra en paralelo de denuncia del crimen político (sic) del que a sus ojos Lorca se habría visto victima por parte del régimen de Franco y de sus partidarios. Y para ellos se sirven ahora de un pretendido informe sin fecha ni firma –emanado de la brigada político/social del régimen anterior- en el que se vendría a reconocer que Lorca había sido fusilado por masón (sic) por homosexual (sic) y por socialista, como el redescubrimiento –a falta de los restos del poeta- del arma del crimen o como si lo fuera.

Hay entretanto un aspecto en el tema Lorca que nadie habrá sabido poner hasta ahora de manifiesto desde que se canceló la operación de búsqueda de sus restos y fue el paulatino olvido del que el poeta malogrado y sus obra se habrían visto objeto en los últimos años, como si desaparecido el morbo que acompañaba a su figura –el de su triste suerte de desparecido- se fuer paulatinamente extinguiendo el interés por su obra en verso como en prosa.

“El Público”, la única obra de Lorca sin representar durante décadas
y que acaba de serlo en cambio ahora vendría a ser en la óptica que aquí estoy defendiendo la excepción a la regla, una obra irrepresentable por las tesis tan crudas y desencarnadas –de una pedofilia defendida descaradamente, sin rubores ni tapujos- que en ella venían a verse propagadas, y que de una manera u otra vienen a traer agua al molino de la tesis que habrá venido prevaleciendo hasta ahora sobre los motivos reales de la muerte del poeta. El mito Lorca y el mito de Jose Antonio ¿vidas paralelas? Es lo que parece querer ilustrar una obra reciente en la que vendría a dejarse sentada la relación de amistad (más o menos estrecha) entre el poeta republicano (de izquierdas) y el líder falangista.

Com si el declive de la fama (mundial) de la figura y de la obra del uno viniera a ilustrar o a acompañar en cierta forma el ocaso del mito construido en torno a la memoria del otro. Dos mitos políticos construidos sobre las circunstancias desconocidas o sin esclarecer hasta hoy de la muerte de uno y otro. Una (pseudo) religión del Barranco del Viznar y una superstición joseantoniana -y su secuela inseparable de lo que doy en llamar “el síndrome de la cárcel de Alicante- que no vendrían a ser más que variantes o forma de expresión diversa de un mismo fenómeno religioso o pseudo religioso, de una misma religión política (guerra civilista) estrechamente ligada a la guerra civil del 36 (interminable), en resumidas cuentas

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