miércoles, diciembre 18, 2013

ME DUELE JAÉN (A CUENTO DE MIGUEL HERNÁNDEZ)

Miguel Hernández (tercero por la derecha en la foto) en el asedio al santuario de la Virgen de la Cabeza en Andújar (Jaén), en abril del 37. De todos los que aparecen con en la foto con él, ninguno con un rostro tan duro, tan hosco e irreconciliable como el suyo, igual que en todas las demás instantaneas que de él se conservan de los tiempos de guerra. Miguel Hernández no era de Jaén, estuvo allí sólo en tiempo de guerra. Poeta de guerra civil, al que la guerra civil del 36 dio a conocer y perpetuó en el recuerdo. ¿Poeta "del amor", Miguel Hernández? Del amor/conyugal (e indisoluble), sí, y también del odio ideológico y de clase
A García Lorca la tentativa (frustrada) de desenterrarle a la que asistimos hace ahora tres años le dejó aún más enterrado todavía en el monte del olvido como se cantaba por todos los patios de vecindad en la España y en el Madrid de entonces cuando el autor de estas líneas era aún un niño. Y a Miguel Hernández, alter/ego de aquél, en el plano inconográfico de la devocion profana y a la vez religiosa y del culto de martirologio, la tentativa a la que asistimos de desenterrar su obra -de la caja fuerte en la que (dicen) se ve encerrada hace rato-, en la que se viene a empeñar ahora la Diputación Provincial de Jaén al precio de tres millones y medio de euros (¿de donde salen?) puede que le entierre en el olvido mas hondamente todavia.

"Vivanco es apretado, certero y poco", glosaba Umbral en su estilo inimitable por cuenta de aquel poeta de la generacion del 36 de los que ganaron la guerra -los poetas (y prosistas) de la Falange les llama él- y eso de "poco" me viene inevitablemete a la memoria pasando en revista la obra (escasa) de Miguel Hernandez. La obra del poeta comunista alicantino quizás no tan apretada, es "poca" no obstante como la de aquél, como la marca distintiva de una generacion -la del treinta y sesis- un tanto "yerma" a ambos lados de la barrera (de la línea de trincheras) Cuatro o cinco poemarios dignos de ese nombre, setenta y cuatro versos su poema mas divulgado, -el más guerra civilista de todos-, diez y nueve sonetos para su poema de amor más conocido, mucho menos que los que escribió Ridruejo (un máquina de hacer sonetos, como se ve retratado en la Leyenda del César Visionario)

Y treinta y siete versos (de una rima y un nivel como los hay miles entre poetas concoidos o por conocer) para ese otro -sobre aceitunas y aceituneros- que los jerarcas de la Junta han erigido por su cuenta y riesgo de himno de Andalucía (...) Un pastor (cabrero) metido a poeta Miguel Hernandez que no dejó de serlo nunca como lo pone de manifiesto el titulo de una obra inédita (¿por qué?) de entre las suyas, "Pastor de la Muerte" (sic) escrita durante la guerra ¿Por qué ese titulo? acaso porque a sus victimas (fachas) las llevaba como ovejas al matadero al compás y al trajín guerrero y al viento (aciago) de aquellos versos de guerra y de beligerancia y de enfrentamiento (fratricida)? Buenos o malos nuestros gustos son nuestros, y en poésía más tal vez que e n otras ramas o especies de sabiduria.

¿Un arbol biblico, el olivo, "judeo/cristiano"? Paisajes mediterráneos los que ofrece, ni más ni menos que eso. Con sus arideces y sus (grandes) encantos. Aunque Miguel Hernández no vio más en ellos que la maldicion (bíblica) del trabajo con el sudor de la frente. Normal si bien se mira que la Junta (PSOE) lo escogiera de himno de Andalucía
Y a mí Miguel Hernandez no me entró nunca -aquí todos ya lo adivinaron-, tal vez porque me lo quisieron embutir con no poca violencia -física y psicológica- en mis años universitarios cuando sus versos -y en particular aquello de "vientos del pueblo"- sonaban como consigna o parte de guerra más que otra cosa en las aulas y pasillos de las facultades y en todo el campus de la Universitaria madrileña. Populismo efimero dicho sea de paso, el que se ve plasmado en ese poema suyo el más célebre de todos ellos, que permite augurar del olvido al que se ve condenado su autor a medio o a largo plazo en generaciones futuras.

Porque las cualidades que canta Miguel Hernández en cada uno de los integrantes -que enumera por alucinación guerrera más bien, o guerra/civilista- no dejan de esconder defectos no menos consabidos o proverbiales en cada una de esas regiones vistas desde el prisma de algunas de las otras (...) No hay más cera que la que arde, y no hay más pueblo/español que el que componen todos y cada uno de los españoles en un momento dado de nuestra historia como nación (como lo que somos)

¿Epifania de un pueblo la guerra civil del 36 con no poco de guerra fratricida como todas las guerras civiles, vista además del lado de los vencidos? Durante décadas se nos quiso convencer de ello o "vendérsenos" asi esos "vientos del pueblo" , pero al final acabará imponiéndose la cordura, esa es mi apuesta. No me gusta la poesía de Miguel Hernández, que sobre gustos no haya nada escrito ya digo, pero lo que menos me gusta de él es tal vez la imagen -poblada de espectros y de fantasmas- que se desprende de sus fotos y estampas mas divulgadas y conocidas.

¡Rústico Miguel Hernandez! Como lo fue Sancho Panza, se me dirá. No menos expuesto a la caricatura que aquél, que se me permita replicar. Como si acabara de bajar del monte o del arbol a donde segun cuenta, tanto gustaba subirse, y pasarse el día entero (...) Y con lo sequizo del paisaje del Levante español impreso o esculpido en el rostro y en su versos y en su semblante y hasta en su temperamento y en su carácter por lo que de él nos han legado sus biografos (y sus hagiografos devotos) Y hasta en sus pómulos desencajados y en sus ojos oblicuos (...)

O como esos campos de olivares jiennenses que no parecían inspirarle más que odio de clases, y que a otros que nos familiarizamos con ellos desde niño nos inspiran e inspiraron siempre de forma tan radicalmente distinta a la suya. Un hombre/bueno, glosó de él (devoto entusiasta) Francisco Umbral que tan bobaliconamente le admiraba. Un buen/comunista, un buen militante, bueno para los suyos, los de su cuerda o de su partido.
Bombardeo de Cabra (7 de noviembre de 1938) El Otro Guernica. Junto con el tren de la Muerte (julio del 36) y las sacas de Mancha Real (7 de abril del 37) fueron los tres episodios más trágicos del capitulo particularmente tragico y cruel de la historia de la guerra civil española correspondiente a la provincia de Jaén y de la Andalucía occidental (y de la Otra Memoria) Cantor (sectario y beligerante) de ese pasado tan tragico, Miguel Hernandez, que no era de Jaén (...) Y es ese aspecto guerracivilista innegable de su obra y de su figura lo que les merece la atención a la Diputación provincial (PSOE) y no otra cosa
Porque a los que siempre le celebraron y elogiaron y evocaron como el poeta del amor (de su novia y más tarde esposa/fiel) se les puede fácilmente replicar que el odio no está menos presente en sus versos y en su vida y en sus gestos y ademanes. Que le salven pues los suyos, los de su ideología y de su partido. Y no a costa desde luego del erario publico que incluso en democracia se encuentra por propia definición por encima de los partidos.

¿Cantó a Jaén, Miguel Hernández? Cantó a la guerra civil en Jaén, cruel y atroz y sangrienta allí como en pocos de sus episodios y de sus capítulos. Y en sus momentos de mayor crueldad incluso, aquellos meses de la primavera y verano del 37 donde estuvo allí en primera línea de frente teóricamente para levantar la moral de los combatientes, precisamente cuando se cometieron algunas de las mayores atrocidades de la guera civil como las sacas de Mancha Real (de a principios de abril del 37), a pocos kilómetros de donde él debía encontrarse entonces.


Me duele Jaén, nos duele Jaén a algunos -aquí ya todos ya lo saben- como les dolía a España a otras generaciones más antiguas. Y es de ese dolor, de lo que sentimos nuestro, propio, que nos pertencee, de donde salen estas líneas quejosas y doloridas en contra de incensar a alguien que no se merece tanto incensamiento -¡en modo alguno!- y que no era además de allí. Y al que algunos quieren hacer adoptar ahora allí a la fuerza (en el colmo de la impostura)

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