domingo, diciembre 21, 2014

Misterio de Navidad (poesía en domingo)

¡Navidad! El mundo sigue
y gira, a la rueda, rueda,
todo pasa, todo vuelve:
con la vieja Fe de vuelta
que –¡oh sorpresa!- no murió
hace trescientas centurias
como lloró el oráculo,
sólo estaba dormida

La vieja fe que en mí se alzó
siempre vieja, siempre nueva
que hizo de mí un hombre de honor:
la fe en mí mismo, en mi estrella
perdida entre mil luceros
que me hace guiños y anima
Y ahora otra vez reaparece
y me sonríe y me mira

Que la esperanza en la vida
es la novia de la muerte
que cuando muere resucita
y vuelve con nuevos bríos,
nuevos sueños de conquista,
y un nuevo soplo y aliento
entre un montón de ruinas
al cabo de una Odisea
de fregados y aventuras,
y en premio de los héroes
de sus cuitas, de sus dichas
de sus triunfos y derrotas
y de sus quimeras (benditas)
que me enseñaron a vivir
de pie y no de rodillas

¿Subalterno yo? ¡De nadie!
Que pagué cara mi divisa
la que me fabriqué (¡dicen!)
yo mismo y a mi medida,
de un “personaje” (en francés)
siempre en medio de la pista,
de la escena (gloria mundi)
y en el fuego de la critica

Siempre aguardando a Ulises
su retorno en la Hora Justa,
cuando todo salga a la luz
y se acabe la impostura
que reinó durante décadas
cual música de flautista
que encandilo a niños y a viejos
con las tristes melodías
del mensajero del frío
-¡peor que un falso mesías!-
que anunció una paz -¡falaz!-
con olor a gasolina,
y vestía siempre un disfraz
(del luto y la degollina)

Que saldrá a la luz por fin
en la Nueva Epifanía.
Misterio de Navidad
(en esta Europa a oscuras)

(Omnia vincit Veritas)

¡Al tiempo, fantasmas míos,
que hablarán hasta las piedras
¡Oh viento de profecía!



¡Buenas noches, bon soir,
Salve, mi hada Melancolía!

Grande Magia de Navidad,
paseándome en la niebla
en la media noche (o cerca)
cuando mi ritmo aminora
y mi alma se serena

Serenidad, diosa ausente
distante como una reina
¡Cuanto te echó en falta el mundo
y también mi alma en pena!

¡Todo fuera tan sencillo
con tu ayuda, en tu presencia
en los dos últimos siglos
y en el alma del poeta!

Te eché  a tí en falta, Serena,
en tanta brega y fatigas
cuando me sentí huérfano
(y solo como la una)

De mi siglo, de mi tiempo
Hasta que llegaste, hermosa
-¿con la madurez? no lo sé-
y aprendí a esperar (a solas)

A esperarte a tí mi amor
¡Loco amor, sí, luz de luna!
ancla firme de salvación,
y mi último tranvía!

¡Y se encendió la luz en mí
y todo lo vi azul/rosa,
azul por el cielo azul
que me abriste tú, pequeña,
y rosa por esa rosa
de los vientos que tú abriste
en mi pecho ardiente, diosa!

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