jueves, enero 08, 2015

¿GUERRA CONTRA EL ISLAM?

La matanza tan sangrienta contra Charlie Hebdo no se merece más que una condena sin paliativos. Como aquí lo habremos dejado bien sentado, por escrito y con nombre y apellidos. Lo que no excluye no obstante el poder y deber aprendernos bien la lección y el que podamos deducir también nuestras propias moralejas. Entre ellas, que la provocación periodística –y sin duda en los demás ámbitos y terrenos- es empresa de alto riego, como se vio cumplido ya hace diez años en el asesinato bárbaro en la vía publica del cineasta holandés, Theo Van Gogh que practicaba el arte de la provocación cinematográfica, con éxito. Charlie-Hebdo atacaba y se reía de todos sin excepción y eso les habrá puesto fatalmente en la encrucijada de todas las amenazas y peligros, y en la mirilla de sus asesinos. Jean Marie Le Pen, lo mismo que su hija, blancos favoritos de las sátiras de esa publicación (de "izquierda plural"), no habrán dejado de condenar de la forma más firme el atentado odioso. Jean Marie Le Pen no obstante no deja de hacer responsable a la clase política y al gobierno francés de lo sucedido. Por una política extranjera sobre todo, cómplice –en Siria, en Libia, en Irak y en el Afganistán- del auge islamista fanático y homicida
La matanza en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo ayer en Paris, pendiente de desenlace aun –¿inminente?- mientras escribo estas líneas habrá desatado una polémica entre sectores de lo que se da en llamar la corriente identitaria, defensores de la identidad europea, occidental frente a la amenaza y el desafío agazapadas tras la invasión silenciosa que viene protagonizando corrientes de in migración non europea, en particular musulmana en suelo europeo, desde hace décadas. ¿Guerra contra el Islam?

La Reconquista –espejo fiel en la materia para españoles- lo fue y no lo fue según se lo mire. Lo fue en la medida que la simple idea de Reconquista rechazaba implícitamente la otra opción o alternativa que se les ofrecía –ante la invasión árabe- a los cristianos españoles, a saber la de la sumisión al nuevo poder musulmán como precio a pagar para la salvaguarda de la antigua fe y creencias, que fue la actitud que acabaron adoptando los llamados mozárabes, que asi se llamaron por la liturgia -de origen visigodo- que practicaban, pero que en realidad era un denominación que venían (semánticamente) a designar a las poblaciones autóctonas de antes de la dominación musulmana, con exclusión de aquellos que acabaron abrazando la nueva fe de los invasores.

Una reacción o respuesta en el plano militar pues, la Reconquista, de los españoles –o hispano/godos- al ideal de la guerra santa –en nombre del Islam- que movía a las sociedad musulmanas invasoras. Y en ese sentido se puede hablar de guerra contra el Islam, lo que se ve matizado sino invalidado justo a seguir por la realidad histórica innegable de lo que se dio en llamar la España de las tres culturas, a saber, la España de los (cinco) reinos cristianos que se fueron formando a medida que avanzaba la Reconquista, un proceso que se extendería a lo largo de un amplio segmento de cronología histórica –de más de seis siglos- comprendido entre los mismos inicios de la monarquía astur/leonesa hasta la ascensión de la casa de Trastamara tras el desenlace (sangriento) de la guerra civil castellana entre Enrique de Trastamara y el rey Pedro I de Castilla.
La llamada a la oración por las calles de Moscú. Una estampa cada vez más frecuente y generalizada a escala del planeta. El integrismo islámico tiende a exteriorizar la práctica de la religión musulmana en la vía publica en los países occidentales- como una técnica favorita de expansión que atestigua de su voluntad de conquista y dominio y de un universalismo político y religioso a la vez que vivían en estado de letargia en el mundo islámico desde la Edad Media. ¿Es ese el verdadero Islam o un anacronismo a penas en la medida que la vuelta a un islam matinal –que ya pasó- es una mera aspiración utópica y una contradicción in terminis y como tal lo siguen viendo muchos en los países musulmanes? La polémica está servida y la viene a reencender ahora la matanza de Charlie Hebdo. Los propios musulmanes son desde luego los más directamente llamados a dar una respuesta definitiva y satisfactoria, y señales potentes parecen venir en ese sentido de países que sufrieron en propia carne las primaveras árabes y sus desbordamientos y embestidas como Siria, Egipto, y Túnez o incluso el Yemen, e incluso Libia, teatro de una guerra civil a todo arder las horas que corren entre islamistas y anti-islamistas. Marruecos, la gran incógnita, sobre todo para españoles, por paradójico que parezca
Con los Trastamara por paradójico que parezca murió aquel ideal de tolerancia –en el plano confesional y religioso- y se produciría pari passu un parón de más de un siglo en la marcha de la Reconquista, que solo se vería reanudada con lo que se daría en llamar la guerra de Granada que culminaría en la Toma de la Ciudad por los Reyes Católicos. Y de aquella España de las Tres Culturas vendrían a hacerse eco las llamadas Capitulaciones de Granada que quedarían más de un siglo en vigor hasta la expulsión de los moriscos (1609) tras el aplastamiento de la rebelión de las Alpujarras, y en un contexto histórico insoslayable (nota bene) de embestida turca en el Mediterráneo y en el Norte de Àfrica.

¿Vuelta pues a las guerras de religión? La buena respuesta, mucho más matizada y compleja al desafío que plantea el islamismo a occidentales (y a españoles), se encierra en ni opinión en la formula “choque de civilizaciones”, de la que se atribuye la paternidad un autor anglosajón muy citado –y más celebrado aún- que fue el que la divulgo, re exhumando así sin duda una idea muy anterior sin duda, enterrada de antiguo en la memoria colectiva de los occidentales.

El islamismo radical es un poco al Islam histórico como la modernidad occidental lo es a la Cristiandad medieval en sus variantes católica y ortodoxas. Sé de lo que hablo aquí ya me tengo explicado largo y tendido al respecto. Me “estudié” a fondo el llamado integrismo musulmán hasta el punto que estuve a un tris de “convertirme” como aquí ya lo tengo (a menudo) contado.

Y el perfil o aspectos pos marxista innegable del integrismo islámico fue una de los datos principales que retuve de aquel itinerarios de lectura y de búsqueda espiritual un tanto dramática y azarosa, por lo que ello tuvo para mí de travesía en solitario más que otra cosa. El rechazo de la modernidad democrática occidental que se postulaba en el pensamiento marxista servía (y sirve) de coartada al fundamentalismo islámico, en su rechazo del mundo occidental en el nombre de la historia del Islam más que del Islam propiamente dicho.

En la versión chií ese repliegue histórico se veía formulado en la doctrinas o teorías del Imán Oculto y de su regreso, y en la versión (mayoritaria) suní, en un retorno –por el túnel del tiempo- a un época histórica bien definida, la llamada Edad de Oro del Islam, de los primeros (cuatro) califas, los bien/guiados, que sentaron las bases de la expansión política y militar musulmana. La Guerra Santa (o Yihad) está en el Corán, desde sus primeros versículos, una realidad incuestionable se coja por donde se coja.

¿Quiere decir que ese sea un motivo de condena por definición de la práctica de la religión musulmana en sus llamados preceptos fundamentales -las cinco oracion y abulciones por día, la lismosna (o impuesto anual) ell ayuno del mes del Ramadan, y la peregrinacion a la Meca- amén de la profesión religiosa –de signo islámico- en el fuero interno o externo? La polémica está servida desde la erupción del integrismo musulmán a finales de los setenta, o digamos que vino a desterrar una vieja polémica nunca del todo zanjada del todo –como lo acabamos de ver- en la historia de la Reconquista. Y por supuesto que no pretendo zanjarla yo aquí por mi cuenta.

Ser o no ser, nuestra identidad histórica es lo que está en juego, el destino de nuestra civilización occidental, blanca y europea. Y tal vez –lo confieso humildemente- algunos no tengamos o no del todo claro lo que queremos pero si en cambio de lo más claro lo que no queremos –¡antes muertos!- y es ese espantajo amenazante, oscuro, multiétnico, multicultural, de aldea/global, anti-blanco -léase racista antieuropeo- que propaga fatalmente el integrismo islámico -que algunos llaman Islam político-, como una calamidad bíblica, al socaire de la invasión silenciosa que se esconde tras la inmigracion no europea (mayormente de confesión musulmana) Y a buen entendedor pocas palabras sobran

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