jueves, abril 10, 2014

¡ALTO A LA DESNAZIFICACIÓN! MONOLITO DE JOSÉ ANTONIO EN GRANADA

La España de la Victoria. Hasta que Franco se echó atrás, en la primavera del 42. El pasado que no fue posible y que estuvo en un tris de ser (como diría Heidegger) La derrota que hay que acabar por asumir, para así abrirnos las puertas del futuro, y de la Victoria
Continua la desnazificacion, que no decaiga. Sé de entrada que me voy a ganar o merecer de nuevo aquí la inquina de algunos devotos, pero está claro que si quieren defender el monolito dedicado a José Antonio en Granda y replicar eficazmente a los que han forzado (legalmente) su retirada, tendrán que cambiar el fusil de hombro, dejándose de mitología o iconografías de martirologio -por sentidas y floridas que ellas sean- y agarrar el toro por las astas, en el terreno de la historia, de nuestra guerra civil y de la Segunda Guerra Mundial como aquí vengo desde hace un rato manteniendo.

En mi primera colaboracion en Minuto Digial hace ya un mes escribí -y no me retracto en absoluto aunque se me hunda el mundo y me quede (otra vez) más solo que la una- que habría que cubrir de un tupido velo las figuras de Franco y de José Antonio, en particular por las sombras que las oscurecen en vision retrospectiva, a los ojos de algunos de los que -como en mi caso- veneraron su memoria.

Escribí -y lo mantengo- que Franco se rindió (vergonzosamente) a los aliados por intermedio del Vaticano en el 45, al final de la Segunda Guerra Mundial, y que José Antonio acabó (deshonrosamente) renegando -lo que esta historicamente probado- del Alzamiento sus últimas semanas preso en la carcel de Alicante. No es obice que si su figura -de los dos- se ve execrada por la memoria de los vencidos del 36 y revisada en la memoria de los vecedores del 39 (los posteriormente vencidos del 45) no se merece menos un juicio ecuánime en el tribunal de la Historia sin linchamientos y sin condenas ni revanchas gueracivilistas.
Esta foto -y otras del mismo significado- nos habrá pesado como un losa a algunos, residentes (como el autor de estas líneas) por cima de los Pirineos. Era no obstante porque las llevábamos a rastras como quien dice. Sin decidirnos a asumirlas. Y asumiéndolas ahora, matamos de golpe dos pájaros de un tiro, redimiendo así nuestro pasado colectivo y rescatando a la vez la memoria de Franco y la de José Antonio- al precio de desmitificar sus figuras, o lo que es lo mismo (re) fascistizándoles o (re) nazificándoles, sin complejos ni tabúes
La ley de la Memoria Histórica es el ultimo en la serie de instrumentos de desnazificación que fueron operando (despacito y buena letra) el desmantelamiento paulatino y por etapas del régimen que surgió -en estado embrionario- tras la Victoria del Primero de Abril, del 39 como aqui ya lo dejé sentado y habré continuado explicándolo sin pausa desde hace un rato. José Antonio se confesó demócrata (sic)  (secundum quid) en sus útimos dias de vida ante el tribunal popular que le juzgaba, no es óbice que los enemigos mas encarnizados de su memoria le presiguen y lo seguirán haciendo in aeternum, por todo lo contrario, por filonazi, filo fascista o por nazi o fascista a secas, en resumidads cuentas.

Cambiar el fusil de hombro, ya digo, la urgencia imperiosa de esta hora. De Franco, los más inasequibles al desaliento entre los celadores de su memoria, continúan proclamándolo cargado de razones que estaba de no arrastrar a España a la Segunda Guerra Mundial, no es óbice que la razón principal de la evolución del régimen que desembocaría en la Transición y en la España actual en vias de desmembracion (si el tiempo no lo impide) lo fue -contra lo que mantuvo el historiador Javier Tussel- la imagen espectral de los cadáveres del Duce y de la Petacci, colgando del revés de una gasolinera en la Plaza de Loreto en Milán (febrero del 45)

Cuando las barbas del vecino veas pelar (y lo que sigue) El refranero castellano -que tanto detestaba Umbral- da cuenta sin mayores abundamientos de toda la evolución del Regimen y de toda la historia de España incluso, en setenta años de posguerra, desde entonces.

Pero los mas encarnizados enemigos de su memoria -en el caso del Caudillo igual "mutatis mutandis" que en el del Ausente- no le execran, porque acabó poniéndose de rodillas delante de los curas y del sustituto Montini (futuro Pablo VI) -léase delante del judío Truman y la Reserva Federal Americana que era los que aquellos servían y representaban en última instancia- , para así salvar la piel en suma, sino que le odian sin remedio "in saecula saecluroum" porque salvó el pellejo a fin de cuentas. Un tupido velo pues sobre las sombras -y vergüenzas históricas- de Franco y de José Antonio, lo dije y lo mantengo.

Pero la prioridad no obstante -en el orden del tiempo que diría Maurras, y no en el de la dignidad- lo es el parar la desnazificación, a toda prisa y a toda costa . Y los estatuarios (como diría Umbral) el viento al final se los lleva, y las estatuas no son más que estatuas, como las derrotas no son más que eso, derrotas en el marco de un guerra o de una vida hecha de combates y por ende de derrotas y de victorias. Y estoy, que conste, a favor de las estatuas -y como diria Agustín de Foxá- de la hermosa arquitectura de las ruinas- , aqui todos ya lo saben.

Lo contrario sería negarme a mi mismo, a la civilizacion (occidental europea) que me engendró en su seno, que las honró siempre en mayor o en menor medida a lo largo de la historia. Y el desmitificar iconos no lo hacemos algunos necesariamente movidos por un pasión inonoclasta.

Y Umbral (otra vez él) en esos temas me abrió los ojos o me instruyó o me (re) educó no poco, en esos como en otros muchos, aqui todos ya lo saben. En una de sus obras -que catalogué entre su serie guerracivilistas en el trabajo que le dediqué- "´Pío XII, la escolta mora y un general sin un ojo" saca a relucir un santo del románico, al que acaba llamando "Don San Pedro de Arlanza" que se vería arrumbado como dira Umbral, en la ceca de los siglos (otra expresión suya) por la reforma gregoriana que impuso Fernán González por tierras de Castilla, lo que en su novela (no poco alegórica) lo venía a simbolizar el desván de la vieja iglesia jesuita de San Miguel en Valladolid donde se veía arrumbada la estatua aquella junto con otras muchas estantiguas.

Y Umbral, monaguillo, de niño, lo rescata o recupera a su manera -en la novela- al precio de desmitificarle no poco, léase bajándole de su peana y secularizándolo o -como decian los curas proges en el posconcilio inmediato- vistiéndole de paisano, y liando asi la hebra  de igual a igual con él, con lo que aprende no poco a conocerle, en sus facetas más ocultas, en ese resentimiento (sic) -del que estaba lleno, lo que Umbral más apreciaba en él (...)- contra Fernán Gonzalez, artífice de la reforma litúrgica que de una forma u otra venia a romper con la tradición (más antigua) leonesa/visigoda.
Reedición reciente con el mismo título de la obra publicada en España en el 34, con prólogo de José Antonio y epílogo de su lugarteniente, Julio Ruiz de Alda. Desmitificando a José Antonio, léase, refascistizándole,o en otros términos,  devolviéndole a sus orígenes
Hay que volver a vestir otra vez de paisano, a José Antonio -tarea que no ofrece mayores pegas y obstáculos habida cuenta de su profesión de abogado- y también a Franco o dejarle de uniforme militar -que es lo que era- y borrar de la memoria colectiva la etapa fastizcizada de éste último, no en lo que tuvo de autentico -de auténticamente fascista o fascistizado quiero decir- sino precisamente por todo lo contrario, en lo  que careció de ella, de autenticidad precisamente (nazi fascista) para dar paso a una deslealtad oprtunista y traicionera e impropia de la imagen -de lealtad hasta la muerte (y al precio del fracaso y de la derrrota)- que de nosotros mismos arrastramos los españoles desde la noche de los tiempos, hondo anclada en la memoria colectiva.

Y para eso -paso obligado- urge bajarlos de sus peanas, lo que no impide el volverles a subir cuando la ocasión se presente y asi lo exijan los tiempos y las circunstancias. Pero bajarlos de sus peanas, no es derribarlas ni meterles barreno que es lo que algunos viene persiguiendo en el Valle de los Caidos, como en Granada, o en otros sitios de la geografia española donde quedan todavía vestigios moumentales de la memoria del uno y del otro, y de la Victoria del 39 en definitiva. Parar la guerra de propaganda de los Setanta y Cinco Años (los ya transcurridos desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial), esa es la prioridad de prioridades.
En esta obra no propiamente iconoclasta pero no poco trangresora, cuenta Umbral por la vía literaria, cómo acabó emáncipándose de toda la iconografia (no poco supersticiosa) heredada de su infancia y su educacion catolica. Sin iconoclasias, sin fobias anti-clericales, simplemente vistiendo de paisano a los santos -y a las santas/vírgenes- compañeros de sus juegos y correrías infantiles y bajándoles de sus peanas. Lo que urge hacer con Franco y José Antonio, vestirles de paisano o de uniforme pero del de antes de la mitificación iconográfica o del culto de martirologio, y bajarles -sin violencias, sin derribar nada- de sus peanas, de civil el uno, de millitar el otro.
Y la mejor forma de desmitificar a José Antonio y a Franco lo sea sin duda -se me ocurre a vuela pluma, de pronto (mi palabra) - el (re) fascistzarles, léase el volver a fascistizarles -devolviéndoles asi, en la memoria colectiva a una fase anterior a la creacion del mito- que nació sólo tras la muerte (física) del uno y la muerte simbolica del otro, léase tras su rendicion pactada a los aliados (en el 45) Rindiendo así justicia a la Verdad histórica (con mayúsculas) y biográfica, en uno y otro.

Porque José Antonio -un dato historico indiscutible- fue condenado a muerte por la visita que hizo a Adofo Hitler en el 35, esa fue la coartada de la que se sirivieron sus jueces (inicuos) y fue también en gran medida lo que le ganó la saña de las alimañas aquellas -anarquistas o lo que fueran- que le asesinaron y se ensañaron con él aún vivo y con su cadaver, que veían sin duda en él el amigo y valedor entre españoles de la Legión Condor (al pan y al vino vino) (...)

Y fascistizar a Franco es devoverle al período anterior a la primavera del 42, cuando se echo atrás, cuando el pasado que no fue posible, no lo fue de un tris como hubiera dicho Martin Heidegger. Esa es mi posturas, sí, en el tema del monolito joseantonaino de Granada, sí, eso es en el fondo lo que pienso (sin tapujos y sin complejos)

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