Una instantánea casi inédita en los medios de la Gran Prensa Global. El coronel Gadafi, pagó por todos. Por los demás gobernantes del Oriente Próximo puestos en la cuerda floja por la primaveras árabes. Pagó incluso también por los españoles. Por el monarca que acaba de abdicar y por la lluvia de dólares que los Sabios (¿de Sion?) que nos gobiernan -desde fuera- echaron a fondo perdido en "la Spanish Revolution" (del 15-M y los indignados)En ese discurrir a golpe de martillazos (que hubiera dicho Nietzsche) –léase los que nos inflige la actualidad más candente a los que hicimos voto de seguirla día a día, minuto a minuto hace ya un rato, como mis lectores pueden fehacientemente testimoniarlo en este lo mismo que en mi blog anterior (de la blogósfera de periodista Digital) –, se nos cruzó un suceso -en el marco de las llamadas primaveras árabes (hace ya casi tres años)- que se me antoja uno de los hitos mayores del mundo de la posguerra desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial –y al lado del cual, dicho sea de pasada, el 15-M y sus secuelas no pasaría de un epifenómeno más o menos insignificante- y me estoy refiriendo al asesinato salvaje, en directo, a la faz del mundo –como nunca antes había sucedido- del coronel libio Muammar Gadafi, que dejo atónitos, mudos, perplejos (apuesto) a una gran mayoría de comentaristas y analistas de la actualidad en el mundo entero y en España más en concreto, de lo que podría citar ejemplos con nombres y apellidos incluso, de compañeros míos entonces, de la blogósfera de Periodista Digital, por poner un ejemplo. Y a fe mía que me hicieron falta varios días con sus noches (blancas) para acabar mínimamente digiriéndolo. Y no porque sintiera o hubiera sentido afinidad alguna (hasta entonces) con el infortunado dirigente árabe sino porque en verdad el mundo se encontró entonces delante de un suceso magno sin precedentes conocidos, en la era contemporánea me refiero. ¡Visión de Espanto (Erschrekkend Bild) la muerte del coronel Gadafi para el hombre de nuestro tiempo! Como al decir de Nolte (en su obra “La guerra Civil Europea”) lo fueron las instantáneas e imágenes más divulgadas de la Revolución de Octubre para amplios sectores de la opinión pública mundial, en particular en los países europeos. Eso fue y sigue siendo la instantánea gráfica, inmortalizada en la retina de millones y millones de habitantes del planeta, de la ejecución (pública) –a cámara lenta- del coronel libio, brutalmente zarandeado –y ultrajado (hasta la muerte)-, el rostro demudado y descompuesto, y deshecho y sanguinolento, y sin duda gritando y bramando -animalmente- de dolor y desespero. ¿Por cuanto tiempo? (...) Ni siquiera la ejecución más o menos en directo de Saddam Hussein ni mucho antes, la de Mussolini y su amante, Claretta Petacci, tuvieron la virtud de llamar a algunos (como el que esto escribe) a circunspección y recipiscencia (un decir, como rezaban los escolásticos) Sin arrepentirme o renegar o desdecirme o renunciar a lo que sea, por supuesto.
Una resurgencia -"terrible", "extraordinaria"- de los sacrificios (cruentos y sangrientos) del Mundo Antiguo
Resurgencia de los sacrificios del mundo antiguo en los nazi fascismos y en la Segunda Guerra Mundial. La División Azul pagó en Krasni Bor -donde vio diezmado sus efectivos- por todos nosotros. Y la tesis histórica es defendible segun la cual el sacrificio y el ejemplo de los españoles en el frente del Este -y el buen trato que dieron a la poblacion civil que muchos divisionarios evocarian después como un descubrimento del (auténtico) pueblo ruso-, disuadió a los grandes de Yalta de invadir militarmente la Peninsula en el 45. En particular a StalinY el De Profundis que me acabo mereciendo ese suceso (infausto) terminó por inspirármelo en aquellos días tan aciagos y azarosos –en el mundo y en mi foro interno al mismo tiempo- una viejísima lectura de mis años del seminario de Ecône, de un autor sometido al ostracismo implacable que hace pesar sobre él como sobre tantísimos autores incorrectos (o "anti-modernos") el llamado pensamiento único (democrático) Y me estoy refiriendo a De Maistre y a uno de los títulos menos difundidos de él (y menos reeditado, si es que haya alguna reedición moderna del mismo, lo que ignoro)-, su Tratado de los Sacrificios (…) Que me ayudó a explicarme a mí mismo y a poder explicárselo a los demás el sacrificio cruento –como del de los Antiguos- del coronel libio y su valor expiatorio (por no decir eucarístico y propiciatorio, y de alabanza) “Sine sanguine non fit redemptio”, leímos y aprendimos en nuestras lecturas piadosas muchos católicos bautizados a través de una educación inspirada y rígidamente sujeta a los principios y normas (y dogmas) de la doctrina católica. Un principio ancestral que como tantos otros se vería recogido en el nuevo/testamento (canónico) No hay redención sin efusión de sangre. Y esa idea –junto con la cita (bíblica) que reaparecen a menudo a lo largo del texto (que Pablo de Tarso se apropió como tantas otras)- es la que resalta, gravitando de cerca en sus páginas, sobre el tratado de De Maistre en el que pasa en revista las tradiciones más rancias, y de más antigua raigambre, de la humanidad en materia de sacrificios, de Oriente (mayormente hindú) como de Occidente. Una lección de cinismo filosófico la que retuve de su lectura un tanto febril y como si fuera de encargo por lo urgente y lo imperiosa: el coronel Gadafi pagó por todos. Por los demás gobernantes árabes de cuño nasseriano que las primaveras árabes pondrían en la cuerda floja. Pagó por Mubarak de Egipto, pagó por Saleh del Yemen y pagó sobre todo por Bachar-el-Assad de Siria al que sus enemigos le tenían jurada –hasta hoy- una suerte análoga a la del coronel Gadafi. Y yo iría aun más lejos. Pagó también por nosotros, los españoles. Pagó por el monarca que acaba de abdicar que era a todas luces el objetivo último y supremo de "la Spanish Revolution" que los Sabios (¿de Sión?) que nos dirigen se cocieron del otro lado del Atlántico, y por la lluvia de dólares –a fondo perdido- que invirtieron aquellos en la aventura del 15-M y de los indignados. Una resurgencia de los sacrificios del Mundo Antiguo, "terrible" y extraordinaria", el espectáculo de la muerte del coronel libio, como "la noticia" -de "la Muerte de Dios"- que dio Federico Nietzsche al mundo y al hombre de su tiempo.
El Reino de Maria de la TFP, una alternativa fallida (milenarista, judeo/cristiana) a la sacralización innegable de la Política que trajeron consigo los nazi fascismos
¿Que quedó de la TFP, de sus sueños milenaristas cristianos (y anti-fascistas y democráticos)? Campos de soledad, mustio collado, dan ganas de exclamar con el poeta. Sus supervivients andan todos o casi todos hoy vistiendo sotana o hábito. "Los españoles sois un pueblo de difícil convivencia", me dijo amable y cordial y un tanto enigmáticamente uno de sus militantes (brasileños) con el que me encontré en su sede de Roma poco antes de mi gesto de Fátima. Una alusión sin duda -en guisa de reconocimiento (implícito aunque fuera)- a lo "bien" que se portaron conmigo sus correligionarios españoles (...) No les guardo rencor, que conste, simplemente evoco y recuerdo. Porque se iban a comer el mundo y el mundo al final les dijo que no (lo reconozcan hoy o no lo reconozcan)“Los tiempos se cumplieron y no fuimos salvos” Así reza un versículo del nuevo/testamento, a menudo en la boca (y en la pluma) de los profesores racionalistas (y ateos) con los que me crucé en los estudios que cursé de Historia del cristianismo y de la laicidad –una variedad de la historia de las religiones típicamente belga- en la Universidad Libre de Bruselas nada más llegar a Bélgica, y era por lo arquetípico que les parecía de los que ellos llamaban “los desencantados de la Parusía” –como lo serían mucho en España “mutatis mutandis” de la revolución/pendiente en la guerra y en inmediata posguerra (Dionisio Ridruejo sin duda el desencantado más emblemático de todos ellos)-, a saber los primeros cristianos, que habían esperado –aun en la primera generación como se los aseguraban sus evangelistas- en vano la segunda venida ("en gloria y majesad") de cristo/a /la/tierra. Y sin duda que esa frustración profunda de orden escatológico subyacía –como lo hacía notar en su trabajo José Javier Esperanza- de resorte intimo o de fuelle atizador en el soplo milenarista que recorrió todas y cada una de las sectas que pulularon –como una erupción cutánea maligna y contagiosa- entre los primeros cristianos. Y esos accesos de fiebre milenarista (y escatológica) se sucederían a rachas también después a lo largo de la era cristiana. Hasta nuestros días. José Javier Esparza en el trabajo que aquí vengo comentando confesaba -lo que le honra- haber transitado en la órbita de la Nouvelle Droite (sin duda hace muchísimo) El que esto escribe gravitó en cambio en la órbita de un movimiento que sin duda –en la mente de sus fundador- pretendió ser una alternativa o una respuesta a su manera a los sueños y esperanzas que supo infundir en muchos la Nouvelle Droite. Y me estoy refiriendo a la TFP (brasileña) que conocí de cerca –en Brasil (a principios de los setenta)- y que me impactaron por esa mezcla desconcertante de rancio y anacronismo beaterío, y de modernidad (democrática) en su estilo y en su impronta, en sus estandartes al viento y sus leones rampantes y en el sello inconfundible de sus militantes –siempre de chaqueta y corbata aunque se hundiera el mundo, a cuarenta o cuarenta y cinco grados a la sombra incluso (…)- y en los eslóganes rancios y trasnochados que voceaban por altavoz desde lo alto del viaducto de Cha, en el centro de Sao Paulo (nombre de lo más simbólico), uno de los puntos de geografía urbana más transitados –de peatones y automovilistas- del planeta (en el hemisferio occidental por lo menos) Me impactaron si, y canté con ellos ardoroso, en plena vía pública –en portugués (…)- aquello de "O Roma eterna, dos mártires, dos santos, O Roma eterna, acolhe os nossos cantos! hasta que tiempo después acabé rindiéndome a la evidencia que a la Roma/eterna le traía al fresco la suerte de aquellos hijos pródigos (en francés, enfants perdus) y de sus pontificios entusiasmos. Y hoy ya bien adentrados los años dos mil hace ya mucho que la TFP hizo implosión –justo a la muerte de su fundador- y con ella el sueño milenarista que acariciaba su fundador y al que rendían culto individual y colectivo “sus socios amigos y militantes” (en la coletilla o cantinela que siempre usaban en sus folletos) del advenimiento -al alba del Tercer Milenio del Siglo Veintiuno- del Reino de María, una nueva era de la Humanidad que haría realidad el ideal decimonónico de la Contrarrevolución en versión brasileña, bajo la egida de los nuevos cruzados (marianos) de la TFP, anti-comunistas…y anti-fascistas ante el Altísimo. Y acabaron como tenían que acabar, rindiendo homenaje y pleitesía –y juramento de obediencia (de rodillas)- a San Wojtyla (en vida), el papa eslavo de la tradición nacionalista y milenarista polaca -y anti-alemana- del siglo XIX) que supo bien metérselos en el bolsillo, sin duda porque se conocía el paño (judeo/cristiano y milenarista) Y vestidos por supuesto, sus principales dirigentes y responsables de hábito y de sotana (como dios manda), de la que tanto se reían, dicho sea de pasada, viéndome a mí así vestido por ejemplo, como un distintivo del estamento clerical que no tendría cabida en la nueva era mariana (del siglo XXI) Y hay que apostillar que si es cierto que las utopías a lo largo de la historia serian a menudo el fruto o el subproducto de la secularización de esperanzas escatológicas –como bien lo apuntaba José Javier Esparza- no es menos cierto que esas esperanzas escatológicas se vieron ya ellas mismas secularizadas –en un sentido mesiánico judío o judeo/cristiano- por los propios cristianos primitivos (...)
El nacional socialismo, una religión de la Guerra, y de la Fe (ciega) en la Victoria
Eva Braun era una mujer alemana normal, como otra cualquiera. El nacional socialismo supo infundirle -a ella como a tantos otros- una fe ciega en la Victoria -y en una Amemania eterna- hasta el sacrificio. Libremente consentido. Y en el momento oportuno (antes de que fuera demasiado tarde) (...)Hubo otro himno que les oí a los de la TFP y que me conmovía particularmente y que llevaba por título “Los esplendores sacrales del Padre Eterno” Y era sin duda la idea de eternidad lo que más emoción me producía de aquel himno tan sacral y tan solemne. Una impresión sin duda un tanto engañosa. Porque lo mismo que la idea sacrificial, o la de la esperanza histórica –dentro de la Historia- no son panacea exclusiva ninguna de ellas del judeo cristianismo (como aquí lo vengo defendiendo), tampoco la eternidad es un atributo del cristianismo propio e intransferible. Más bien al contrario porque se puede dejar sentado sin riesgo a verme contradicho que la idea cíclica de la eternidad fue la regla a través de la historia del pensamiento, y la idea lineal, escatológica y judeo-cristiana la excepción en cambio, aunque a nivel de las creencias y de su arraigo en las masas de creyentes fuera sin duda a la inversa. Y la excepción a la excepción la encarnaron sin duda los nazi fascismos o si se prefiere los totalitarismo contemporáneos incluido el comunismo soviético, en su fase sobre todo estaliniana. Aunque cabe sin duda decir que de todos ellos el que más y mejor encarnó la sacralización de la Política y una fe en la eternidad -en la Alemania eterna (...)- colectiva, de masas, lo fuera –como ya lo he dejado aquí sentado- el régimen nazi. El nacional socialismo encarnó sin lugar a dudas unos aspectos de sacralidad innegable que se veían al mismo tiempo emancipados de una conexión cualquiera con el judeocristianismo: su culto sacrificial a los mártires, y a la guerra como forma suprema de sacrificio, la llama de esperanza histórica -intra-terrena, inmanente- que supo insuflar de forma tan unánime a todos los niveles de la Nación y esa fe inquebrantable en la Victoria que moriría con ellos, porque el nacionalsocialismo no conoció la rendición. Todo ello murió con ellos, y en cierto sentido pues cabe decir que sólo cabe abordar esos temas –en un plano histórico me refiero- por la vía de la suposición o de la especulación teórica o de la simple conjetura. Y la Nouvelle Droite fue –y a fe mía que no sé si lo sigue siendo- una tentativa original de reabrir de nuevo esas vías en la posguerra, tras la derrota. Esa fue su gloria sin duda, y su grandeza
ADDENDA
La TFP y mi gesto de Fátima
Esta obra que contenia un condena del Novus Ordo Missae por modernista y luteranizante, de una de las principales figuras (entonces) de la TFP braslieña, contaba con una segunda parte que la TFP distribuía bajo cuerda a sus amigos y simpatizantes (como así fue en mi caso) donde se examinaba la hipótesis teológica (sic) de un papa hereje y donde se concluia en favor de la tesis teológica -"papa hereticum depositum est"- por la que se rechazaba y descalificaba como hereje y falso papa al creador del "novus ordo", Pablo VI, predecesor de Juan Pablo II. Así se interpetaba unanimentmente en los medios que yo frecuentaba entonces, diga ahora su autor tantos años depués lo que quiera. En su misma línea yo también llegué a ver en los papas del concilio encarnaciones del Anti-Cristo. Así lo pensaba en mi foro interno cuando mi gesto de Fátima. Me equivocaba: el papa Wotjyla no era una personificación del Anti-Cristo que reinvidicó Nietzsche en su obra célébre (¡qué más hubiera él querido!) , sino una caricatura falaz (y judeo/cristiana) del mismo (...) Si no, si realmente lo hubiera sido, estoy seguro que yo le hubiera reconocidoLa TFP no tuvo nada que ver con mi gesto de Fátima. Me apresuro a dejarlo bien claro, curándome en salud por cierto. No es óbice que mentiría si dijese que de una manera u otra no estuviese aun entonces –cuando cogí el tren en la “gare” Saint-Lazare en París con destino a Fátima- en la órbita mental de aquel movimiento integrista brasileño con aspiraciones universalistas como lo probaba su fulgurante extensión por aquellos tiempos en un buen número de países de ambos lados del Atlántico, especialmente en los países hispanos pero sin excluir otros como los Estados Unidos, el Canada, o la misma Francia. Yo compartía grosso modo la visión histórica pesimista de la TFP que veía el mundo al borde de una hecatombe que daría paso al Reino de María, un nuevo Orden (judeo/cristiano) donde se verían cumplidos los sueños y aspiraciones de su utopía milenarista. Y compartía además (y yo diría que sobre todo) el juicio negativo de raíz, que les merecía la institución eclesiástica y todos los pontífices (todos) –lo recalco porque es importante- que se habían sucedido en la iglesia católica a partir del concilio vaticano segundo. Cuando el papa polaco Juan Pablo II ascendió al trono pontificio –en el 78, estando yo en Argentina en el marco de la FSSPX- hacia mucho que no mantenía yo ya contactos regulares con ellos. No había que ser un lince no obstante para darse cuenta que, en la lógica de las posturas que habían defendido hasta entonces bajo el anterior pontífice Pablo VI, el anatema que les merecía a los de la TFP –de puertas adentro (es cierto)- el papa Montini podía hacerse extensivo sin necesidad de malabarismos mentales a su sucesor el papa polaco. Como quiera que sea, es cierto que en mi gesto de protesta actué movido de un convencimiento interno de hallarme delante del Anti-Cristo –o de una de sus encarnaciones- que había tomado posesión de la sede del catolicismo romano. Trágico error, del que sólo con el tiempo acabaría cayendo en la cuenta. “No eran malos, reza el texto bíblico-...sino muchos peores de lo que nos pensábamos” Y es cierto que como la paloma de la canción pogre hispanoamericana de finales de los sesenta, yo también me equivocaba, tan trágicamente como la paloma aquella que creía que el cielo era el mar, y la noche la mañana. El papa polaco San Wotjyla hoy elevado a los altares por su sucesor el papa argentino –"papa Pancho", le llaman sus compatriotas- no era el Anti-Cristo que rehabilitaba y revindicaba Nietzsche en su obra célebre, es cierto -¡ni mucho menos!- sino una caricatura falaz (y judeo/cristiana) del mismo. Que judaizó todavía mas el catolicismo romano y acentuó aún más el sello judeocristiano del cristianismo primitivo que entendió rehabilitar –a costa de la Iglesia del Orden- el concilio vaticano segundo, como así lo entendían todos aquellos que se encontraban o se encontraron –como José Javier Esparza- en la órbita de la Nouvelle Droite. Errare humanum est. Erré en mi apreciación, lo confieso, y asumiendo mi error acabé por dar con la repuesta. Lo que vengo explicando (pacientemente) en la red –en este blog y en otros sitios digitales- desde hace ya una década. Entiéndase bien: erré en mis postulados, pero no en la intuición. Y es que a mí –y sin duda a un puñado de otros estoicos (entre ellos Francisco Umbral hay que reconocérselo)- no me engañó nunca con sus encantaciones y sus exhibicionismos, ni me intimidó con sus antemas y sus interdictos y la apoteosis que le brindó la Prensa Global durante su interminable pontificado, ni el poder tan omnímodo –como ningún pontífice anterior- que llegó a ejercer sobre las conciencias, el flautista mágico eslavo, rapsoda y artista teatral en su juventud, San Wojtyla de Polonia,