Instantánea (en
la foto) de uno de los atentados contra Pierre Laval, siendo primer ministro. “Yo
sabía que ese ambicioso que se permitía utilizar los métodos de Moscu, iba
a conceder a los comunistas el arma
sangrienta de la justicia política. Los gaullistas quieren quitarme de en
medio, lo mismo que los ultras de la Colaboración. Los
alemanes son cada vez mas exigentes, y el Mariscal de mi desconfía. Bonita postura.
Como andar sin la red por el trapecio. Pero Hitler me dijo un día, que en Francia dos Gauleiter estarían
mas que de sobra. O sea que después de pensarlo, yo continúo” (testimonio de
Pierre Laval tras el segundo atentado contra su persona, a Charles Rochat, su
secretario) (en traducción libre del autor de estas líneas, procurando guardar
e imitar el estilo del autor y dueño del texto, propiamente inimitable)(continúa)
(continuación)
Pierre
Laval -es lo que sale a relucir la luz
del sol en la biografía de él en la que me enfrasqué hace días como ya anuncie
a mis lectores- fue un hombre del pueblo. Uno de esos que los movimientos fascistas
-o fascistizados- tanto echaron de menos dentro de España y también fuera de
ella. Pero sobre todo de puerta para adentro (de nuestras fronteras) ¿Señoritos
enemigos del pueblo los falangistas en el clisé que les quedo como pegado a la piel
y que les persigue –o nos persigue- a sol y a sombra? Es posible y como quiera
que sea, es una prueba más de lo que tuvo de lucha de clases la guerra civil (y
lo que la desencadenaría) entre españoles, y al mismo tiempo, de ese drama
social (sic) de apariencia irresoluble (el nuestro) que traduce un problema –o una
falla o factura- de orden racial (sic) como lo advirtió proféticamente el escritor
fascista francés Drieu la
Rochelle, que recordé en su momento en este blog lo mismo que
en mi libro “Krohn el cura papicida” Y en esa óptica o perspectiva se alza y destaca
como digo la figura de Pierre Laval, con su boina, sus cigarros en permanencia
en la boca (llena de humo). Y ese aire rural y agitanado todo él –como él mismo
lo reconocería-, de chalán o tratante de ganado que es lo que empezó siendo
antes de meterse en política con una idea fija en la mente y es que discutiendo
y hablando se entiende la gente, como él supo demostrarlo con el interlocutor mas
difícil del tiempo aquel, el propio Führer en persona (…)
¿Qué es lo que vió
lo que le atrajo de él a Adolfo Hitler al punto que de su mantenimiento en el
poder en el régimen de Vichy, Hitler hiciera (propiamente) una cuestión de
principio? Y no es aventurado el conjeturar que fuera ese toque de campechanía (autentica)
que despedía el político francés de lejos o de cerca. Que desarmaba
irresistiblemente hasta sus más enconados enemigos. Eso, o algo más y aquí va
mi idea, como una apuesta. Y fue sin duda el prestigio y fuerza de imantación que da hoy como ayer el brillo de le lengua y
la cultura (y civilisation) francesas, que a fe mía brillaban a más no poder en
Pierre Laval en su francés escrito como hablado y no hay más que echarle la
vista encima a cualquiera de sus escritos -y a sus memorias- para confiar lo que digo. Y era por un
lado, esa fuerza de irradiación natural del francés, y por otro el brillo o reputación
que sufren –como un influjo fatal-los vencedores en presencia de los vencidos (….) Y el Führer de una Alemania en
fase de cuarto creciente (aún entonces) parecía literalmente subyugado ante aquel individuo
(francés) con todas las apariencias de pertenecer a un raza/inferior –conforme a
los clisés y baremos vigentes en la ideología nazi- y que no mostraba reparo
no obstante -ni miedo ninguno- en expresarse con toda naturalidad y
espontaneidad y franqueza en presencia de aquél –y de sus más próximos que les
acompañaban en sus entrevistas-, en alemán y recurriendo al francés con toda naturalidad
y espontaneidad en un clima de bonhomía desbordante y siempre con la sonrisa en
la boca. ¿Un político marrullero, oportunista, avezado en las lides parlamentarias
y de una capacidad de enriquecimiento prodigiosa (y vertiginosa) en la imagen
(de corrupción) que arrastraría a sol y a sombra y que hizo de él la figura más
impopular de un régimen –el de Vichy- condenado y arrojado para los restos (como
diría Trotski) “en las alcantarillas de la Historia”?
Y de entre todo aquel oropel u oriflamas
de un personaje falso, fatuo, politiquero, de pega (…) no es difícil apartar o
separar –como el grano de la paja- su faceta seria solvente y auténtica. De doble
vertiente además: del pacifismo por un lado, de un pacifismo (germanófilo) de
la época aquella (de entreguerras) –cualquier parecido con el pacifismo contemporáneo
pura coincidencia (….)- en la más pura tradición de la diplomacia francesa de la Tercera República,
y en la línea de Arístides Briand (fuera de toda sospecha, ogro mayor en los panfletos
y propaganda de la Acción Francesa),
a la sombra o en la órbita del cual Pierre Laval se mantuvo (fiel) desde los
inicios de su carrera política (---) Y por otro lado, su faceta más enigmática
e interesante si cabe, habida cuenta de su trayectoria, tratándose de un político
que venía de la izquierda, y algo ilustrativo a la vez de una particularidad de la que dio
muestras más si cabe que en otros países europeos la Colaboración en
Francia, y era la afluencia de adherentes -proporcionalmente más numerosa e
importarte comparado con otro países-, que engrosaron la filas de la Colaboración francesa, procedentes
de la izquierda, e incluso de la extrema izquierda (…).
Y eso explica sin duda
como digo –aunque sólo a medias- esa otra faceta política e ideológicamente
auténtica e interesante (en grado sumo) de la figura y de la trayectoria de
Pierre Laval y me refiero a su anticomunismo. Lo que da cuenta a su vez de sus
lazos con otra figura de la
Colaboración de un perfil -del comunismo (staliniano) a la Colaboración- tan distinto del suyo, y lo es
Jacques Doriot, líder de extracción obrera -de Saint-Denis, en el extrarradio Noroeste de la capital francesa- y figura del mayor realce del comunismo
francés en sus orígenes, que acabó rompiendo con Stalin. Un anticomunista
sincero, Pierre Laval, el antiguo socialista, como lo puso de manifiesto su
posición indefectible desde el principio hasta el final -del lado del bando
nacional- durante la guerra civil española (….), y lo que recibió en pago entre españoles de
todos es sabido.
Y la semblanza de Pierre Laval que en estas líneas se vierte
quedaría a fe mía (injustamente) incompleta sin hacer mención de otra faceta o
aspecto de la figura del político francés tal y como se pondría de relieve en algunos
de los episodios que surcan como a modo intermitente la fase mas visible y
difundida de su trayectoria. Y es la de un perseguido. Blanco y víctima de
atentados de los que lograría sobrevivir hasta acabar delante de un pelotón de
ejecución, entregado por Franco a las autoridades francesas (…) Y esa es una
faceta en la que por motivo que aquí ya expliqué me siento en el derecho y en
el deber de darme por aludido. Y no es propiamente como lo pensarán aquí
algunos por mi gesto de Fátima contra el papa JPII, sino por los ecos o interpretación
que aquello les merecería a algunos. Y estoy haciendo alusión al atentado contra Laval de Paul Collette, del que hice mención en uno de mis artículos, y
al que aludió, comparándolo (generosamente) conmigo y con mi gesto, el escritor francés Alphonse
Boudard en un programa de la televisión francesa (TF1) Y era éste laudable en su intención
–y así lo vi y lo asumí hasta hoy- pero la comparación tras la lectura de la biografía
de Laval me parece (hoy) inexacta y propiamente injusta. Y es que Laval salió
malherido de aquello, de lo que consiguió sobrevivir –en sala de operaciones- casi
de milagro (y con un bala alojada en el cuerpo hasta el final de sus días) Con
la circunstancia además que Laval perdonó en el acto a su agresor evitándole
así su condena y ejecución (casi segura)
Y es no obstante altamente simbólica –y cargada de
ironía sangrienta a la vez- la condecoración de la que su agresor se vería objeto en la época
del presidente Mitterrand, de manos del ministro (socialista) del Interior, y como
un acto de la Resistencia
y no de "un ultra de la Colaboración",
que es de lo que Paul Collette (en el consenso más reciente) daba sobre todo
muestras. Y ello si se compara con la suerte que se vería reservada su víctima, Pierre
Laval, blanco de un primer atentado por instigación de De Gaulle, que hizo de
él objeto de una vindicta política. Pierre Laval IN MEMORIAM (continúa)