viernes, septiembre 20, 2013

NO A ESPERANZA AGUIRRE

Jaime Gil de Biedma, primo o tío de Esperanza Aguirre fue uno de los iconos de una casta (dorada) de hijos de vencedores (castellano/parlantes) de la guerra civil en Cataluña, amigos y protegidos de Riddruejo (como los Goytisolo, Carlos Barral, Juan Benet...) que prepararon -por sus dimisiones (y complejos)- el terreno a ese liderazgo del catalán que Esperanza Aguirre hace ahora suyo -¿en nombre de qué o de quién- sin ruborizarse en modo alguno
No. Un no de lo más neto y más claro -con todos los respetos por supuesto- al discurso de ayer sobre Cataluña de Esperanza Aguirre, que estaba sin duda plagado de aciertos y de grandes verdades, lo que hace mas trágico o más trágicamente errado lo más sustancial del remedio que propugnaba al final de su intervención, tras el diagnóstico. Esperanza Aguirre -lo recuerda maliciosamente la prensa de hoy- habló ayer (en un acto organizado por el Círculo Ecuestre) delante de un sector bien circunscrito de la sociedad catalana, una Barcelona de la alta sociedad y de "por encima de la Diagonal" -por donde entraron (nota bene) las tropas de Franco en Barcelona- y según todos los testimonios salio "a hombros" tras verse aplaudida a rabiar.

¿Catalanistas (de estirpe) los que la escuchaban? Está claro que no, más bien una franja (de alta sociedad) de la población catalana y de Barcelona -según todos los visos- de extracción española o españolista, y que de una manera u otra hoy como ayer hacen no obstante el juego al chantaje catalanista y secesionista de los separatistas en Cataluña. Esperanza Aguirre hizo alusión durante su intervención a sus raíces familiares a través sobre todo de un dato todo menos trivial o anodino.
José María Aznar tuvo de vecino -en el mismo edificio (de la madrileña calle de Ibiza)- a Dionisio Ridruejo de niño y de adolescente. Y se puede afirmar en todo rigor que el célebre falangista disidente fue inspirador supremo de su abordaje (polémico lo menos que se puede decir, y controvertido, y de consecuencias funestas) del problema catalán y de Cataluña, como algunos no dejarían de experimentarlo en propia carne, dentro de su propio partido (...)
Y es que Esperanza Aguirre -como vino a recordarlo ayer- lleva Gil de Biedma de segundo apellido. Y decir Gil de Biedma en Cataluña y en España despierta ya de entrada -entre los de mi generación por lo menos- todo un mundo dormido, somnoliento o semi-dormido de recuerdos y de fantasmas ligados a la personalidad de Jaime Gil de Biedma, barcelonés de nacimiento, autor malogrado (en lengua castellana), niño/bien y de raíces castellano/parlantes, de una estirpe de españoles de Cataluña que fue poeta "maldito" -rechazado o condenado por algunos- y al mismo tiempo todo menos un don nadie en la Cataluña de los cincuenta y de los sesenta en el plano cultural primero de todo, desde luego, porque quien dice Gil de Biedma evoca sin querer a Dionisio Ridruejo y a los amigos de Dionisio Ridruejo en Cataluña -entre ellos los Goytisolo, Carlos Barral y aquel Juan Benet de nuestras culpas y pecados (el que maldijo a Soltzhenitsyn mucho antes de la caída del Muro) un poco el delfín catalán (así lo parecía por lo menos) de aquel falangista/ilustre (segunda época)- y también al tardo/franquismo tardío y al rogerío universitario asfixiante de la universidad de Barcelona aquellos años y a la "gauche divine" y a Bocaccio y no sé cuantas más cosas. Tales aguas tales lodos, porque no se pueda honestamente negar la responsabilidad de toda una casta dirigente catalana de la posguerra y de sus descendientes en la situación al borde de la tragedia en la que nos encontramos por culpa o por cuenta de Cataluña.

¿Catalanizar (aún más) a España? Perdónales padre, porque no saben lo que dicen. Por un lado, Esperanza Aguirre echa todas las culpas (o casi) a la política educativa de la Generalitat (mantenida sin tregua y sin descanso durante más de treinta años) del habernos puesto en la situación al borde de la ruptura escisionista y de la guerra civil (¿para qué negarlo?) en la que nos encontramos catalanes y españoles todos, y por otro, se saca al final de su intervención como de sombrero de prestidigitador o ilusionista el conejito mágico del remedio o panacea a todos nuestro males, saber el aprendizaje de la lengua catalana.

Para un viaje así no necesitábamos alforjas, querido Sancho. Hace un año tan sólo teníamos que ponernos a aprender imperiosamente la lengua de Shakespeare todos los españoles y ahora, también según ella, tenemos que ponernos a aprender la lengua (materna) de Jordi Puyol por lo que se ve. No sólo eso, Esperanza Aguirre, al final de sus intervención, reivindica un liderazgo cultural (sic) para Cataluña sobre el resto de las regiones españolas no se sabe muy bien nombre de qué, desde luego no en nombre de la historia a secas, de nuestra historia española me refiero, ni tampoco de la historia de la literatura española.
Tartarín de Tarascón el personaje que inmortalizó en una de sus novelas Alphonse Daudet no era más que un trasunto de Federico Mistral, defensor y padre reconocido del moderno provenzal, los catalanistas se lo tomaron mucho más en serio en cambio hasta el punto que dieron su nombre a la Gran Vía de Barcelona durante la República y la guerra civil
Lo uno por lo otro, viene a decir y propugnar la político del PP: catalán en las escuelas del resto de España por un poco de castellano en las de Cataluña, como así lo viene preconizando los responsables de su partido en Cataluña. Y a fe mía que me exijo a mí mismo el ser absolutamente ecuánime escribiendo estas líneas y a la hora de rechazar la oferta, porque yo mismo pensé así (un poco) o parecido hasta no hace mucho. Pero desde entonces ha llovido mucho en Flandes como en Cataluña. Y no son desde luego troques más o menos fenicios (o cartagineses) los que nos sacarán del atolladero en que nos encontramos, sino una afirmación clara de lo que somos y de lo que queremos, sin tapujos ni complejos de ninguna clase.

Queremos mantener Cataluña dentro de España -digan lo que digan o piensen lo que piensen algunos catalanes- porque es nuestra, y porque no aceptamos que se ponga en duda su hispanidad como se puso en duda y se echó a perder la hispanidad en otras regiones del mundo en Europa como en América. Y no lo aceptamos por un imperativo de lealtad y de memoria, que nos lleva a desconfiar y a sentirnos refractarios de la lengua catalana en la medida que vehicula fatalmente una memoria histórica antagonista secesionígena -y guerracivilista- y fuente latente de conflicto entre catalanes y dentro y fuera de Cataluña, como se habrá puesto flagrantemente de manifiesto todos estos décadas del gobierno ininterrumpido de la Generalitat desde los tiempos de la transición política

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