martes, mayo 20, 2014

EN CASA, ESPAÑOLES EN BÉLGICA EN VÍSPERAS ELECTORALES

"Debout les Belges (En pie los Belgas)", un partido que podría emerger en las elecciones del próximo domingo. Su fundador, Laurent Louis (en la foto), es un parlamentario disidente del Partido Popular (belga) y mantiene lazos con grupos revisionistas franceses y figuras como Dieudonné, acusados de anti-semitismo
Campaña electoral para las europeas, en España, en Francia, en Grecia y también -aparte de mi ese cáliz!- en Bélgica, y su capital Bruselas, sede de las instituciones europeas -de la mayor parte de ellas- y como tal bautizada capital de Europa. ¿Posturas antieuropeas o anti-europeístas una contradicción "in terminis" entre belgas? El mantener con un mínimo de coherencia y de posibilidades de éxito posturas anti-EU- como las que están manteniendo en la actual campaña será acaso impensable por caer fatalmente bajo la acusación de perjudicar (gravemente) los intereses de un país que se diría que vive -en gran parte- de su capitalidad europea.

Juego de espejos, y no otra cosa, espejismos propios de unos países bajos donde al decir de Eugenio Monte se pierden las nociones precisas de los límites y de las lejanías. En España en los medios y en la red -en internet y en las redes sociales- se habla mucho de casta (y castuza) refiriéndose a la actual clase política, un mutismo extraño y enigmático en cambio que intriga no poco a algunos reina en lo referente a esa autentica casta de eurócratas que manejan los hilos y el cotarro -y cortan (en apariencia)- el bacalao en los organismos de la UE radicados en Bruselas.

Una casta apátrida por definición -entre la cual figuran, lógico, no poco españoles- y que siempre circulo y se relacionó aquí con el resto de la población a la manera del agua y del aceite, rozándose, viéndose y cruzándose a diario pero sin llegar nunca a mezclarse, en lo más mínimo.

Como lo ilustran los aires de gueto que arrastran de antiguo los barrios que aquellos frecuentan en las inmediaciones del sector reservado a los edificios que albergan los principales organismo de la Unión Europea, léase la Comisión, el Consejo y el Parlamento todos en el mismo barrio céntrico y a la vea apartado, por barreras casi invisibles, del resto de Bruselas que me precio de conocer bastante bien después de llevar viendo aquí hace ya tantos años. ¿Tienen derecho acaso los españoles a sentirse un poco más en casa que lo que aparentan los euro funcionarios que llevo viendo transitar -en un ir y venir monótono y no poco anodino- desde hace ya tanto?

¿Pueden aspirar también a algo más los españoles que aquí residen de forma permanente que a acabar viéndose resignados a un destino (gris, sin gloria ninguna) de ciudadanos de segunda clase por razón fundamentalmente de un clientelismo político -en relación con el partido socialista belga francófono miembro prominente que se diría que liga de por vida al colectivo de migrantes españoles aquí en Bélgica, de los años sesenta a ellos y y a sus descendientes.

En el diario "Libération" de hoy viene un artículo- como un espacio pagado de propaganda electoral (se diría) dedicado, entre elogios y ditirambos al líder de "Podemos", profesor de la facultad de Políticas de la Complutense y homónimo del padre fundador del PSOE -con el que contra lo que yo pensé en un principio parece que no tiene lazo de parentesco ninguno- y en el reportaje se recoge uno de los alegatos electorales anti-UE de aquel que concluye con una pequeña perorata en contra una Europa del norte que se sirve -por medio de la troika y de sus organismos- de los países de la Europa del Sur de de camareros, de prostitutas (sic) y de mano de obra de las más baja categoría.

Y en lo que a subalternos y subalternaje -de toda tipo y pelaje- se refiere, esa fue desde luego la regla aquí -doy fe de ello- durante décadas, entre la emigración española en Bélgica y no hubo ningún líder indignado como este de ahora que osara denunciar nada, sin duda porque no había nada que denunciar, por tratarse de un colectivo consintiente de entrada con el destino inmediato que se les ofrecía por resentimiento (guerracivilista) en una mayoría de ellos contra el país que habían dejado atrás y sus habitantes, lo que nos habían emigrado como ellos, la inmensa mayoría de la población en resumidas cuentas.

Como un pacto no escrito entre los que se iban y los que se quedaban, y también los que los acogían. O digamos que todo ya había quedado escrito y atado y bien atado bastantes años en el 45, entre las clausulas (mas o menos secreta) de nuestra rendición frente a los aliados y al nuevo gobierno mundial. Y sus descendientes -tercera o cuarta generación- siguen siendo por cierto ciudadnos de segunda (o de tercera) y si de algunos de ellos no se puede decir que lo sean -como la excepción que confirma la regla-, quiere decir que pagaron conveniente tributo en materia de desarraigo y de olvido de la propia memoria y de las propias raíces (incluida la lengua materna de los suyos) y el líder indignado pone ahora el dedo en la llaga en la medida que le afecta de cerca, por toda esa (pequeña) diáspora de indignados que habrá sido una de las (tristes) secuelas del 15-M y de los indignados que dieron la espalda -de un portazo- cruzando los Pirineos o el Atlántico y creyéndose que todo el monte era orégano y que bastaba confesarse o proclamarse más demócrata que nadie fuera de España para alcanzar y conseguir con apenas extender la mano lo que en España les negaban (o decían que les negaban) Como sea, soy de los que piensan que los españoles por razones históricas y de memoria histórica aunque solo sea tenemos más razones que otros a sentirnos en casa en Bélgica o más en casa al menos que muchos otros.

Y a interesarnos sinceramente (apasionadamente incluso) por supuesto en su actualidad y en sus envites electorales sin que se nos sospeche o se nos acuse de injerencia mal venida o improcedente. Lo cual no significa que el que esto escribe tenga puestas esperanza alguna en las formaciones que concurren, no diría en ninguna de ellas, pero si en casi todas. Y por lo que respecta al sector o cuadrante en el centro de la atención y de todos los focos -y me refiero por supuesto a la extrema/derecha-, del lado flamenco no cabría registrar novedad, un poco más de lo mismo, mas separatismo latente y mas beligerancia lingüística, camuflada con posturas anti-inmigración (como Las que encarna el Vlaams Belang arropado por su madrina oficial Marine Le Pen) del lado francófono en cambio las aguas se muestran mucho más revueltas.

Y si en España concurren muchos para una cantidad y un porcentaje previsiblemente muy pequeños de votos -"cuatro (gatos) para un fracaso" lo habrá definido en formula incisiva- en Bélgica francófona figuran en liza un partido popular (PP) sin nada que ver con su homónimo español, de lo que yo mismo le oí (tras preguntárselo directamente) a su fundador -de notoria ascendencia judía- los del grupo "Nation", herederos (biológicos) de los vencidos de la segunda guerra mundial en Bélgica (aunque no lo asuman mucho, por no decir nada en absoluto) y luego una formación emergente "Debout le Belges" ("En pie los Belgas") encabezada por un diputado joven, y por el que habrá venido el escándalo en la política belgas" fundada por un parlamentario disidente del Partido Popular (belga) , que llevaba armando la marimorena desde hace ya rato y acaparando (no poco merecidamente) la atención de los medios. Fue el que organizo la reunión "antisemita" -denunciada como tal- prohibida por el ministro del interior y de la que aquí ya di cuenta -de testigo directo y presencial- en el centro de Bruselas.

Y lleva ya detrás suya en vísperas de la cita con las urnas del próximo domingo una larga ristra de golpes de efecto a cual más ruidoso y espectacular vaciando cada dos por tres el hemiciclo del parlamente beLga, tras verse desertado (quiero decir) por los demás parlamentarios en señal de protesta, como cuando aquel pronuncio un discurso arremetiendo contra todos los tabúes de lo políticamente e históricamente correcto -las cifras de los seis millones por ejemplo- que finalizo con una "quenelle" (el saludo burlesco tachado de antisemita) Cuando el rio suena agua lleva. Y el refrán castellano se cumple en el caso de las denuncias y en marea de opinión pública que empujan a este parlamentario belga protestatario a las mil maravillas.

Y es en la medida que resume de forma emblemática en extremo una actitud de desconfianza radical hacia la clase política acusada no tanto de corrupción -como ocurre en la política española- como de complicidad directa con uno de los flagelos que habrá azotado la sociedad belga en los últimos veinte años, a saber el de la pedofilia y de los redes pedófilas, una serpiente de mar que no hace más que resurgir periódicamente con intermitencias en la política belga. Laurent Louis acuso públicamente de pedofilia al actual primer ministro socialista (de origen italiano) Elio du Rupo y se ve inculpado por ello ante los tribunales belgas y amenazado con una pena de veinte meses de prisión.

No ira a la cárcel con toda seguridad ¿Acabará no obstante viéndose condenado y bastará acaso su condena judicial para frenar el ascenso irresistible de una actitud de protesta y de desconfianza y de desafío (por relativo y atemperado que se vea) frente a la clase política en Bélgica? Se admiten apuestas

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