lunes, febrero 02, 2015

ENSEÑA ROJIGUALDA Y TRAPO REPUBLICANO "PODEMOS" DA EN HUESO

La rojigualda es la bandera de España desde hace trescientos años. Fue además la enseña –principal, mayoritaria- de los vencedores de la guerra civil, y la que salió triunfante en la Transición gracias en parte a los esfuerzos y a las luchas –que no fueron en vano- de los llamados involucionistas. Esos son sus títulos de gloria. Con escudo constitucional o preconstitucional, o sin ellos. Los colores es lo que (más) cuenta. Enseña nacional frente al trapo republicano, el reto –en un desenterrar del hacha de la guerra civil- que lanzan ahora los de Podemos a una inmensa mayoría de españoles
En la entrada que dediqué anteayer -en caliente a la marcha y a la manifestación de Podemos en la Puerta del Sol, sin duda por un defecto de óptica y tomando mis deseos por realidad afirmaba que haba alguna bandera rojigualda en la foto (con mayúsculas) Me retracto de inmediato. Porque por lo que deduzco de la polémica que habrán levantado declaraciones de uno de sus responsables tengo que rendirme a la evidencia que no había ninguna, a parte de las que estaban ya allí puestas –por mandato de la autoridad- en la Cibeles.

El pretendiente al trono de Francia con el título de Enrique V –el conde de Chambord-, en lo que muchos monárquicos franceses siguen viendo la gran ocasión perdida del restauración en Francia rechazo la oferta que le hizo la Asamblea Nacional –de tendencia monárquica en su mayoría- tras la guerra franco-prusiana y el aplastamiento de la Comuna, por negarse a tener que aceptar (y jurar) la bandera tricolor republicana en un gesto que sin duda le honra pero que tenia de convidado de piedra fatal e insoslayable la figura de su ilustre antecesor rer de su dinastía , Enrique IV, y la célebre frase (que se le atribuye) de “París bien vale una misa cuando abjuro del protestantismo.

Los tiempos no eran los mismos, la revolución francesa había hecho (furiosamente) irrupción entre tanto pero el episodio ilustra la importancia de la propia enseña nacional en la historia de las naciones. Umbral decía en su Leyenda del César Visionario- refiriéndose a los militares franquistas durante la guerra –que no tenían en la cabeza “más que a Franco, la bandera y una p…” Y sin embargo ganaron la guerra cabria apostillarle, aunque no se hubieran leído al dedillo las obras/completas ni se vieran iniciados en los arcanos de la doctrina nacional/socialista –no poco esotérica, y para iniciados, a tenor de como la siguen viendo tantos años después, algunos entusiastas. Una bandera es lo primero en tiempos de guerra, y en tiempos de paz algo intocable aunque se tenga guardada en un cajón bien guardada.

Aquí ya me réferi en más de una ocasión a la polémica que desato en el 2011 en vísperas (nota bene) de la eclosión del 15-M –como si estuvieran perfectamente sintonizados (y yo sin olerme nada)- Ricardo Sáenz de Ynestrillas con un librito suyo en el que partía una lanza a las claras por la bandera tricolor republicana. Ya saben aquí todos también lo que opino en el fondo en tema. Cinco años de trapo tricolor (como le llamo Manolete) –ocho, si se le quieren añadir los tres años de guerra civil en zona roja- frente a trescientos años de rojigualda. Se podrán discutir los escudos y aditamentos, pero el color de la enseña nacional no puede estar más claramente definido por nuestro pasado y también por el futuro, que pasa a todas luces por la superación del desafío (inaudito) que algunos lanzan ahora a la inmensa mayoría de españoles en nombre de esos (tres) colores.
Franco y Eisenhower con ocasión de la visita del presidente norteamericano a España en enero del 59, al que vi pasar por la Plaza de la Moncloa de niño. En el centro de la foto, el general Vernon Walters, notorio amigo del régimen. Pio Moa recuerda a menudo la frase que Franco le habría dicho a este último en su encuentro en el Pardo en 1972 que en España no volvería a haber otra guerra civil gracias a las clases media nacida bajo su régimen. Y en la óptica que vengo aplicando a mis análisis de la guerra interminable del 36 o de los ochenta años –que fue en su origen en gran parte una guerra de clases- cabria reinterpretar esa frase –asumiendo a la vez el poso innegable de verdad que encierran- en el sentido que esa clase media no evito la continuación de la guerra civil “por otros medios” (Pío Moa) aunque sí la ruptura de régimen –y en eso Franco acertaría en sus predicciones- que habría venido a sellar la victoria final de los vencidos del 39. Y eso explica el enfoque de lucha de clase –de ricos contra pobres- que giene imprimido Podemos a su acción –tal y como lo viene plasmado hasta ahora en su actuación y en su propaganda desde la fundación de partido. La clases medias en sentido amplio y en su conjunto, herederas del régimen de Franco y de sus sucesor, “el régimen del 78” (como le llaman) son el gran obstáculo a vencer en su lucha por la ruptura de régimen y por la instauración de "un periodo constituyente", cuando podrían (por fin) dictar “su” bando final –de abrogación del otro, el del Primero de Abril- que pondría final (de veras) a la guerra civil interminable. Y en esa lucha, sus principales aliados lo son los barrios/bajos y el extrarradio de Madrid y de grandes y pequeñas capitales -como aquí ya lo tengo expuesto-, y junto a ellos, en gran medida, las nuevas clases que surgieron tras la Transición, ligados en el mismo modo y medida a aquellos por razón de la memoria de los vencidos. Y que habrán sido los principales damnificados de la crisis financiera. Esa es la situación, no tiene vuelta de hoja. Y ese enfoque –de guerra civil, de lucha de clases- nos da a la vez la radiografía de Podemos –y de su líder- y la clave de su éxito hasta la fecha
En un comentario reciente a mi entrada anterior sobre la manifestación del domingo se me recuerda –a fe mía no sé si bien si a título de meritos o de demeritos y que me disculpe mi interlocutor- el “pedigree” familiar del líder de Podemos, que no puede estar más claro (ideológicamente me refiero) Soñar por su cuenta y riesgo es el lote que le reserva fatalmente el destino a los verdaderos soñadores, soñar en cambio por cuenta de los sueños de padre y madre y abuelos, es harina de otro costal no me digan. Y los sueños de este mesías no parecen otra cosa, sino un revancha de los sueños frustrados, por el franquismo y por la guerra civil, de su papá -miembro del FRAP, un respeto-, los de su mamá –laboralista de los de la matanza de Atocha y mártir o santa/revolucionaria de vocación, por vía de consecuencia-, de su abuelo, jerarca de las milicias socialistas en la provincia de Badajoz (un respeto) y en el frente durante la guerra, y de toda su parentela.

Todo indica pues que estamos ante una operación de altos (o altísimos) vuelos como aquí ya lo dejé registrado y además perfectamente estudiada y programada en sus fases y en las dosis y graduaciones que deberán acompañar a cada una de ellas. Pero en el tema de la bandera me huele que Podemos ha dado en hueso. El sentimiento republicano en Bélgica –donde resido- es innegable a un lado más que al otro de la frontera lingüística –entre flamencos me refiero- pero no existe movimiento republicano organizado ninguno –y el que había del lado francófono acabo mor morir de muerte natural hace ya años- y mucho menos una bandera belga/republicana (como una contradicción in terminis) Y sobre todo, si ese sentimiento republicano se ve ligado –del lado flamenco- al recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y de la Colaboración, no es en modo alguno comparable a la versión española de ese sentimiento republicano tal como algunos están queriendo resucitarlo hoy, indisociablemente ligado a una guerra civil tan cruenta y tan sangrienta.

Entre medio millón y un millón de víctimas, las cifras de víctimas de la guerra del 36 se discuten pero no se las puede comparar en modo alguno las trescientas (grosso modo) que produjeron la ocupación y la resistencia durante la segunda guerra mundial en Bélgica. Y es un dato que no admite vuelta de hoja que una inmensa mayoría de españoles siguen identificado la bandera tricolor con la guerra civil del 36, como los de Podemos acabarán teniendo que rendirse a la evidencia, máqs rponto de lo que se piensan.

Al tiempo. Un resucitar de la guerra civil, ya digo, el resurgir del sentimiento republicano al que asistimos desde la eclosión del 15-M va a hacer ahora cuatro años. Como cuento explicarlo e ilustrarlo en un libro en vías de preparación y que espero que pueda ver la luz en primavera, a tiempo de iniciarse la campaña electoral de las municipales de mayo. Mis lectores pueden darse pues por avisados (con mucho gusto por mi parte) Podemos es un desafío de órdago a la grande en el plano nacional y todavía más en el internacional como lo ilustra los artículos favorables y entusiasta alguno de ellos –aunque no con tanto realce como el que cabía temer- que se les dedica en la prensa francesa de hoy.

Qué le reserva el destino a la nueva formación en la primera de las citas electorales que es esperan los meses que se avecinan, a saber las autonómicas andaluzas. No me precio de conocer del todo a los andaluces, aunque lo sea yo mismo por ascendencia paterna, creo honestamente en cambio conocerlos mejor que muchos que no lo son, y nos é por qué –y las encuestas parecen darme razón- que pese al favor de los medios mucho me temo que a los de Podemos y a su líder tan madrileñista –léase tan vallecano- les aguarda en Andalucía un serio batacazo.

¿La peste y el cólera? En Andalucía se vive desde hace cuarenta años (ay dolor!) un compromiso histórico -el de la transición- que (a tenor de todos los indicios, entre ellos lo gritos que se oían en la manifestación de Sol) los de Podemos quieren echar por tierra, y que con todos sus defectos y lacras e inconvenientes fue no obstante una alternativa –de mal menor- frente al caos y la amenaza (serias, inminentes por veces) del reencenderse la guerra civil que se vivió en la transición en aquella región española sin duda mucho más que en otras.

Y ese punto de equilibro –difícil- fue sólo posible a costa de acabar marginando al partido comunista –de tan crucial y destacado protagonismo allí durante la guerra civil en la región- y a la extrema izquierda en general como lo lustra un caso que me conozco bien, el del pueblo de donde procedo por la vía paterna, Mancha Real en la provincia de Jaén, en donde la izquierda comunista (y asimilados) se verían reservado a seguir a la transición un papel prácticamente irrelevante.

Y el enarbolar ahora planes de ruptura (constituyente) –por muy embozados y disimulados que (aún) los presenten- es jugar con fuego, en España sin duda por todas partes, pero más si cabe en Andalucía. Y además, en Andalucía –a las pruebas me remito- no se ve ni se vive el problema de la corrupción con ese rigor puritano (o jacobino) del que vienen dando muestras los indignados de Podemos, siempre por cuenta de otros, por supuesto

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