viernes, noviembre 08, 2013

JOSE MARIA AZNAR Y SU PECADO ORIGINAL

Las últimas ejecuciones del régimen anterior (agosto del 75) hicieron temblar la tierra dentro y fuera de España -y en el mundo entero (así lo viví -y sentí- yo que me pilló fuera)- pero a Franco no le tembló el pulso y eso salvó a su régimen de la ruptura democrática que preconizaba la ETA. Lo reconozcan o no José María Aznar y los propagandistas de su estrategia democrática/anti-terrorista
José Maria Aznar acaba de liarla (parda) de nuevo ahora con unas declaraciones en las que pone en solfa uno de los rasgos mas emblemáticos del estilo de actuación pública del actual jefe de gobierno, al que él mismo se encargó de dar el espaldarazo -de preferencia a otros- que acabaría catapultando a su protegido (y favorito) a la primera magistratura de la Nación que ahora ostenta. "Cuando le oigo decir que llueve mucho me preocupa" ha declarado en alusion al comentario que acabó dejando caer Mariano Rajoy ante las preguntas y pedidos insistentes a que se pronunciase sobre el fallo del Tribunal europeo acerca de la doctrina Partot.

Algo que no caería en saco roto hasta el punto que el interesado, me refiero a José María Aznar, se ha visto obligado a "tomar nota" (publicamente de ello), es decir que viene a reconocer que el destinatario (o destinarios y destinatarias) no se lo han perdonado y se lo tienen en lo sucesivo en cuenta. ¡Doctrina Parrot aparte de mí ese cáliz! El principio -anclado de antiguo en nuestro derecho histórico- de la redencion de las penas por el trabajo me acompañó de cerca o de lejos según se mire desde mi estancia en la cárcel portuguesa. De cerca, porque en el Portugal del después de Abril que yo viví la formula aquella (teoría y práctica) se veía asociada al regimen anterior, todavía muy cercano en el tiempo, del Estado Nuovo, y denigrada y desacreditada como tal y blanco de irrisión y escarnio.

Y así, las salas magnificas, anchas y espaciosas, de formación profesional de aquella Penitenciaria de Lisboa del tiempo anterior se veian en estado de suciedad y de descuido lamentables por falta de uso y de educadores y de educandos, y en la carcel de condenados de Vale de Judeus en cambio -un establecimiento inaugurado igualmente justo antes del 25 de abril y donde el nivel de disciplina en razon de sus caracteristicas de "prisión de máxima seguridad" era era mucho mayor- se las veia funcionar con el mayor rendimiento.

Y me pillaba de lejos en cambio porque me senti siempre -y lo era en realidad- un "preso de conciencia" por mas que no me ajustase al perfil en vigor entre los organismos de defensa de los derechos del hombre por razón sustancialmente de mis ideas política y religiosamente incorrectas -y de la imagen que en razón de aquellas daban de mí los medios-, y en ese punto sin duda -por más que acabase aceptando el uniforme prisional, por aquello tal vez, bien impreso en mí, por mi educación, de que el hábito no hace al monje- sí que fui siempre inflexible en cambio a nivel de los principios y aunque acabé aceptando de forma esporádica trabajos estando preso, a partir de un momento y al cabo de mi primer año de estancia en Vale de Judeus me negué en rotundo a seguir trabajando lo que me valió el que se me impusiese en alguna ocasión -las navidades por ejemplo del 84- el régimen disciplinario -con con las sanciones y medidas punitivas correspondientes-, acabé ganando pues esa batalla y a partir de un momento dado acabaron dejándome tranquilos los responsables de la administracion del centro.


Aspecto de una de las galerías del Establecimiento Prisional de Vale de Judeus, a setenta kilómetros de Liboa. Eran cuatro, una por cada uno de los cuatro pabellones, dispuestos en paralelo y unidos por corredores transversales -uno por cada piso- que permitían el acceso a su interior desde cada uno de ellos, a partir de cada uno de los tres pisos. Una prisión modélica de los últimos tiempos del Estado Nuovo (de hecho, la inauguraron -presos, quiero decir- los miembros de la PIDE tras el 25 de Abril, que acabaron fugándose todos) Allí pasé dos años (largos) de mi vida -Julio del 83-Noviembre (21) del 85- en donde me resistí siempre a ser tratado igual que "um preso como os outros" y donde me negué a trabajar a partir de un momento dado. Por no sentirme culpable de nada -ni un criminal ni un denlicuente- ni obligado por lo tanto a "redimir" lo que fuera (...)
Y así por las mañanas, cuando se nos obligaba a formar en el patio antes de la marcha de los diferentes grupos a sus lugares de destino respectivos al interior del establecimiento yo formba también, como los otros y justo después me volvía sin más mi celda con toda normalidad, ante la incomprensión de muchos reclusos no obstante y lo que no dejaba de ganarme la animosidad (secreta) también de algunos de ellos. El problema era de orden moral en el fondo, y del terreno de los principios, sobre los que gravitaba fatalmente la cuestion sin respuesta (de fuera) de la culpabilidad y de la culpa moral.

¿Me sentía acaso allí dentro un delincuente o un asesino? Por supuesto que no. Nunca me lo senti, y por consiguiente no me sentía en la obligación de expiar nada (ni tampoco de pedir perdón y volvemos a lo de siempre, dirá aquí tal vez alguno), y libre por lo tanto de la carga aquella del trabajo en prision que en realidad del día a dia cotidiano para un preso de mis características se mostraba tan abusiva y tan onerosa a veces. Y más aún en la medida que siempre reclamé -en vano- el derecho a que se me adjudicasen trabajos o funciones más acorde con mi perfil personal y mis aptitudes y calificaciones en los que sin duda me hubiera sentido mucho a mis anchas y menos siervo y esclavo para decirlo todo, en crudo y claro.

Un preso político es lo que yo era, y lo que tal vez no acentué entonces lo suficiente ni proclamé todo lo alto que hubiera sido preciso. Y lo era por los móviles claramente políticos -por más que pudieran verse catalogados en parte, de "política religiosa"- de mi gesto de Fátima y por el caracter ineludiblemene político de los cargos por los que me vería inculpado ("atentado contra la persona de un jefe de estado extranjero")

Un derrotado del 45 -aunque no hubiera nacido todavía siquiera entonces- eso es lo que yo era en el fondo, y así es como hoy lo asumo. ¿A buenas horas mangas verdes? Más vale tarde que nunca. Preso político y prsionero de guerra si se me apura incluso, que lo de "prisionero de conciencia" no dejaba de ser un eufemismo políticamente correcto (y democrático) por supuesto, y que me veía condenado a esgrimir o a utilizar ¡Qué remedio!

Y está claro que la doctrina Parrot no vino a corregir los efectos (pretendidamente) "perversos" de ese principio de derecho penal -enraizado en la tradición jurídica española más rancia y añeja- en la medida que los etarras, principales destinatarios de esta última, ni redimieron nunca, por el trabajo o por lo que fuera, ni pretendieron tampoco hacerlo nunca -porque se sentían ellos también y más que nadie presos de conciencia, presos políticos y prisioneros de guerra y tantas otras cosas a la vez- y se limitaron a aprovecharse de los "beneficios pentinciarios" que serían una de las muchas concesiones al nuevo ambiente social y político y cultural creado con la transicion y también al terrorismo de la ETA y que vendrían a sustituir el princpio -declarado (constitucionalmente) obsoleto- de la redención de penas por el trabajo.

José María Aznar hizo siempre profesion, desde que comenzó su ascenso en la política española con la democracia, de una fe inquebrantable en la legalidad constitucional del régimen surgido de la transicion y sancionado por la constitución del 78. Una legalidad de
anchas espaldas no obstante, como tantas veces se habra puesto de manifiesto en la décadas transcurridas desde que empezó verse puesta en marcha con la ley de la Reforma Política y la proulgacionde la Constitucion ("vendepatrias") un año más tarde.

Y como él mismo José María Aznar tuvo ocasión de destaparlo en las negociaciones que llevó a cabo -lo reconozca o no- durante su mandato con la banda terrorista. Se estaba ganando (sic) la batalla justo cuando llegó el 11 de marzo: ese es el estribillo que los partidarios del antiguo jefe de gobierno no dejan de recitar desde entonces lo cual no puede imponérsemos de dogma de fe en modo alguno, primero porque probablemente no era cierto, y en segundo lugar porque salvo "meliore judicio" de los que hayan vivido la situación de cerca sobre el terreno -me refiero al País Vasco- se trataba de algo metafisicamente indemostrable.

Los años de la era Aznar fueron desde luego a juicio del que esto escribe calamitosos -en el plano personal incluso (¡qué pesadilla!)- vistos desde Bélgica, en materia de escaladas y agravamiento de la agresion y de la amenaza terrorista. Tres minutos (tres) de silencio como toda receta y medicina al día siguiente de cada atentado mortal de la banda terrorista y contra los que osaban levantar la voz ante el chantaje (de silencio) aquél se arremetia de manera hipócrita y cobarde como les ocurrió conmigo a los responsables (autorizadísimos) del combate/democratico anti-terrorista, presentes en Bruselas

¿La UE madre de todos nuestros males como lo sostiene Marine Le Pen (por su oposicion feroz sobre todo a la moneda única que no oculta una nostalgia irresistible de la vieja moneda nacional francesa)? No digo que no, pero se precisa (urgente) de un trabajo de preparacion y de esclarecimiento de la opinión pública española que lleve a distinguir claramente entre la idea de Europa -que algunos hace rato que hicimos nuestra, propia- y esa burocracia enferma y parasitaria y atada de pies y manos a los dictados del gobierno mundial instalado del otro lado del Atlántico y que hoy por hoy pasa por la Casa Blanca.
El Once de Marzo selló el fracaso de la política extranjera atlantista -pro/norteamericana y anti-europea- de José María Aznar y también de su estrategia/democrática de combate contra el terrorismo. Y lo digo con la fuerza moral que me da el haberle defendido de las críticas que se vertieron contra él entonces, y en particular por la campaña que se orquestó en su contra aquí en Bélgica. El Once de Marzo me pillaría además "de cerca" en la medida que muy de mañana a la misma hora de los atentados de Atocha entré por mi propio pie -en el último día del plazo señalado en la orden de detención que me había llegado cinco días antes-, en una cárcel de Bruselas para cumplir condena de una pena impuesta de la que ya había cumplido, cuatro años antes, más de los dos tercios en prisión preventiva (...) Salí libre a las pocas horas de entrar, al mediodía (...)
Un atlantismo que nos viene (es cierto) de antiguo a los españoles, ese es el pecado original de José María Aznar y de su política anti-terrorista que se vio desahuciada y desautorizada con los atentados del15 de marzo. Porque entre los uno y los otros, entre los ucases o dictados del gobierno mundial desde del otro lado del charco y las reliquias y vestigios de la Vieja Europa -léase el eje franco/alemán de los tiempos de la guerra fría- que se esconderían tras el entramado burocrático de la UE, algunos sentimos ahora que se nos estuviese obligando a escoger entre la peste y el cólera.

La doctrina Parrot es quizás indefendible y desde luego viene a serlo absolutamente desde las trincheras -vendidas o rendidas de entrada- del actual proceso de construcción europea. Ni un etarra más en libertad con doctrina Parrot o sin ella, como sea: consigna urgente y divisa mayor de nuestra hora

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