domingo, septiembre 07, 2014

ARGENTINOS EN RYANAIR SIN QUERER GENERALIZAR (DEMASIADO)

Hurgando en las heridas (infectadas) de nuestra memoria historica española. En la foto, una manifestacion del grupo Montoneros con ocasión de la vuelta de Perón a la Argentina. El nombre nota bene venia de las guerrillas que se rebelaron (anárquicamente) contra España en el momento de la Independencia copiando así las tacticas de las guerrillas anti-napoleónicas en la Peninsula. Y apropiándoselas en resumida cuentas, como quisieron hacer allí más tarde con la lengua que también nosotros les legamos. ¿También Perón -descendiente de criollos ilustres (de apellidos españoles fuera de toda sospecha) como el Che Guevara-, llevaba acaso, él también, el indio dentro? Digamos que se lo guardaria bien dentro de sí hasta que se lo destapó al final la izquierda peronista que su movimiento (y bajo sus auspicios) habia incubado en su seno
Los vuelos baratos (low cost) se ven convertidos en una forma de vida o en un estilo de vivir su vida en muchos como el que esto escribe que han acabado incorporándolos al ritmo de su propia existencia. Y las compañías que los cubren -Ryanair, Vueling, Easyjet, Wizz y tantas otras- han venido a brindarnos un decorado habitual sobre el que nuestras vidas transcurren –durante unas dos horas- varias veces al año en viajes de ida y vuelta, “in casu” Madrid y Bruselas. Desde septiembre del 2007 cuando viajé por primera vez con ellos no sé ya la cantidad de veces que habrá volado con Ryanair.

Sin problemas hasta ahora y tampoco se puede decir que me vinieran ayer –en mi viaje de regreso a Bruselas- tras una estancia breve y no menos intensa en Madrid de semana y media, donde me habrá apurado hasta el último sorbo un verano que creía que se me iba ya de la manos, una vez más como tantas otras. Pero sí que me ocurrió o digamos que fui testigo de algo que se merece mención (ineludible) en esas crónicas, por lo significativo y tal vez también (quiera que no) por lo sintomático (…)

Y fue en el momento de entrar en el avión por el tobogán de acceso cuando me di cuenta de pronto que se” había creado cierto desorden a la entrada del aparato por la parte delantera, y que los pasajeros que iban delante de mí se veían obligados a dejar fuera sus bolsas y maletas sin facturar. Y me las prometí felices porque el empleado del aeropuerto que nos habia controlado previamente el billete me había dado instrucciones para que metiese mi equipaje de mano –bastante ligero- debajo de mi asiento, señal (así me lo pareció) que no me lo iban a facturar automáticamente como vi que estaba sucediendo delante mía.
Tras la figura del presidente marxista chileno Salvador Allende cabe reconocer la huella del radicalismo argentino encarnado sobre todo en la figura de Hipólito Yrigoyen, el Mulato Peludo en una novela de ambiente argentino de un autor del Noventayocho menor, Nicasio Pajares, que me acabo de leer de un tirón (y con provecho)
Y era sin contar –¡infeliz de mí!- con el sobrecargo, situado a la entrada del aparato, que de una voz y gestos bruscos me ordeno terminantemente que dejase mi bolsa a un lado arrancándome prácticamente el billete de la mano y tirándolo encima de de la bolsa cualquier de cualquier manera sin la menor garantía de que iban aquedar juntos el uno al lado de la otra, entre el montón de bolsas y maletas que iban quedando fuera. Un hombre (joven) de fisonomía “europea” y también –ay dolor- de un inconfundible acento argentino (…) Y ya dentro del aparato por los comentarios en voz alta de un grupo de jóvenes españoles –de un viaje organizado (un grupo deportivo tal vez)- sentados justo detrás de mí me di cuenta que el malestar –por cuenta de su equipaje de mano- se los había contagiado sin duda también a ellos el sobrecargo aquel, a tenor de los comentarios jocosos que se permitían sobre “el argentino”

“Con la Argentina hemos topado querido Sancho”, no puede entonces por menos de exclamar dirigiéndome a mis vecinos de asiento. Una impresión (u obsesión mía) a penas sobre un tema que no me deja (dirá aquí alguno malicioso), ni a sol ni a sombra se diría, (…) El cuadro desde luego no podía ser más tópico ni invitar más a reflexión (circunspecta) desde luego. Piloto irlandés –nacionalidad de la compañía obliga- copiloto español (atento y amable) y una tripulación española –igualmente atenta y amable al completo…al mando de aquel sobrecargo argentino, o para entendernos emigrante/argentino (descendiente de aquellos me refiero)

Y lo que me puso la osca detrás de la oreja hasta el punto que estuvo en un tris–sin conseguirlo no obstante- de “romperme” la noche de poesía (estival) y de vacaciones felices que me traía de España bien guardada a estas tierras de Flandes lo fue un pequeño detalle todo menos anecdótica o así me lo pareció al menos y fue que delante de mí en la fila de entrada al avión iba un pasajero –que por las palabras que le oí y por el aspecto inconfundible también me pareció inglés- que se vio beneficiado de un trato de discriminación flagrante –de signo positivo (como por aquí dicen)- de parte de aquel sobrecargo argentino. No creo en las meigas pero hay las.
En la foto, el que fue presidente de la Argentina y dirigente de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen. "El Mulato Peludo" en la novela de Nicasio Pajares, "Atorrántida" Pesado tabú -del mestizaje-, el que rodea la historia de la (antigua) América Española. Mulatos lo fueron también otros próceres de la Independencia americana como Bolívar o el argentino Fausto Domingo Sarmiento,  autoridad indiscutible en materia lingüistica para las Academias del otro lado del charco. O los cubanos Macedo y Fulgencio Batista (..)
Como sea, fantasmas que se habían despertado en mi mente de nuevo el día anterior se pusieron a revolotear furiosos por dentro de mi todo de golpe. Y eran los que escondían entre líneas de una novelita que me estuve leyéndome a toda prisa) -falto de tiempo- en la Biblioteca Nacional de Madrid, lugar de destino obligado de mis visitas a la capital de España, justo en vísperas de mi vuelta. Y se trataba de un título que ya habré mencionado aquí ya en alguna ocasión de un autor representativo de lo que Francisco Umbral dio en llamar un noventayocho menor” y que desfila por la obra que les dedicó Juan Manuel de Prada, discípulo fiel hasta entonces de aquél, y que marcaría la ruptura (ruidosa) entre ambos. Y me estoy refiriendo a “Atorrántida (novela romántica)” (Madrid, 1929), del autor de ascendencia gallega, Nicasio Pajares.

Una novelita de estilo un tanto tosco o áspero y un tanto deshilachada y deshilvanada o destartalada tal vez en su andamiaje narrativo pero riquísima en cargazón lírica y poética y también en mensaje y en fuerza de evocación (memorística) y de convicción (de lo exprimentado en propia carne y de lo vivido) Y una requisitoria en toda regla además –para dejarnos de eufemismos- en contra de la Argentina que él conoció en sus tiempos de emigrante, que coincidirían allí con la hegemonía cívico-radical encarnada sobre todo en la figura de Hipólito Yrigoyen fácilmente reconocible bajo el mote o el seudónimo del Mulato Peludo, que lanzaba a sus huestes indígenas (o aborígenes) criollas o mestizas (o mulatas) contra los extranjeros –"la gleba emigratoria", la llama el autor- de origen europeo, y de raza blanca –"atorrantes" en la expresión (injuriosa) de los indígenas- que integraban mayoritariamente los movimientos de reivindicación obrera y de extracción urbana en la Argentina de entonces como se encarga de especificarlo en la descripción fisionómica del reparto de personajes de la novela del lado de los “extranjeros”, de tez blanca y ojos azules casi todos ellos en vivo contraste con la tez oscura de los indígenas. Con lo que se viene a poner de manifiesto algo rodeado de los más espesos de los tabúes y es el trasfondo étnico o racial innegable de los conflictos ideológicos en la historia contemporánea de los países de la América latina.

Su autor se cura no obstante en salud de acusaciones que no debieron dejar de lloverle y que dieron al traste con la novela que debió tener muy poca difusión arremetiendo en algunos párrafos contra la reina Eugenesia, y salvando de la quema como quien dice –del lado de los indígenas- a Don Juan, el rico estanciero criollo de sonoros apellidos españoles (de gran raigambre), fiel a la Memoria, y a quien el autor contrapone a la mujer y al propio hijo del estanciero, hundidos en cambio sin remisión en el olvido y en la negación de las raíces españolas (y por ende blancas y europeas) de la Argentina.
Esta novelita que me leí ya hace muchos años de un autor francés amigo de España y cercano a la primitiva Acción Francesa tiene de telon de fondo historico la revuelta (triunfante) de esclavos en Haití (le Cap Français) en tiempos de Napoleón. Y es un hecho historico irrefutable y rodeado de mil tabúes que la Revolución Francesa sopló vientos de revuelta (y odio) racial del otro lado del Atlantico que acabarían dando tempestadoes insurreccionales en todos los imperios coloniales que se repartían el continente americano. Fue el caso de la revuelta de esclavos en Haiti -y en todo el Caribe- y a mucho mayor escala, la rebelión mestiza en los paises de la América española. Y sería el caso también -con efecto retardado- en la guerrra de Secesión Americana entre sudistas partidarios de uan democracia inspirada en la Antigüedad clásica y nordistas anti-esclavistas fanáticos partidarios de una democracia revolucionaria
No es óbice que el fantasma histórico de la rebelión mestiza que –bajo un disfraz ideológico de signo libertador - puso fin al período colonial, a la Colonia como al autgor la denomina y la evoca en términos encomiásticos- no deja de poblar desde la primera hasta la última de las páginas de la novela. Y desde ese punto de visita esa novela tan original y tan pintoresca –que a Manuel De Prada no me merece valor ninguno en cambio, oi ella ni su autor al que no parece talento alguno - no deja de tener un valor indiscutible en el plano memorístico por la reivindicación valiente, sin complejos y un tanto insólito a la vez en la literatura española contemporánea, del pasado colonial frente a la denigración que volcaría sobre él la emancipación americana.

Y es en la medida sobre todo que su autor en la forma irónica que le es propia sabe desenmascarar congenio y poner con acierto de manifiesto ese racismo latente y subliminal a la vez –de singo anti-español- omnipresente en la Argentina contemporánea tras la independencia y que por una fatalidad histórica acabaron heredando y siguen haciéndolo los emigrantes y descendientes de los emigrantes europeos que acabaron recalando por tierras del Rio de la Plata. Como lo ilustra a no dudar el caso que comento al principio de este artículo del sobrecargo de Ryanair, expeditivo, injusto y de un acento (ay dolor!) inconfundiblemente argentino. He dicho. Sin acrimonia y sin querer generalizar tampoco (demasiado)

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