Philippe Olivier.
Después de su vuelta al redil, tras la escisión de Bruno Megret, al que siguió,
el marido de Marie-Caroline -la hija mayor de Jean Marie Le Pen-, es uno de los
pesos pesados del RN (anteriormente Frente Nacional) En la reciente polémica –que
no se apagó del todo aún (ni se apagará) (…)- de las declaraciones del papa
Francisco en contra de la candidatura de Marine Le Pen, Ph. Olivier habrá terciado (urgente) poniendo (oportunamente) de su lado a Juan Pablo II, por el encuentro en publico de aquel pontífice con Jean Marie Le Pen en la plaza de San Pedro, en mayo de 1988 (6 años después de mi gesto de Fátima pues). Juan
Pablo II era “un anticomunista”, habrá declarado. Sin razón (y sin pruebas a la vez)
Ante la inminencia de la cita electoral francesa, se confirman (¡ay dolor!) mis temores, y es que la polémica en la que se ve enfrascada –o emperrada- Marine Le Pen con el papa Francisco no parece apagada del todo (en los medios) ni (eso me temo) se apagará, con el alcance y las consecuencias imprevisibles e irreparables (y toco otra vez madera) que el asunto amenaza deparar. Y por eso a fe mía que entro a desgana al trapo, a la vista de donde la polémica nos puede llevar –y me refiero al campo o al bando digamos nacional- y no con animo de dar (quisquillosamente) vueltas y más vueltas sobre el consabido tema, ni con ganas de porfiar. Cuestión de honor, lo que aquí se plantea, y creo últimamente haberme explayado harto aquí sobre el particular (….) Que no me chupo el dedo ni me las dan tan fácilmente con queso –en política a secas, religiosa o no religiosa- como algunos se pueden pensar (….)
Que me rindo a la evidencia que el papa Wojtyla ganó la batalla (de la imagen) en los medios, pero de eso a dar mi brazo a torcer ¡ni hablar! Que logró salir vencedor tras la caída del Muro y de la batalla (rabiosa) en la opinión que se siguió –dentro y fuera de Polonia- por cuenta de su (verdadero) papel y protagonismo -y postureo- en aquel acontecimiento tan crucial, de lo que ya me explayé igualmente al respecto sobre todo por la vía digital, y no me retracto ni una jota de lo que pensé y proclame en publico o en privado, de su trayectoria, en aquello y desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. No me chupo el dedo ya digo, y es (también) de la aparente indiferencia en materia de religión de la que alardearon siempre esos medios (de derechas), los mismos que me dieron (airosamente) la espalda, por cuenta de la separación de la iglesia y del estado, que ellos no tenían nada que ver con el papa ni con la iglesia, que son paganos (o neopaganos) y bla, bla, bla, con lo que pretendían ocultar o disimular –de propósito fallido- la (asfixiante) tutela eclesiástica a la que (salvo prueba en contrario) se ven sometidos, en su travesía por las aguas (profundas) de la política, como una ley de bronce en política y más aún en política religiosa, y por regla general (….)
Mantes-la-Jolie, junto al Sena, a 57 kilómetros al Oeste de Paris, donde residí dos años en el marco de la FSSPX y desde tomé el tren en dirección de Fátima (12 de mayo 1984). Marie Caroline le Pen y su marido Philippe Olivier, hicieron política electoral, presentando ella incluso -con un sonado incidente- junto su padre, Jean-Marie Le Pen, su candidatura allí, donde (doy fe de ello) tras mi visita de vuelta –al salir de la cárcel portuguesa- todavía se acordaban de mi (vestido rigurosamente de sotana todo el tiempo que allí residí) (…) Y parece pues imposible que la pareja de dirigentes del Frente Nacional no oyeran hablar de mí entonces –mayo del 88-, ni de mi gesto contra el papa Juan Pablo II (cuatro años antes) ¿Efecto (retardado) de mi acusación imparable (sic) (Abbé de Nantes díxit, "Liber Accusationis contra Pablo VI"), el (insólito) postureo –de derechas, anticomunista- del papa Wojtyla que (sólo) a aquello se siguió? Así lo pienso aun hoy, como así lo pensé. Con perdón de Philippe Olivier
¿Juan Pablo II “anticomunista”? ¿Como lo declara ahora –como por encargo, y saliendo así (urgente) al quite en un más que delicado trance electoral- un alto dirigente del (antiguo) Frente Nacional? No estoy (muy) seguro que en los medios (sociólogicos e ideológicos) a los que van estas líneas dirigidas se interesen (mucho) por la Verdad, pero como decía Dominique Venner, están más necesitados de ella que de mitos (sic) como los que rodean esa figura papal. Y la verdad es que si yo acusé (urbi et orbe) al papa Wojtyla de ser un comunista infiltrado -e incluso un agente del KGB- lo hice por mi propio convencimiento (y no me retracto), sin pruebas (bastantes) eso es verdad. Y por lo que ya pagué (contante y sonante) ¿y todavía más?Pero las mismas pruebas me siento en derecho de exigir del anticomunismo (sic) de aquel papa polaco, como el que ahora algunos pretenden proclamar. “Hay algo peor que el comunismo, el anticomunismo”, esas (sibilinas) palabras de Jean Paul Sartre –icono de la Biempensancia entonces en todo el área de cultura occidental- circulaban (como de la biblia, como palabra/de/dios) desde mucho antes de la caída del Muro, sobre todo en ámbitos y ambientes eclesiásticos. ¿Alguien me lo podrá negar?.
Ya me expliqué harto además en este blog sobre este asunto (y por cuenta del movimiento PAX) No era comunista (de carnet), el papa Wojtyla, o no hay pruebas de ello que me diga,–ni de su tiempo tampoco de compañero de viaje ("resistant"), en la Segunda Guerra Mundial-, no es óbice que en el Concilio actuó más eficazmente que si realmente lo fuera, dirigiendo entre bastidores la corriente (mayoritaria) de padres conciliares que consiguió impedir –contra la minoría tradicionalista (de derechas)- el renovar la condena del comunismo (“materialista y ateo”) tal y como Monseñor Lefebvre nos lo confirmaba una y otra vez en el seminario de Ecône, y para quien el papa Wojtyla no era más que “un cura de la paz” (…)
Y todo en base a una ideología –marca Wojtyla- de la forma polaca (sic) de dialogo –católico/marxista- que es como se la podría calificar (la buena, la fetén, a prueba de excomunión o de condena papal) (...), que ese fue el resultado (o conclusión) de mis propias indagaciones y pesquisas en Polonia (in situ) de las que di cuenta en mi libro “Yo acuso al Papa” (de hace tantos años ya) Viejas historias o batallitas dirá aquí (que ya lo estoy oyendo) algún trol.
Pero ante el (inesperado) amago de rehabilitación de su figura que se anuncia, con fondo de reto (magno, y casi casi cataclísmico) en el terreno electoral, ni puedo ni me quiero callar. Y es que no puedo dejar de ver a Monseñor Lefebvre –no lo puedo remediar- de convidado de piedra en la polémica en que se está (peligrosamente) emperrando la candidata del (antiguo) Frente Nacional que prefirieron (siempre) ponerse de perfil en materia de política religiosa, lo que ahora les puede resultar fatal (¿Me equivoco? ¡Ojalá!)
¿Juan Pablo II anticomunista? ¡A otro perro con ese hueso! ¿Juan Pablo II el papa/bueno frente al actual? Como dice el refrán español –y que me perdone Francisco Umbral-, otros vendrán que bueno te harán. Y la mala imagen que arrastra –hasta tratarle incluso de antipapa (sic), entre lo mismos que canonizaron a su predecesor (...)- el papa Francisco, ítalo/argentino, no es más que una efracción, y es de la guerra civil allí.
La misma –en su versión “guerra
civil europea”- que asome la oreja en Francia, y que puede dar al traste -dios
no lo quiera!- con las esperanzas (grandiosas) que despierta la candidata favorita. Frente al veto papal. Y por ella va (pese a todo) mi apuesta ¡faltaría más!!!