jueves, mayo 08, 2014

STALIN Y HITLER, HITLER Y STALIN, DUELO DE TITANES (SETENTA ANIVERSARIO)

Cartel de propaganda patriotica ruso/zarista de la Primera Guerra Mundial. El culto patriotico a San Jorge resurgió en la Unión Sovética bajo Stalin al final de la Segunda Guerra Mundial y resurge hoy al amparo del auge de sentimientos pro rusos  en Ucrania Oriental y en Crimea
Setenta Aniversario de la victoria ruso/soviética -soviética a secas para dejarnos de eufemismos- en la segunda guerra mundial. El toro por los cuernos o -más propio en este caso la prueba del oso como la que sufrió del rey don Favila (nuestro señor) la efemérides (mañana viernes) se ve revestida de una actualidad en extremo candente por la situación en Ucrania y el despertar que está trayendo consigo de sentimientos patrióticos en el pueblo ruso y por extensión entre los pro rusos de Ucrania que están resultando mucho más numerosos e influyentes de lo que algunos se presentaban. Y esta sirviendo de botón de muestra fehaciente de las metamorfosis de la memoria histórica de los rusos –como toda memoria histórica que se precie-, como lo ilustra el símbolo o emblema que esta dominando las conmemoraciones del aniversario entre rusos y en particular entre los pro rusos de Ucrania y de Crimea.

Y no lo son ni la bandera roja ni la hoz y el martillo sino las cintas en rojo y negro de la Orden Militar de San Jorge creada por la emperatriz Catalina la Grande -que combatió no se olvide a Federico II el Grande, rey de Prusia-, unos colores que habrán venido a sustituir de forma casi insensible el rojo soviético; incluso en las manifestaciones más estelares de estas conmemoraciones en torno a la batalla de Stalingrado (hoy rebautizada con su antiguo nombre de Volgogrado y que una corriente estaliniana o neo estaliniana querría devolver a su onomástica de los tiempos de la célebre batalla)


La Guerra patriótica que tanto la población como las instancias oficiales entienden conmemorar ahora en Rusia marcó un punto de inflexión irreversible en la evolución del régimen soviético y sello a la vez y también -un dato histórico hoy unánimemente reconocido por los historiadores- el entierro más o menos clandestino de la Revolución de Octubre, del leninismo militante y de la exportación de la revolución a las cuatro esquinas del planeta, España incluida (...)
Banderas de San Jorge en negro y marrón ("black and tan" en inglés...de Irlanda del Norte) (...)  -de los tiempos de Catalina la Grande- que resurgieron al final de la Segund Guerra Mundial de simbolo de la victoria soviética, omnipresentes -a la izquierda en la foto- en los mítines de los pro rusos de Ukrania oriental los días que corren
Y cuentan que en los momentos más álgidos de la Operación Barbarroja, las tropas alemanas ya a las puertas de Moscú, el padrecito de los pueblos se recorrió a toda prisa de cabo a rabo la capital asediada vestido o disfrazado de pope ortodoxo para levantar la moral de la población y servirse a la vez del resurgir del sentimiento religioso que traen (fatalmente) sin duda todas las guerras.

Mostraba así de forma sorprendente que sabía asumir -y servirse (genialmente) de él- de su pasado (muy joven) de pope ortodoxo (o seminarista) Lo que me trae a la mente una de las escenas cumbres de “Pokaianie” film emblemático de la Glasnost, cuando el personaje central Varlan Aravidze trasunto en el film de la figura de Stalin irrumpe por el balcón en casa de uno de sus fieles partidarios -un bolchevique de la primera hora- disfrazado de ángel, de túnica azul y alas –todo un cuadro (…)- buscando sin duda exorcizar así la amenaza que podía venirle de la religiosidad soterrada pero no enterrada del todo en el conjunto de la población –incluso entre comunistas fervientes- y de la iglesia ortodoxa rusa perseguida durante la revolución y los primeros tiempos del régimen soviético pero no vencida ni amaestrada del todo.

Y esa vena religiosa o anti-religiosa que se abrevaba directamente a no dudar del pasado eclesiástico del líder soviético tal vez no haya sido lo suficientemente explotada en sus biógrafos a la hora de dar cuenta de la superioridad psicológica comparado al fuhrer alemán en esa lucha de titanes -de a dos- en la que se acabó convirtiendo la Segunda Guerra Mundial porque está hoy más que unánimemente admitido hoy también que la Segunda Guerra Mundial se decidió en el frente del Este en la confrontación física de los dos máximos contendientes y protagonistas del conflicto ideológico irreductible subyacente en el conflicto bélico entre el comunismo soviético y los nazi fascismos.

“El padrecito de los pueblos” acertó a todas luces a alistar y a poner de sus lado a la iglesia ortodoxa y el fuhrer aleman en cambio no lo consiguió con ninguna de las dos principales componentes en las que se veía dividido el pueblo alemán desde el punto de vista confesional o religioso. Como lo ilustra el doble juego de la iglesia católica en Alemania que no hizo mas que acentuarse tras el estallido del conflicto y que no hacían así más que marcar el paso tras la estrategia y la diplomacia desleal y traicionera del vaticano, y más aún tal vez es flanco desguarnecido del régimen -y de la personalidad de su líder supremo- de manifiesto la resistencia tenaz y obstinada de un sector neurálgico influyente y decisivo del protestantismo alemana en contra dl régimen que acabo cristalizando en lo que se dio en llamar la “Iglesia confesante” de donde le vino sustancialmente sin duda el mayor desafío en el plano interno.
El nacionalsocialismo hitleriano que postulaba una iglesia nacional (ecuménica) alemana no alcanzó -al contrario que el estalinismo- a conjurar del todo las amenazas y peligros interiores de natura eclesiástica, tanto del lado católico como del de los protestantes recalcitrantes (de la Iglesia Confesante)
Hitler era católico bautizado pero abrazó muy joven -como da testimonio de ello en el Mein Kampf- tendencias nacionalistas pangermánicas que sin duda venían de antiguo latentes en el seno del catolicismo alemán –en los países sobre todo del Imperio Austrohúngaro- y que resurgirían con fuerza dese el principios del siglo XX, a través sobre todo del llamado movimiento de los Católicos Alemanes que preconizaban la anexión a la Prusia protestante y que acabarían entrando en conflicto con la jerarquía eclesiástica, y en el Mein Kampf su autor se abstiene explícitamente de entrar al trapo aspecto propiamente religioso -o de política religiosa como hubiera dicho el francés Maurras- del conflicto distanciándose así en suma de un movimiento al que sin duda en algún momento llego a ofrecer su adhesión plena.

Y esa distinción propia al catolicismo y al protestantismo al mismo tempo entre religión y política inexistente o de mucha menor trascendencia en el mundo de la Ortodoxia se vería traducida en lo que di en llamar el vientre blando del III Reich –el de la política/religiosa- por donde le vino la derrota en l guerra de espionaje -como aquí ya lo expliqué en detalle en algunas de mis entradas- y la derrota en el plano militar en resumidas cuentas; a la par que marcaría los límites de la ideología nazi poniendo al descubierto su inferioridad e indefensión manifiesta frente a la santa/alianza que el régimen soviético acabó sellando -en aras de la guerra patriótica- con la iglesia ortodoxa.
Stalin vestido de cura (ortodoxo), con quince años. Estuvo en un seminario hasta los veintiuno de donde fue expulso. ¿Seminarista sólo? La oscuridad y la falta de datos referente a esa fase, la más oscura, de su biografía llevan fatalmente a concluir que a los ojos de la población fue (y seguía siendo) clérigo, un pope ortodoxo en suma (fuera cual fuera su rango)
"Nada aprendieron y nada olvidaron", dijo (en una frase convertida en referencia insoslayable de historiadores y politólogos) Talleyrand -obispo juramentado (de los que prestó juramento a la constitución civil del clero)- de los nobles emigrados durante la Revolución Francesa. Y está claro que el padrecito de los pueblos se había aprendido bien la lección del fracaso -sino directamente el suyo si el de los suyos- en la guerra civil española del 36, y que supo aprovechar en el momento crucial y decisivo de la ofensiva alemana.

Los rojos se enajenaron la adhsion de muchos españoles heridos en sus sentimientos religiosos y patrióticos por la persecución religiosa y la propaganda internacionalista: ese era el dictamen emanado del líder soviético en persona -y con unas dosis tan fuertes y tan amargas de autocrítica- que el partido comunista español se vio obligado a asumir al día siguiente de la terminación de la segunda guerra mundial como se vería ilustrado en la incursión del Valle de Arán: en la personalidad del jefe supremo de la operación, un comunista vasco, de la sola región que había grosso modo escapado al persecución religiosa en zona roja, y por la conducta de los miembros de aquel maquis que dejaron sistemáticamente en pie y en paz iglesias y peanas en los raros pueblos y localidades que llegaron a ocupar durante la ofensiva. Y hasta en la vestimenta y las trazas de los guerrilleros infiltrados en la operación, perfectamente uniformados -como un ejército regular- sin el desaliño y el desastramiento tan proverbial que caracterizó a una gran mayoría de combatientes en zona roja.

Moraleja: Stalin, el pope ortodoxo, le ganó la partida a Hitler, el cismático pan/germano, gracias a la tradición autócrata de la ortodoxia oriental y sobre todo gracias a su propio pasado eclesiástico que supo asumir en el momento decisivo

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