Andras Pandy, el pastor protestante húngaro, refugiado en Bélgica tras la invasión de Hungría, que acabó viéndose convertido en un nuevo Landrú por los medios y la justicia belga. Le conocí de cerca –sin llegar a hablar con él- estando presos los dos el 2000 en la cárcel de Forest en Bruselas. ¡Un santo job en comparación con tanto bandido y tanto asesino que tuve que soportar, tanto allí dentro como en las cárceles portuguesas! Un exponente emblemático –así me lo pareció- del error judicial en democracia, y “pari passu” de la tentación (irresistible) del sistema judicial (democrático) de tirar por la calle de en medio, o de emprender la huida hacia adelante…a falta de pruebas (…) Como parece ser el caso ahora con la llamada trama Gurtel y su (presunto) jefe, Francisco Correa. ¡Ciento cuarenta años de cárcel por meros delitos financieros! Unos fiscales de otro planeta, los que nos gobiernan (…)¡Ciento cuarenta años de cárcel (ciento cuarenta) –los que pide el fiscal para Francisco Correa- por delitos financieros! ¿Estamos aquí o en Flandes? El error judicial –que nadie se escandalice- es moneda corriente en democracia, como me habrá sido dado el atestiguarlo de cerca-, y el que no se reconozcan o difícilmente no invalida en absoluto el aserto. Y a los que se sientan tentados de erigirse en vestales escandalizados de la diosa democracia ultrajada -por estas líneas- les recordaré el caso Dreyfus, fuera de toda sospecha, que puso en entredicho la justicia y la verdad judicial –de una jurisdicción militar, es cierto- en un régimen democrático.
Fui testigo de cerca también de un caso que acaparó la atención de los medios en Bélgica hace una quincena de años, el de un pastor protestante húngaro, Andras Pandy, que huyo de Hungría tras la invasión soviética y acabó refugiándose en Bélgica convertido por los medios –y por la justicia belga- en un nuevo Landrú, tras verse acusado del asesinato de varios miembros de su familia de los que nunca se encontró el menor rastro ni cadáver ninguno, del montón de ellos que le echaban encima. La investigación y la instrucción del proceso en Bélgica nota bene fue impulsadas por la justicia húngara de los tiempos del régimen comunista.
Le conocí personalmente en la cárcel, el 2000 en Bruselas, nos cruzamos alguna vez en los pasillos o en celdas de espera, y sin hablarnos y sin dejar de mirarle y remirarle no salía de mi asombro que alguien de aspecto tan inofensivo –que por lo que se oía allí dentro no se alimentaba más que de fruta (de manzanas)- pudiera ser culpable de los crímenes tan horrendos de los que se le acusaba hasta el punto de hacer de él uno de los grandes asesinos de la historia (…) ¡Un verdadero santo Job la impresión que me dio al lado de tanto bandido y tanto asesino como me vi condenado a soportar en la cárcel belga, y no digamos –quinquis o no quinquis- en las cárceles portuguesas!
En este librito –breve y conciso y denso y de lectura mas que amena- del abogado francés Jacques Vergès que me leí de un tirón (el 2000) en la cárcel de Bruselas, rezumante de estilo y de erudición histórica, se narran los casos judiciales célebres –apasionante, tal como la cuenta el autor- de siete asesinos en serie (serial killers) de la historia judicial del siglo XX, a comenzar por el de Jack el Destripador. Uno de ellos, el Vampiro de Dusseldorf, se caracterizaba en sus artes homicidas por hacer desaparecer en baños de ácido los cuerpos de sus víctimas, lo mismo de lo que fue acusado (y condenado) –sin prueba alguna- el pastor húngaro, Andras Pandy, con lo que los medios belgas hicieron su agosto, estaría bueno (…) Y a fe mía que hay que tener una fe acrisolada y a toda prueba en el sistema judicial (democrático) para tragarse enormidades como esaSiempre hasta su muerte –hace dos años, en la cárcel belga donde cumplía condena- tras verse condenado en el 2002, afirmó con vehemencia –por arrogancia traducían sistemáticamente los medios- su inocencia, sin dejar de proclamar sin complejos sus convicciones ideológicas (de derechas) Seguí de cerca el tema aunque tampoco puedo decir que me apasionase, y a fe mía que las explicaciones y declaraciones de los responsables de la investigación y de la instrucción del proceso me dejan frio y (sumamente) perplejo.
En particular cuando el juez instructor se permitió de lo más lírico y rimbombante comparaciones con otros casos (sensacionales) de la historia judicial del siglo XX no menos herméticos y aun por esclarecer, como el caso del doctor Petiot, un médico francés, partidario de la Colaboración un tiempo y perseguido por las propias autoridades de ocupación más tarde que lo pagaría caro, acusado –como el pastor húngaro- de una serie de horrores en los que cualquier prueba directa y tangible brilló clamorosamente siempre por su ausencia.
Como si a falta de pruebas, el sistema judicial se viera obligado a tirar por la calle de en medio, o a emprender (escandalosamente) la huida hacia adelante, a base de enormidades (...) Y de explcaciones a cual mas rocambolesca y de pelicula de terror sin la menor pureba que la sustentase tampoco por spueusto. Asi en la verdad/judicial del caso Andras Pandy consta que hizo desaparece a base de ácido sus víctimas, -como el Vampiro de Dussedldorf- una tras otra (...)
¿Pagó acaso el pastor húngaro –lo mismo que pagó el medico francés por su pasado, léase de “colaborador- por la transgresión de un tabú (el incesto) –con miembros de su familia, concretamente con una hija suya-, que le atribuían los medios belgas? No lo excluyo aunque tampoco se le probó nunca nada en ese aspecto. Pero ya digo que la verdad judicial en su caso no consiguió imponerme nunca (hasta hoy) asentimiento alguno en el foro interno.
Los casos que habré citado hasta ahora además –crímenes de sangre, o un delito de espionaje militar- no son comparables en modo alguno con los delitos financieros que al cabo de un culebrón interminable, la fiscalía anti-corrupción (un respeto) habrá acabado (como anillo al dedo) imputando a Francisco Correa y otras serie de inculpados, en los inicios nota bene de un año que se abre marcado por citas electorales tan cruciales y decisivas.
En mis trece. Todo esto huele a montaje que tira para atrás, y a invento del (ex) juez estrella, hoy destituido y descalificado en la opinión pública española y extranjera salvo (por lo que deduce) en Argentina (…) Pagan Correa y sus amigos el ser niños bien de derechas, niños pijos, fachas para entendernos –o parecerlo (…)-, una etiqueta infamante para los que siguen empeñados en seguir riñendo combates de una guerra civil –del 36- que a todas luces dura todavía. Amén de otras cosas, el ser linces para los negocios, por ejemplo, algo que mentalidades de izquierdas digieren mal cuando no se trata de los suyos, por cierto.
Eso es lo que en el fondo pienso de este asunto, sí. Aquí ya denuncié la importación en la transición y en las décadas que se siguieron de una serie de figuras de delitos financieros- en substancia la falsificación de documentos (comerciales o administrativos) el fraude fiscal y sobre todo el tráfico de influencias, ajenas hasta entonces al sistema jurídico español.
Como lo era la figura de la rehabilitación, igualmente importada del otro lado de los Pirineos e inexistente en el derecho penal español hasta entonces, en el que regía el viejo principio de pena cumplida, pena extinguida. Con la rehabilitación (democrática) en cambio –lo que nunca consiguió un Leon Degrelle por ejemplo- se introducían –tras el cumplimiento de la pena- detergentes judiciales por así llamarlos que como los anuncios de la televisión española incipiente (años sesenta) prometían “lavar más blanco” pero que en realidad no dejaban menos cerco (…)
Contratos irregulares, todo lo que se le reprocha al jefe de la (presunta) trama. Ejemplaridad, la consigna que viene aireando los medios tratando de justificar la enormidad de las penas que se reclaman. Y de que el escandalo ronda por todas partes en este asunto, da idea que al diario el País siempre tan locuaz a la hora de manifestarse o pronunciarse sobre todos los temas y asuntos de actualidad en sus editoriales, no le merezca ninguno en cambio una noticia tan sensacional (o sensacionalista) que presenta en cambio a toda plana –y con los titulares más llamativos- en su portada. Yo must not not only be fair, but you must also seem to be fair, reza un adagio del derecho anglosajón fuera de toda sospecha.
Y un caso marcado (al rojo) –de cabo a rabo- por una politización tan descarada –incoado por un (ex) juez (estrella) de izquierdas e instruido por una institución de importación como la fiscalía anti-corrupción- no puede oler bien de entrada, ya digo, se diga lo que se diga. Y si dudas les cabía alguno sobre la politización del caso ahí esta los llamamientos sediciosos –como llamarlos de otra forma- de la antigua socialista Rosa Diez a un nuevo 15-M (bajo su mando) en la Puerta del Sol para hacer caer el gobierno de Rajoy. Por haber mentido, dice. ¿Acaso se lo han probado o lo ha reconocido, como Teresa Romero?
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