domingo, septiembre 21, 2014

Reina y Señora de tu mundo (poesía en domingo)

¡Perdóname mujer,
que actué así sin querer!

Soñar, no era más que eso,
Te lo juro que sólo eso fue
Perdóname, no por soñar,
no, por la danza de duendes
que despertaron conmigo

Vive tu vida, sé feliz, mujer
que es lo que te mereces
que es lo que te deseo
con todo el alma y el ardor
Y si en eso pude influir
por qué ocultarlo o desdecir
Pero en la expresión de tus ojos
raudo me avine a razón
que me lo tenías perdonado
que nada había perdido
-ni un ápice- de tu estima
igual antes como después
del trance aquél, distraído (…)

Me hiciste soñar de pie
Y a pie firme me aguanté
“la bronca” (como en portugués)
Los truenos y los relámpagos
hasta que la Verdad sin mancha
se alzó sin sombra risueña
y la cordura se impuso
gracias a ti, que supiste ver.

Y de pronto, no sé por qué,
en una arrebato de poesía
al cabo de estos días arrechos!-,
-¡qué cargazón, al atardecer!-
me pudo la melancolía,
me dio por ponerme a soñar
que si me llegara el momento
en una de esas deflagraciones
que juegan con nuestros cuerpos
y perdiese el hilo fatal
por el filo del destino
rompiéndose el equilibrio (…),
tendría en tí una testigo
como pocas en el mundo
Testimonio colectivo,
el tuyo y el de los tuyos
y el de tu mirada sabia
y seria y noble y profunda
que no obnubila ni engañan
que supo comprenderme bien
y no se rió ni hizo befa de mí
viéndome ante el peligro

¿Llegué tarde a tí mujer?
¿Demasiado pronto? No sé
El tiempo lo dirá tal vez
Si lo nuestro “fue”, si “fuimos”
(tú para mi o yo para tí)
Si fue un trivial pasatiempo
o una cita del destino
que aún no acierto bien a ver
Como sea el trance te ennobleció,
Eso se ve a las claras, mujer
¡Reina y dueña de tu mundo,
Femenina, libre, y fiel!


Me fui por lo más oscuro,
errante a ciegas (a tientas)
por lo más hondo del parque
a solas como alma en pena,
buscando tus recovecos,
tus arranques imprevistos,
tus apariciones sorpresa.

Así he acabado mi amor,
así me dejaste ¡Flotante!
Sin más norte que tu estrella
Y por eso que salí a flote
de las honduras del parque
de lo hondo de mi pena,
charlando con mis fantasmas
riéndole a las estrellas
que no hacen más que hablar de tí,
que te conocen de sobra,
tus mañas y tus secretos,
tus rollos y tus historias,
tu fingir, tus disimulos,
ardides y estratagemas.
Tu alma de corza salvaje
Verde como de hierba tierna,
Tus miedos de niña tímida
Tu encanto de mirlo blanco
puesta en medio de la selva
y esa fantasía ilusa
de tu ciencia sabihonda,
¡Y tu corazón plata y oro
fundido en piedras preciosas!

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