viernes, noviembre 01, 2013

MARINE LE PEN, LOS REHENES DEL MALI Y EL SINDROME (JOSEANTONIANO) DE ALICANTE

Aspecto -y atuendo- de uno de los rehenes franceses del Malí -a la izquierda en la foto -durante la comparecencia ante la prensa tras sus liberación por el grupo islamista que les retenía, que habrá merecido el calificativo de "chocante" a Marine Le Pen y sin duda también a muchos otros franceses (y no menos españoles) Síndrome elevado a la enésima potencia, de la guerra, del secuestro y de la cárcel
Marine Le Pen, viento en popa en los sondeos de un tiempo a esta parte y con la que no siempre estoy de acuerdo y de la que discrepo en lo sucesivo en ciertas opciones fundamentales subyacentes a su estrategia de llegar al poder por la vía electoralista -y al precio de ciertos compromisos-, acaba de levantar -¿adrede?- una polvareda de protestas y comentarios hostiles por sus declaraciones por cuenta de los rehenes franceses recientemente liberados por los islamistas del Malí que les tenían en su manos tras varios años de cautiverio.

Las fotos hablan por sí solas no menos entre españoles que entre franceses y no hace falta ser un figura tan mediática e influyente como Marine Le Pen para llegar a conclusiones iguales o parecidas, sobre las que gravitan(de cerca) el mismo fantasma inquietante.

Síndrome de secuestro, de cautiverio, tan antiguo sin duda como la historia de la humanidad doliente surcada sin cesar, desde sus inicios, de guerras y de conflictos de todo tipo, pero que recibiría una especie de bautismo en los medios las últimas décadas con el apelativo de síndrome de Estocolmo, traduciendo lo atípico por lo típico, me explico los pormenores de un caso muy particular y circunscrito erigidos de clave de interpretación de un fenómeno universal y por ende mucho mas trágico y profundo.

La del preso -aunque sólo lo sea por unas horas- es una experiencia de un dramatismo extremo que unos asimilan mejor que otros, que nos superan y otros no y que en la mayor parte de los casos no deja de legar (nos) secuelas por largo tiempo, como unos fantasmas entrañables en algunos casos o inhóspitos en otros y en extremo desazonantes .

Y la del preso secuestrado lo es en mucho mayor grado aún en la medida que su situación o estado se ve agravada por un nota o toque (cruel inhumano y degradante...e infamante) de coacción física y corporal que no se limita como en el caso de simples presos -de derecho común por ejemplo o incluso de presos políticos en tiempos de paz- a una restricción más o menos completa de la libertad de movimientos.
 
Y en el caso del prisionero de guerra la gravedad de la dolencia a la que aquí me estoy refiriendo puede verse elevada a la enésima potencia en aquellos casos en los que uno al menos de los bandos contendientes se sientan libres o eximidos del más mínimo respeto a cualquier exigencia de humanidad o de clemencia en base a principios morales (los que sean) o a estipulaciones legales de ordenamiento interno o fundadas en convenciones internacionales o extra jeras como fue grosso modo el caso en zona roja durante la guerra civil española los primeros meses por lo menos de la contienda.



La entrevista de Jay Allen enviado del "Chicago Tribune" a José Antonio en la cárcel de Alicante -el 3 de octubre del 36- en la que éste se desmarcaba claramente del Alzamiento tuvo enorme repercusión mundial y fue indiscutiblemente un gran triunfo de los rojos en el plano de la guerra psicológica y de propaganda. El texto íntegro de la entrevista quedaría inédito en la España nacional, en la guerra y en la posguerra, por más que fuera justo a seguir su publicación, objeto de maquillaje y encubrimiento en versiones "suavizadas" de la misma publicadas en la presa occidental adicta a los nacionales (y una de ellas, del 25 del diario News Chronicle" de Londres, del 25 de octubre, recogida en las Obras Completas) "La versión del Chicago Daily Tribune, con diferencias, apareció el 9 de octubre y nunca llegó a ser conocida en España", escribe, basándose en la obra de Gibson, Adriano Gómez Molina ("Las gafas de José Antonio", p. 272)

Aquí en este blog y más aún en mi blog (difunto) de Periodista Digital ya hablé del síndrome de Alicante refiriéndome a las circunstancias -poco conocidas en principio- del encarcelamiento de José Antonio las ultimas emanas de su vida,en particular a partir del estallido de la guerra civil y más en particular a partir de aquel mes de agosto (abrasador) de 1936, cuando a partir de un momento dado la cárcel donde se encontraba preso el jefe de la Falange, la prisión provincial de Alicante se vio objeto de un golpe de mano de los anarquistas (CNT-FAI) que demostraron durante la guerra y desde mucho antes el no andarse con muchos remilgos ni escrúpulos a la hora de saltarse a la torera cualquier tipo de precepto con fuerza vinculante mínima aunque solo fuera, algo que se encontraba por propia definición a años luz de su ideario ácrata y libertario.

Una hipótesis o sugerencia la mía que me habrá valido incomprensiones profundas hasta el punto de verme envuelto -por mi propia iniciativa- en un proceso judicial por injurias que sigue su curso mientras escribo estas líneas. Fui joseantoniano ardiente sin vergüenza y sin reproche y di muestras fehacientes (y a espuertas) de ello a lo largo de mi trayectoria como es bien público y notorio.

Y la suspensión -en el foro interno- de mi juicio sobre el fundador de la Falange -no poco dramática como me lo reconocerán aquellos que saben un poco aunque sólo sea del valor y de la importancia y transcendencia de las propias convicciones y cuanto más intimas y sinceras más dramático el ponerlas de una manera u otra en tela de juicio en el foro interno (como fue largo tiempo mi caso)- me acabó llevando fatalmente como digo a plantearme la hipótesis del síndrome de preso secuestrado (y además en situación de guerra) como el único recurso capaz de salir del atolladero  sin salida en un plano tanto ideológico como existencial que el culto iconográfica a la figura del Ausente impuso (nos impuso) o nos legó -hasta hoy a muchos en la España de la posguerra.
Juan Manuel de Prada se vería acusado de alimentar y contribuir a perpetuar con su (excelente) novela el culto iconográfico a la figura del Ausente. Y se puede decir que se ve(retrospectivamente) rodeado de no pocas excusas no obstante, en la medida que el "héroe" de su novela -el José Antonio de los años de la II República- tendría poco que ver con el de las últimas semanas de su vida, preso en la cárcel de Alicante
Y la única forma sobre todo -como ya lo expliqué largo y en detalle en mi blog anterior- de sacudirnos la hipoteca pesada de las contradiciones insuperables que registra la evoucion doctrinal de José Antonio en sus ultimos meses de su vida (preso) como lo atestiguan con creces sus papeles/postumos, y en los que de un pensador nacionalista (español) totalitario o anti-moderno o fascista o fascitizante, como se había perfilado hasta entonces acabaría confesandose democrata (sic) sin reproche conforme a los baremos más estrictos hoy en vigor de lo políticamente correcto- y sobre todo el dato histórico irrefragable -y jalón biográfico a la vez- de su oposición al Alzamiento que cobraría todos los visos (escandalosos) de una retractación o marcha atrás in extremis y que empezaria a dar a conocer desde los primeros momentos de producirse el mismo.
Tal y omo lo registran igualmente sus papeles póstumos, y como él mismo lo hizo saber en declaraciones de repercusión mundial a un enviado de la gran prensa norteamericana- que le entrevistó en la cárcel de Alicante -el 3 de octubre del 36- pocas semanas antes de su muerte.

Puras evidencias, verdades (históricas y biográficas) de perogrullo, cosas sabidas de siempre que conseguiria no obstante hacer olvidar -o perdonar- entre españoles y extranjeros el mito y el culto y la iconografia que algunos de sus partidarios -a la cabeza de ellos Dionisio Ridruejo- comenzaron a erigir hacia el final de la guerra civil.

Y fue sustancialmente en respuesta sin duda al problema irresolube que planteaba al bando nacional en guerra el anuncio-ineludible e impostergable a partir de un momento dado- de su muerte en Alicante (asesinado por los rojos, y en concreto por los anarquistas que se ensañaron con él y con su cadáver)

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