Princesa Bibesco –Elisabeht Asquith de su nombre de soltera- musa de inspiración (y tal vez algo más) de José Antonio Primo de Rivera, y diez años mayor que el líder falangista. Esposa del embajador rumano en España durante la República, se hizo famosa por sus recepciones madrileñas a las que asistían José Antonio y también Jay Allen el periodista norteamericano que le hizo en sus últimas semanas de vida preso en Alicante la célebre entrevista (el 3 de octubre de 1936) –difundida “urbi et orbe”- de la que siempre se habló y que nadie conoció en su versión auténtica en España, sin duda porque la vetó –cargado de razones- el régimen anterior, en la guerra y en la posguerra. Azaña de la que ella (también) era íntima decía que hablaba a gritos y que estaba loca. Mala postuladora desde luego en la causa de ´beatificación y canonización de José Antonio el alter/cristus, en la vulgata, política y religiosa, que rodea –y encubre- su memoria¿José Antonio camino de los altares? Maravillas veredes querido Sancho, de una iglesia sabia con la sabiduría que dan los siglos y que sabe ponerse al diapasón que marcan los tiempos con una presteza que es gloria bendita, y lleva ya canonizando sin parar “mártires del 36” desde los tiempos del papa Wojtyla -pero solo después nota bene de mi gesto de Fátima (…), que antes todas las glorias en lo que a España se refieren habían ido para Felipe González (…)- con la condición sine qua non –salvo excepciones que no hacen más que confirmar la regla- de su condición eclesiástica, como si los demás caídos en los que no concurría esa circunstancia fueran menos mártires o menos héroes o santos (lo mismo me da que me da lo mismo)
A fuerza de canonizar no obstante –como si de un máquina (de fabricación de mártires y de santos) se tratase- acaban presentándose los problemas por la vía de las comparaciones odiosas ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Por qué pongamos por un ejemplo, están en vías de canonización los llamados mártires de Novelda –carlistas y falangistas- y no lo está el fundador de la Falange asesinado con ellos y enterrado en la misma fosa común todos juntos? Y ahí entra el juego de la casuística más papista que el papa y más jesuita que la de los jesuitas.
A José Antonio le mataron, sí o no, en odio a la fe, porque un odio cualquiera por muy asesino y vesánico y salvaje que fuera (canónicamente) no basta (...) ¿Murió, sí o no, perdonando a sus verdugos?, y ahí entran en cambio en danza los biogafos y hagiógrafos del fundador disputándose hasta llegar casi las manos –verbalmente al menos- la verdad oficiosa –a falta de una verdad oficial- de las circunstancias que rodearon los últimos instantes de la muerte del líder (venerado) Se abrazó (sic), sí o no, al juez (inicuo) que le acaba de condenar a muerte como sostienen (sorprendentemente) algunos de sus devotos. P…y apaleados, reza el refrán castellano.
Busto de José Antonio en el patio de la Prisión Provincial de Alicante donde fue asesinado. ¿Camino de los altares? Sería desde luego un paso más en la desfalangistización –léase "desfascistización"- del régimen de Franco y de lo que de él pervive en el régimen actual surgido de la transición, en materia de culto iconográfico y de mitología. Algo que empezóa encargándose de llevar a buen puerto -despacito y buen letra- la iglesia catolica (el aparato eclesiastico me refiero) a seguir a la terminación de la Segunda Guerra Mundial. De líder “fascista” –léase fascistizado- a ejemplo (canónico) de la buena muerte, y modelo de buen/cristiano José Antonio, confesado y comulgado y gritando ¡Viva Cristo Rey de preferencia a ¡Arriba España! –un grito demasiado nacionalista o panteísta o estatólatra o totalitario- y abriendo los brazos en señal de perdón a sus verdugos y otros tópicos y leyendas piadosas por cuenta suya que vendría a difundir la propaganda oficial del régimen a partir del 45 –tras la derrota de los nazi fascismos- en una metamorfosis más que evidente del culto de a la personalidad –al Ausente- instaurado tras su muerte. No sabemos nada de los últimos momentos -ni de las últimas horas ni de los últimos minutos- de la vida de José Antonio. El misterio sigue en pie, inexplicado e inexplicable. Y como hace decir Umbral a Serrano Suñer en la Leyenda del César Visionario, "lo inexplicable tiene siempre una explicación muy negra"No hubo abrazo, replican otros, conscientes sin duda que la imagen iconográfica del líder sufre en esa versión un rudo golpe, y que semejante detalle no vendría más que a llevar agua al molino de la tesis que vengo defendiendo contra viento y marea desde hace un rato, a saber la del secuestro (sic) de José Antonio a partir de un determinado momento de su estancia preso –en el transcurso del mes de agosto del 36 cuando los anarquistas de la FAI tomaron el control completo del establecimiento- en sus últimas semanas de vida en la cárcel de Alicante.
Como decía Umbral, primos si ¿pero tanto? Como sea, asistimos a una puja al alza entre biógrafos joseantonianos que viene como a querer esconder la laguna clamorosa que preside los trabajos e investigaciones tanto en unos como en otros, a saber la falta de datos ciertos mínimamente comprobados de la circunstancias que rodearon los últimos instantes de la vida del líder falangista antes de caer (definitivamente) muerto y asesinado.
Y tanto en lo trabajos de unos y otros se deja ver otra laguna clamorosa y es la de la vida cotidiana de José Antonio preso en la cárcel de Alicante y los cambios sin duda cruciales y significativos que en ese día a día al interior de la cárcel vendría a imprimir el golpe de mano de la FAI de agosto del 36 que a partir de ese momento se haría con el control del establecimiento y or ende de la vida –y movimientos- de cada uno de los que estaban allí dentro presos. De la toma de control de la cárcel de Alicante a manos de los anarquistas de la FAI oí hablar, por vez primera para mí, a Adriano Gómez Molina, de ascendencia murciana (nota bene), biógrafo y estudioso del líder falangista, en una entrevista que tuvimos hace cinco años en Madrid –en el bar de un hotel de la calle Princesa- a cuento de mi trabajo en curso entonces sobre Francisco Umbral que acabaría desembocando en el libro que publiqué sobre él el pasado mes de mayo.
La marcha de José Antonio hacia lo altares podría verse no obstante considerablemente entorpecida por la publicación reciente de una obra que trata –entre un nube de sobreentendidos- la amistad en los tiempos de la II República entre José Antonio y Federico García Lorca, el líder falangista, rodeado de una corte de poetas y escritores y el poeta granadino filo comunista (o cripto comunista) Pero lo que más podría comprometer esa noble/causa –de la consagración canónica del culto joseantoniano- podría serlo un musical de próximo estreno “La duquesa roja” -bajo la dirección de un sobrino de José Antonio- que trata de la relación de José Antonio con la princesa Bibesco –Elisabeth Asquith de soltera- esposa del embajador rumano en España durante la II República y diez años mayor que José Antonio al que dedicó años después de su muerte una novela (“The romantic”)
Una mujer (casada) de mucho mundo, no precisamente una monja ni una militante de acción católica (de aquellos años) Que entablaba amistades a izquierdas y a derechas como lo ilustra el diálogo de José Antonio en la cárcel de Alicante con el periodista norteamericano, Jay Allen, corresponsal de los principales diarios de Chicago, al que el líder falangista empezaba recordando su encuentros en las recepciones de la princesa Bibesco y a lo que el otro –en presencia de testigos (los carceleros de José Antonio)- le corta en seco, manera de decirle, estate en lo que estás, a saber la entrevista que se traía entre manos que sería publicada en la gran prensa internacional –y difundida a las cuatro esquinas del orbe- y de la que en España nunca se supo la versión auténtica y original-como un texto “perdido” o “abandonado” en terminología lingüística- y solo llegó una versión edulcorada de la misma publicada semanas más tarde en un diario británico de derechas.
Hay razones sobradas no obstante para presumir que en esa entrevista José Antonio desautorizaba categóricamente el Alzamiento en el que sus camaradas -a miles, como un solo hombre- se habían entregado en cuerpo y alma siguiendo sus órdenes y sus consignas. ¿Mujer araña la Bibesco? A José Antonio no le deparó desde luego buena fortuna. Y mejor no mencionarla por cierto en los legajos vaticanos, si quieren que su ídolo llegue a santo (como el papa Wojtyla)
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